sábado, abril 27, 2024
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Fundación Princesa: hoy es un día para pensar en la genialidad de Morricone, en diez obras maestras

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En un comunicado, la Fundación Princesa de Asturias ha recordado que, tras conocer su distinción, Morricone habló de lo que había significado la música en su vida y de la ilusión que sentía por viajar a Oviedo en octubre para recoger el premio y conocer a la familia real.

Según la directora de la institución, Teresa Sanjurjo, «hoy es, como para él fue ese momento, un día para la reflexión sobre su genio creador, sobre sus hermosas composiciones, sobre la grandeza de su entrega a la música».

Nacido en Roma en 1928, se inició estudiando trompeta, el instrumento que tocaba su padre y el que dotó a sus composiciones de esos míticos vientos del sur puestos al servicio de los mejores realizadores, de Bernardo Bertolucci a Pedro Almodóvar, pasando por Gioseppe Tornatore, Oliver Stone, Terrence Malick, Quentin Tarantino o Brian de Palma.

Morricone afirmaba que había trabajado toda su vida intentando mejorar, no estar nunca parado, sin mirar hacia atrás, ha recordado Sanjurjo, para quien «hoy somos nosotros, todos los que lo admirábamos y respetábamos, quienes tenemos que detenernos a pensar y a reflexionar, como a él le gustaría, en la trascendencia de su obra, en su grandeza, en la genialidad de un hombre que vivió entregado a una pasión: la pasión por la música».

Morricone, quien hoy falleció a los 91 años en una clínica de Roma por las complicaciones de una caída sufrida en los últimos días, fue distinguido el pasado junio junto con el compositor estadounidense John Williams con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2020.

El jurado quiso reconocer «el valor fundamental de la creación musical para el cine» con la distinción Morricone y Williams, dos de los compositores «más venerados en todo el mundo» que «han enriquecido con su talento cientos de películas».

«Mientras Morricone construyó su reputación poniendo música desde Europa al lejano oeste americano, Williams trasladó el espíritu de la tradición sinfónica vienesa a grandes éxitos de Hollywood», señalaba el acta sobre estos dos compositores, cuya «extensa y variadísima obra» tiene en común «su deslumbrante capacidad para traspasar géneros y fronteras».

Entre las más de 400 bandas sonoras firmadas por Morricone se encuentran sus creaciones para el padre del «Spaghetti western», Sergio Leone, en aquella «Trilogía del Dólar» protagonizada por Clint Eastwood: «Por un puñado de dólares» (1964), «La muerte tenía un precio» (1965) o «El bueno, el feo y el malo» (1966).

El jurado que concedió el premio añadía que tanto Morricone como Williams muestran «un dominio absoluto tanto de la composición como de la narrativa, aunando emoción, tensión y lirismo al servicio de las imágenes cinematográficas».

«Sus creaciones llegan incluso a transformarlas y trascenderlas, sosteniéndose por sí mismas como magníficas obras sinfónicas que se encuentran entre el repertorio habitual de las grandes orquestas», concluía el fallo de un premio cuya candidatura fue propuesta por el escritor Juan Barja de Quiroga Losada.

Tras conocer su distinción, Morricone confesaba en una entrevista con Efe sentirse conmovido -«este premio es tan absoluto que me conmueve», dijo- y prometía asistir a la ceremonia de entrega que los reyes presidirán el próximo 16 de octubre.

Tan sólo hay un precedente de un galardonado que haya fallecido antes de poder recoger el galardón, el de Claudio Sánchez Albornoz, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 1984, que fue recogido por su hermana. 

Solo seis obras de su vastísima producción alcanzaron la nominación al Óscar y únicamente «Los odiosos ocho» (2016) la materializó, pero para entonces ya se había hecho más que acreedor de la condición de maestro en esa capacidad de llenar los oídos de imágenes y magia con trabajos como los de esta selección:

– «Por un puñado de dólares» (1964). Silbidos, látigos o gritos se mezclan con los sonidos de las guitarras, las trompetas y hasta el arpa de boca para una innovadora composición que marcó el estilo musical de los «spaguetti western» y dio a conocer al mundo el genio de Morricone.

– «El bueno, el feo y el malo» (1966). Con apenas un par de notas de flauta y de arpa, introduce al espectador en el ambiente de este mítico wéstern y hace que su banda sonora sea una de las más populares y reconocibles de la historia del cine.

– «El clan de los sicilianos» (1969). Morricone demostró con esta película que era capaz de adaptar su música a cualquier género y realizó una de las composiciones más bellas para una película de robos, ligera e intensa a la vez, sin olvidar sus característicos silbidos.

– «Novecento» (1976). Bernardo Bertolucci se rindió al genio de su compatriota, del que dijo que había compuesto «uno de los himnos más bellos de la historia del cine» para esta historia del proletariado italiano.

– «Días del cielo» (1978). La película maldita de Terrence Malick ha visto reconocido su valor cinematográfico con el paso del tiempo pero su música fue considerada desde el principio como una de sus mejores partituras y fue su primer trabajo nominado al Óscar.

– «Érase una vez en América» (1984). Magistral ejercicio del compositor, que creó estilos diferentes para marcar las diferentes épocas en las que se desarrolla la historia. Y no dudó en utilizar piezas ajenas, como la conocida «Amapola», para redondear una banda sonora que alcanzó cotas de belleza que se creyeron insuperables en aquel momento.

– «La misión» (1986). La consagración de Morricone con una complejísima BSO que supo captar todos los matices de esta historia de religión, de sacrificio y de abuso de poder. Épica en muchos momentos y delicadísima en piezas como «El oboe de Gabriel», una nueva demostración de la adaptación del maestro a las necesidades de cada historia.

– «Los intocables de Elliot Ness» (1987). El dramatismo de la lucha contra la mafia por parte de agentes federales en el Chicago de la Ley Seca queda reflejado en una música más clásica de lo habitual en las composiciones del italiano y que sirve de perfecto acompañamiento a la heroicidad de Ness y sus colegas.

– «Cinema Paradiso» (1988). Difícil de olvidar la imagen del joven Salvatore bajo la lluvia esperando a que Elena abra la ventana. O la del niño aprendiendo el arte de la cinematografía de manos de Alfredo. Sin la música de Morricone esas escenas no formarían parte del imaginario colectivo.

– «Malena» (2000). ¿Cómo captar musicalmente el amor platónico? Solo hay que escuchar la banda sonora de este filme de Giuseppe Tornatore para entenderlo. Tristeza, melancolía y esperanza a partes iguales se deslizan entre sus notas en una composición más sencilla y menos orquestal.

Estrella Digital

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