sábado, abril 27, 2024
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Osama, a por Obama

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Como si el IRA irlandés le marcara con sus reverdecidos atentados el paso a Osama ben Laden, Al Qaeda volvía a atentar ayer en Iraq -concretamente donde está Abu Ghraib, para señalar mejor el mensaje- matando en primera instancia a 33 notables suníes, reunidos en el lugar de su muerte para negociar la paz y marginar rivalidades a instancias del Gobierno de Bagdad, que busca la estabilización interna del país, toda vez que el presidente Obama acababa de anunciar la retirada, el próximo septiembre, de un contingente de 12.000 soldados norteamericanos. Dos días antes, en la propia Bagdad, otro suicida lograba despedirse de esta vida terrenal llevándose un cortejo de 29 acompañantes, todos ellos jóvenes y aspirantes a ingresar en la policía y otros cuerpos de la seguridad del Estado.

De ninguna de las maneras, y en la medida de sus intactas posibilidades, consiente el integrismo islámico que Iraq progrese en su orden interno hasta conseguir de modo sustancial el rescate su propia estabilidad. Sin asistencia alguna por parte de la potencia que quiso destruir un régimen -la dictadura nacionalista de Sadam Hussein- y, metido en faena, siguió cortando, destruyendo, y se llevó por delante el propio Estado, con sus servicios y estructuras de seguridad. Y no se trata obviamente ahora, por parte de Al Qaeda, de vengar a su enemigo militarmente debelado y judicialmente ejecutado. De lo que se trata a estas alturas de la película, en cuyo arranque no se equivocaron sólo los republicanos que siguieron o alentaron al presidente Bush, sino que en la proporción que les correspondía, los demócratas ahora gobernantes apoyaron el error en la identificación del enemigo responsable del ataque del 11 de septiembre de 2001 a los iconos principales del imperio norteamericano. Las Torres Gemelas y el Pentágono.

El actual y concreto propósito de ese terrorismo islámico es recrear en lo posible los niveles de inestabilidad existentes antes de que el general Petreaus ordenara las cosas de forma que se pudiera pensar en un plan de repliegue progresivo de las fuerzas militares norteamericanas en Iraq, para transferirlas a Afganistán y dar la definitiva batalla a los talibanes, que aportan la energía primordial a la base de Al Qaeda. El enemigo a batir tras del 11-S, y no el último tiranosaurio de Bagdad. Uno más en la cuenta inacabable de Asiria, Mesopotamia y Babilonia.

Pues eso. Es lo más razonable pensar que, en los seis meses que quedan desde ahora hasta las fechas de septiembre, en que comenzará la prevista deslocalización de los efectivos militares americanos desde ese espacio del Oriente Medio, veremos el relanzamiento de la actividad terrorista de Al Qaeda en Iraq. Un escenario que podría cambiarse en la propia medida que un eventual cambio en la relación de Estados Unidos con Irán, y por ende con Siria, permitiría cortar los flujos de terroristas del integrismo suní que afluyen a Iraq a través de esas dos fronteras: la iraní y la que depende del Gobierno de Damasco.

El terrorismo de Al Qaeda no da puntada sin hilo. Su plan para ahora mismo es cortarle la retirada, o retrasarla, a la tropa americana en Iraq. Representa esta retirada, a corto plazo, la baza más retórica; a medio plazo, la más necesaria. Por eso Osama va a por Obama.

José Javaloyes

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