Este conjunto de números no es ninguna fórmula mágica para la resolución de la crisis económica, sino el balance final de la comparecencia del presidente del Gobierno en Televisión Española en el programa Tengo una pregunta para usted de la noche del lunes y en el que la próxima semana estaba previsto que compareciese el líder de la oposición, Mariano Rajoy, que, ha preferido comparecer después de las elecciones gallegas y vascas que se celebrarán el día l de marzo.
Hubiera sido interesante establecer comparaciones entre una y otra intervención, pero el líder del PP ha decidido que el verdadero debate está en el Parlamento y no en la televisión.
Resulta paradójico que Zapatero, que debía haber comparecido ya en el Parlamento para explicar el desarrollo de la crisis económica, haya preferido aplazar ese debate para cuando se reanuden las sesiones normales en el Congreso de los Diputados y ha elegido («he decidido comparecer aquí», dijo) el formato televisivo más cercano y con más efectos mediáticos, ya que la noche del lunes consumió casi tres horas de presencia en TVE entre el programa anunciado y el posterior de 59 segundos.
Y la realidad es que acertó en el formato menos comprometido que el parlamentario, más cercano al espectador y a los intervinientes, según indican las primeras encuestas. El 76 por ciento de los que vieron el programa salieron convencidos de la intervención presidencial, frente al 24 por ciento que se quedaron con las mismas dudas e incluso con más preocupaciones que las que tenían antes.
En cuanto a audiencia, este segundo programa, con un share del 30,5% y 6.432.000 espectadores, superó al anterior del 27 de marzo del 2007, que obtuvo medio punto menos de share y casi medio millón menos de espectadores.
Al presidente, a pesar de algunas preguntas comprometidas, el formato le ha favorecido y le habría servido de test para saber cuáles son las verdaderas preocupaciones de los españoles, preocupaciones que, muchas veces, no coinciden con la agenda que marcan los medios informativos.
La gran preocupación, casi obsesión, obsesión dramática, es el paro, como no podía ser menos. ¿Convenció el presidente? ¿La solución es ese plan que van a poner en marcha los Ayuntamientos con los ocho mil millones que la Administración les va a ceder para obras públicas tan pintorescas como las que han reclamado casi el cien por cien de los municipios? ¿Qué clase de empleo se va a crear, que tiene una duración de siete mases y que, al finalizar, todos esos 400.000 nuevos puestos de trabajo irán, de golpe, a engrosar las cifras del desempleo? ¿Por qué no quiso reconocer el presidente que su principal error en esta legislatura ha sido la imprevisión con la que se ha hecho frente a la crisis, bautizándola con los nombres más pintorescos para no reconocer que corríamos el peligro de entrar en recesión? ¿Se ha olvidado que él mismo calificó de antipatriotas a los que anunciaban que la crisis era irreversible y que España sería el país de la eurozona que más la iba a sufrir, en el que más tiempo iba a durar y en el cual sería más complicada su salida?
Quizás porque esté esperando anunciarlo en el Parlamento, en una próxima comparecencia, el presidente no aportó ninguna solución nueva, ninguna propuesta original, ningún otro plan ante el progresivo deterioro económico y, sobre todo, ante la posibilidad de que, a finales de este año, a pesar de todos los pronósticos gubernamentales, se alcance la dramática cifra de cuatro millones de parados y de un millón de familias que tienen a todos sus miembros en el desempleo.
El presidente, según las encuestas, probablemente convenció, pero la realidad es que ha habido tantas contradicciones en su discurso que es difícil que se acepte ese anuncio de que a partir de finales de este año (hace semanas se fijó la fecha en esta primavera) se parará la destrucción de empleo…
José Oneto