martes, abril 30, 2024
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Devuélvannos los bulevares

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El tumulto de las calles ha expulsado a los paseantes y a los flâneurs, el ruido y el tráfico han prohibido las conversaciones peripatéticas. Las ciudades, Madrid en particular, han sido transformadas hace decenios en retículas de pistas de carreras; aparcar es uno de los triunfos cotidianos. Partimos de una enorme confusión, y es considerar la ciudad como una estrutura supeditada al lucro, a la velocidad, por lo que las calles han sido sustituidas por autopistas urbanas que, encima, son gratuitas.

Las ciudades, Madrid en particular, han sido transformadas hace decenios en retículas de pistas de carreras

Madrid fue masacrada por aquellos alcaldes como García Lomas, Arespacochaga y Arias Navarro. En aquellos años luctuosos se demolieron conventos, palacios, fundaciones, colegios, casas y hasta barrios enteros, como el de Pozas o la plaza de Colón. Y no para hacer parques o cosas más bellas, sino para erigir en su lugar aberraciones como el macro bunker de María de Molina 50, el Hotel Villamagna, el soviético Centro Colón o el catafalco vertical en mármol negro, sepulcral, de la Mutua Madrileña.

Por eso, para intentar recuperar algo la ciudad hay que proponer lo que parece imposible: que reconstruyan los bulevares como los de Príncipe de Vergara, Velázquez, Menéndez Pelayo, Francisco Silvela, los llamados eufemísticamente Bulevares. Espacios que nos fueron robados en pro de la máquina y del ruido. Sólo queda uno, Juan Bravo, pero está saturado de terrazas y es poco paseable. Y subsisten las autovías interiores, que son auténticos muros infranqueables que han descuartizado Madrid (Joaquín Costa, Raimundo Fernández Villaverde, Ríos Rosas, Islas Filipinas). Algo parecido la vía de alta velocidad dal carrer Aragó en Barcelona, por ejemplo.

La plusvalía de los edificios de esas calles, si se rehicieran los bulevares umbrosos, -y otros en los barrios más populares-, compensaría largamente el gasto de reconstruirlos. Y los valores recuperados de mayor silencio, menos barullo, más belleza, menos contaminación, contribuirían mucho a la convivencia. Volverían a vivir personas y no ser solamente calles de oficinas y despachos, como es Velázquez. Tenemos buenos transportes públicos, que deberían ser incrementados para hacer frente a calles menos para coches y más de personas.

Recuperar los bulevares plantea además la interesante cuestión de saber de quién es la ciudad, de quién son las calles, las aceras. Hemos perdido el concepto de dominio público, de bienes demaniales, que son del común, no de los alcaldes ni de las empresas ni siquiera de los locales de negocio. Y con esa pérdida, hemos olvidado la idea del disfrute del espacio urbano, aunque se recupera en algunos barrios con calles devueltas a los peatones.

Me parece esto más importante que los nombres de las calles.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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