domingo, abril 28, 2024
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Skorpios

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Uno ya tiene cierta edad. La suficiente para ser testigo de circunstancias insólitas que nunca pensó que pudieran ocurrir: por ejemplo que un Papa dimitiera. Pero pese a todo, no estaba preparado para la noticia que se ha producido en estos días: resulta que la nieta única de Onassis ha vendido, o eso dicen, la Isla privada que fue propiedad de su abuelo; Don Aristóteles. La hija de… su hija. Ha vendido un símbolo y no nos ha pedido permiso. Es como si alguien vendiera Xanadú, Brigadoon o la Antártida.

La isla se llama Skorpios, se sitúa en la costa occidental de Grecia y espero que su nuevo dueño no cambie su nombre. O tal vez sería mejor, ya que Onassis, con el sudor de la frente de mucha gente, incluyendo también el suyo, se compró la isla y en ella construyó el paraíso soñado y prohibido de toda una generación. Plantó árboles, importó arenas, creó infraestructuras y acondicionó residencias.

Me temo que a Onassis los rusos no le van a dejar descansar en paz en su querida isla

Como la busca de la privacidad en ocasiones lleva al aburrimiento, o por lo menos eso es lo que servidor opina, Onassis también tenía previsto este inconveniente, por ello se montó un club de fumadores de habanos con Churchill y cuando María Callas dejó de cantar arias por allí, Jacqueline Kennedy se convirtió en Jacky O. y comenzó a contar sus experiencias como primera dama con el acompañamiento musical de Sinatra. Es decir: lo que se llama «un nivelazo».

Onassis no fue ciertamente un modelo de vida: murió con una terrible depresión que agravó una inoportuna neumonía (tenía 69 años muy vividos que le daban aspecto de cumplir los 96); pero si interpretó perfectamente el tópico del multimillonario más o menos ocioso que compartía y daba alegría a su fortuna.

De estos ya no quedan. Ahora guardan los dineros en paraísos fiscales y se dedican a vivir «con avara discreción», a ser posible en chándal, en espera de poderse llevar sus caudales al cementerio. Como mucho y ya rizando el rizo, no han encontrado otra diversión que comprarse un equipo de fútbol en un claro síntoma de inmadurez, pues para el resto de los mortales lo de coleccionar cromos de futbolistas pertenece a otra etapa de nuestras vidas.

Algo de esto le pasa con el nuevo propietario: un ruso que es presidente del Mónaco; si porque el Principado tiene hasta equipo de fútbol e incluso estadio. Claro que, como no cabía, se construyó en terrenos ganados al mar.

El precio de Skorpios, según dicen, ha sido de 154 millones de dólares. Es decir, excede del límite de una Visa, pero me parece barato si pensamos que allí están enterrados Onassis, sus dos hijos y desde ahora una forma de vida.

Me temo que a Onassis los rusos no le van a dejar descansar en paz en su querida isla.

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Paco Fochs

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