miércoles, mayo 1, 2024
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Galicia se rompe por la izquierda

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El escándalo de las detenciones de Orense ha pasado prácticamente inadvertido en la actualidad política. Ni siquiera la campaña electoral, reactivada tibiamente este fin de semana, ha puesto en evidencia el déficit democrático que acompaña cualquier caso de corrupción.

Como en un mal folletín, dice la prensa local que la mujer del alcalde detenido llamaba llorosa a Blanco. Es posible que esta suerte de fatigas tienda a crear lazos de complicidad, más allá de los largos encuentros y desencuentros siempre habidos dentro del fragmentado Partido Socialista de Galicia. Pero el artista principal del caso «campeón» no debe estar para compartir sentimientos de amargura. La suerte se le echó encima cuando creía, tras haberse reunido en una gasolinera con un empresario procesado, que podría salvar a Galicia del fraude político de Feijóo con sus grandes aportes de ética e integridad.

Ni Blanco ni Francisco Rodríguez tienen mucho que aportar -en espera de las diligencias sobre este último- y aunque toda alharaca, al modo Garzón, contra políticos en vísperas electorales llama poderosamente la atención, lo cierto es que la base social y electoral de la izquierda no debe sentirse muy cómoda con estos casos; particularmente con las irrefrenables ambiciones del político, intelectual, y estratega ignoto que es el ambicioso lucense, y ahora con este asunto de malversaciones, toda vez que afloran en paralelo las viejas ambiciones de Beiras y ese asunto de la Siryza gallega, que tanto gracejo aporta a las motivaciones de una izquierda que transita en la orfandad, con este Pachi Vázquez de un lado y sin aquel Anxo Quintana por ningún otro.

La dispersión de la izquierda, de la que hablaba el presidente Rajoy en Galicia, puede, sin embargo, tener su contrapeso en la audaz carrera política de Mario Conde, decidido a competir el escaño en Pontevedra, donde también se presenta el actual presidente gallego.

Terminados estos comicios, dejará de hablarse de lo minúsculo y volveremos a lo real: un presupuesto en contracción cuya configuración restrictiva, impuesta por rescates o alemanes, dejará en el tintero la letra pequeña, o grande, de servicios públicos y servicios sociales y otras pequeñeces que, en comparación con el propósito de afianzamiento de la estratégica Xunta, son minucias para parados, familias sin recursos, dependientes, pobres, jóvenes sin empleo o mayores que ya no trabajarán, junto a jubilados, enfermos, crónicos, niños sin comedores o universitarios sin becas.

Asuntos de menor cuantía cuando se habla del futuro de Galicia, así con la profundidad del territorio con derechos históricos. La izquierda, además de hablar para sí de lo suyo en todas sus formas, ya podría haber dado un salto adelante y ofrecerse a realizar un debate alternativo, de verdad sin guante blanco -nunca mejor dicho- con el proyecto de Feijóo o del mismísimo Rajoy, tan gallegos los dos que, «machos rubalcabianos bien agarrados» aparte, ya se preparan para una nueva legislatura sin problemas. Y si es que aún quieren ser alternativa para gobernar de otro modo, aunque no puedan poner a Blanco en su blanco; deberían preocuparse de la gente, de hablar su idioma- el del retroceso social y no el de lo folclorico que embriaga- e intentar ganar con un proyecto diferenciado. Si no, Siryzas aparte, la izquierda brotará en su entorno y los sirizará pero bien. Ya están en ello Llamazares o Anfuita hablando en el idioma correcto a los públicos correctos: los que no están en Bruselas ni en las acogedoras sedes socialistas.

Ahora, los despreciarán. Pero se equivocarán, una vez más. Y deberían no hacerlo. Al menos como ejercicio de justificación de su existencia.

Editorial Estrella

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