sábado, mayo 4, 2024
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La edad, como el tamaño, no importa

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Les presento un nuevo relato de una lectora de estas Memorias de un Libertino. Nos lo remite una persona que se hace llamar “Joyita”, a la que agradezco, sinceramente, su colaboración por lo que significa de enriquecimiento de la sección. Espero que lo disfruten.

La edad, como el tamaño, no importa

Era vecino de mis padres. Le conocía desde que era una niña. Y debo reconocer que, aunque mayor, mantenía una gran dignidad en su comportamiento y tenía un cuerpo que, a primera vista, no aparentaba su edad. O eso me parecía a mí. El caso era que me atraía enormemente. Incluso, sexualmente. Supongo que me producía morbo pensar en tener sexo con él porque aquel hombre tendría entonces unos 60 años y yo 30 recién cumplidos.

Yo, en aquella época, estaba cansada de cuerpos y penes duros que más que follar lo que hacían era masturbarse conmigo y aquel hombre, no sé por qué, me parecía que me iba a proporcionar mucho más placer. De hecho, cada vez que le veía, se me alteraba el pulso.

Un día, al salir de casa de mis padres, me vio y me pidió que pasase a su piso. Quería que le arreglase algo que se le había estropeado en el ordenador y suponía que yo sabría cómo solucionarlo debido a mi juventud. Le dije que no sabía mucho del tema pero que lo intentaría y pasé. Y, debo reconocer de nuevo, que sentí una extraña sensación que no sabría explicar muy bien. Una especie de hormigueo que me recorrió todo el cuerpo.
Entramos en la habitación que hacía de su despacho y se sentó frente al ordenador para explicarme el problema que tenía. Yo me arrimé a él para observar lo que trataba de decirme y, sin darme cuenta o como consecuencia de mi subconsciente, le rocé con mis pechos uno de sus hombros lo que provocó en él una especie de corriente eléctrica que yo noté sin ninguna duda. Pero él mantuvo, caballerosamente, el tipo, aparentando que no había advertido mi roce. Pero sí lo había hecho. Tanto que sentí que debía seguir por ese camino. Era mi oportunidad. Sabía que en cuanto lo volviese a provocar, reaccionaría.

Y reaccionó cuando acerqué mi pubis a su brazo, mejor a su codo, mientras sujetaba el ratón. Fue toda una señal. Sin inmutarse, soltó el ratón y bajó la mano metiéndola bajo mi falda por detrás y yendo directamente a buscar mis braguitas. Yo ni me inmuté.
El empezó entonces a disimular intentándome explicar no recuerdo qué de aquel cacharro, pero yo ya no estaba para atenderle. Separé las piernas y él, al notarlo, separó a su vez las braguitas y sus dedos acariciaron mi vulva. Con maestría. Con delicadeza. Con la presión justa. Como un ciego abre una de sus cajitas, abrió mi vagina. A ciegas. Pero sabiendo, perfectamente, cómo hacerlo. Sin dudar. Y sin dudar introdujo un dedo en ella mientras que el otro rozaba mi clítoris. Me pareció sentirme en el paraíso.
Después, sacó su mano de entre mis piernas, se levantó y cogiéndome de la cintura me acercó a su cuerpo al tiempo que buscaba mi boca. Parecía que no tenía prisa. Porque empezó por el cuello y, milímetro a milímetro de mi piel, terminó mezclando su lengua con la mía.

Cuando se cansó de besarme, me indicó con un gesto que nos sentásemos en la alfombra que había en aquella habitación. Cuando lo hicimos, me colocó a lo perrito, me subió la falda y, separando de nuevo las braguitas, buscó con su boca los dos orificios que le presentaba… Y con una maestría increíble fue lamiendo y percutiendo con su lengua cada uno de ellos sin prisas. Sin pausas. Después usó la lengua y sus dedos. Y mientras me hacía una cosa con la mano, con la lengua me hacía otra, dándome un placer inmenso. No creo que tardase 15 segundos en explotar… Fue un orgasmo tremendo. Como no había tenido en mi vida.

Pero ahí no acababa todo. Cuando parecía que me iba a dejar reposar bocabajo sobre la alfombra, me cogió de las caderas y me volvió a poner a lo perrito… Ahora era para otra cosa. Para penetrarme con su verga erecta pero, para mi sorpresa, alternando el orificio. Yo debí entrar en un estado de enajenación mental porque no recuerdo mucho más. Sé que volví a explotar y que él lo hizo también porque cuando me recuperé noté la humedad que me empapaba todo y él no estaba.

Como pude me fui a buscar un cuarto de baño a asearme.

Cuando volví a la habitación me lo encontré sentado de nuevo en la silla del ordenador. Al verme, sólo me dijo con una gran sonrisa: Creo que ya he resuelto el problema…

Joyita

Estas memorias están teniendo, afortunadamente, una gran aceptación entre los lectores. Lo demuestran el gran número de visitas que tiene semana tras semana y los comentarios que recibe. Por eso, de acuerdo con la dirección de Estrella Digital, he pensado realizar, dentro de la sección, un Experimento sexual: quiero que los lectores de ‘Memorias de un Libertino’ puedan publicar también sus relatos.  Sus sueños. Sus experiencias. Sus deseos ocultos.

El tema erótico será libre. Sólo pido que el texto no sea mucho más de un folio de extensión y que mantenga un mínimo de buen gusto. Se podrán firmar con seudónimo y se respetará el máximo de discreción. Tanto se respetará que los relatos NO deberán enviarse a la redacción de Estrella Digital sino a [email protected] Este es un correo creado, especialmente, para recibirlos y para que sirva también para aclarar cualquier duda o consulta.

Por supuesto, si alguien lo solicita, puedo también ayudarle literariamente a mejorar su texto.

Esperamos recibir muchos relatos.

Memorias de un libertino

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