jueves, mayo 2, 2024
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Mujeres y trabajadoras

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La conmemoración del día internacional de la mujer trabajadora, se enmarcaba en la lucha del movimiento obrero por sus derechos. Durante muchos años, desde la revolución industrial y la revolución francesa, se fue constituyendo una conciencia feminista que pretendía conquistar su emancipación en el contexto de las luchas obreras. Y no fue fácil, pues la incapacidad para aceptar los derechos de las mujeres había contaminado a los grandes pensadores de izquierdas y sus reivindicaciones no figuraban más que en un modo global en el programa de clase de sus partidos. Se decía que en la sociedad ideal, el papel de la mujer no sería diferente al del hombre y, por tanto, logrado el socialismo, la igualdad real sería un hecho también entre sexos.

Una quimera, sin duda, pues ni en las organizaciones obreras las mujeres contaban para mucho en la etapa de lucha, y a estas alturas identificamos con rapidez a las pocas mujeres que pudieron romper el cerco protector que los hombres construyen para defender sus privilegios, incluso, en el liderazgo revolucionario. Ahora bien, que no hubiera acomodo en la posteridad colocando los nombres en listas egregias no quiere decir que no hubiera mujeres imprescindibles para entender el curso de la historia. Y no sólo como teóricas del estilo de Zetkin o Luxemburgo, sino a pie de obra, organizando, resistiendo, combatiendo y dando forma a una militancia transformadora de mayor valor que la de los hombres pues, al mismo tiempo que ejercitaban su compromiso, debían combatir los prejuicios machistas de una vanguardia revolucionaria instalada en los estereotipos de la sociedad que quería destruir.

En la república española, las mujeres que defendieron el derecho al sufragio entraron en contradicción con las mujeres socialistas o revolucionarias, y la contradicción se debió al viejo problema de la mujer en la sociedad española dependiente del púlpito y el dominio familiar. Campoamor contra Nelken, por ejemplo, que escribía en El Socialista y que defendió en su vida con arrojo particular los derechos de las mujeres trabajadoras actuando sobre la realidad de los problemas vitales de la mujer sometida, humillada, violada por sus amos, madre soltera, excluida de la sociedad y, por tanto, el sujeto principal de una lucha indispensable.

Campoamor defendía desde el Partido Radical el espíritu liberal de la igualdad de derechos y, aunque despreciada por los suyos, hacía legítima correspondencia entre sus ideas y los hechos de su tiempo: No habría república social, de progreso, avanzada en el siglo si no había un papel en ella para las mujeres. Y el primer paso no era sólo la elegibilidad, sino también el derecho a elegir. La izquierda, temerosa de perder electoralmente los avances logrados, ponía en cuestión no el hecho, sino la oportunidad en el momento ascendente de las fuerzas reaccionarias. Terrible contradicción, es cierto, sobre todo por los resultados que se produjeron en el 33, dando paso al bienio negro de la CEDA. Pero aunque algunos estudios posteriores y bien recientes ponen en cuestión que aquel resultado fatal para la republica se debiera al sufragio femenino, es inaceptable cuestionar la conquista de derechos por cuestiones puramente tácticas. Entre los errores del partido radical y socialista en aquel periodo, hay muchos que catalogar antes que el de culpar por sus fracasos al voto de la mujer. La historia bien contada es el testigo irrefutable de esta idea.

El caso es que no mucho más tarde las voces que defendieron con mayor arrojo a la República traicionada fueron las de Ibarruri o la de la misma Margarita Nelken, a quién corresponde el llamamiento a la defensa de Madrid en Radio Nacional mientras el Gobierno de hombres corría hacia Valencia para buscar mejor acomodo.

Ahora se desdibuja la cuestión ideológica y de clase. Lo comprendo en este entorno de las modas doctrinales: Por rechazo, ya nada tiene de ideológico y todo se mueve en el mismo plano de un único pensamiento. Y esta lamentable idea se defiende en el momento en el que una feroz crisis capitalista amenaza con retrotraer las conquistas sociales de los trabajadores a un tiempo anterior al estado de bienestar, de tal forma que el pensamiento único sea, finalmente, el liberal doctrinario del siglo XIX, de consecuencias tan terribles para millones de seres humanos, muchos de ellos mujeres que verán, de nuevo, reproducidas las relaciones de dominación de clase aplicadas a su situación y en su entorno social.

Yo creo que ya es tiempo de una nueva respuesta social y que si no queremos vernos abocados a un mundo de relaciones sociales similar al de la explotación en Asia y el sudeste asiático, si queremos tomar nota de la revuelta juvenil de los países dominados por feroces dictaduras en el mundo árabe, y si queremos comprender que las conquistas no pueden tener retroceso, el primer paso es el de encuadrar las luchas en un proyecto contextualizador y transformador, que consiga un modelo social opuesto a este en el que el desarrollo natural de todas las personas este garantizado de un modo pleno.

Y para ello es indispensable el papel de la mujer trabajadora, una fuerza revolucionaria que garantiza por su propio impulso mover el eje sobre el que pivota esta sociedad enferma.

Y en ese contexto no termino de ver cual es la aportación que puede hacer la madre de la mujer de Agag, la concejala Botella, ni creo interesante en absoluto la opinión de marquesa alguna, ni veo la coincidencia de intereses entre una política de 240.000 euros al año y una masa social de mujeres explotadas y sometidas como la que aún hay en nuestra sociedad. 

Puede que, al final, haya todavía una oportunidad para una sociedad en la que nadie sufra ningún tipo de explotación. A las mujeres que luchan por ella, es a quienes quiero felicitar en la conmemoración de la mujer trabajadora.

Rafael García Rico

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