domingo, mayo 5, 2024
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En Afganistán no basta la determinación

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Si se pudieran ganar guerras en reuniones, el General David Petraeus ya habría acabado en Afganistán. Esta es la crónica de la que fue su magistral presentación en Kabul el mes pasado — y luego algunas cuestiones difíciles de responder.

Los ayudantes del General llegaron primero, transportando seis caballetes de madera igual que si estuvieran montando una exposición en una galería. Luego entraron las tablas, de un metro de alto, mostrando un amplio abanico de información tan densamente relacionada como una tela de araña. Y luego entró en la estancia Petraeus, saludando a su audiencia de forma brillante y beligerante a la vez.

He visto a Petraeus dirigiendo muchas sesiones con los años, y es un poco como ver actuar a un mago. Incluso si usted ha visto el número con anterioridad y conoce el percal, sigue quedando hipnotizado. Él tiene la habilidad de hacer que la gente se convenza de que lo imposible es factible, después de todo. Lo hizo en Irak, y es totalmente posible que esté a punto de hacerlo en Afganistán. Pero esta vez será un trago.

El plan de campaña en Afganistán, en la clásica tónica de Petraeus, aborda el problema de forma multidisciplinar: Es jerárquico a la hora de levantar el ejército afgano, y progresivo a la hora de formar a las milicias tribales conocidas como Policía Local afgana. Todo es fuerza militar, especialmente las letales incursiones nocturnas de las Fuerzas Especiales estadounidenses, y también hacer que funcione la administración pública en este país corrupto cogido con alfileres.

El gráfico más interesante de la reciente sesión informativa de Petraeus es el que se llamaba «Operaciones de Estabilidad Rural», que ilustra la forma en que los equipos de las Fuerzas Especiales protegen la integridad de los valles montañosos escarpados al norte de la provincia de Helmand. Con el curso de este año, Estados Unidos ha encontrado bolsas locales de población en las que los ancianos locales acusan la presencia de los talibanes — y ha enviado a los Boinas Verdes a organizar la resistencia local.

El plan de campaña es muy disperso y es fácil pasar por alto lo que está sucediendo. No hay grandes «batallas de Kandahar», por ejemplo. En lugar de eso, los efectivos estadounidenses están saneando los cinturones infestados de talibanes que rodean los núcleos urbanos y destacando cifras significativas de pequeños pelotones de combate con efectivos afganos. La idea es seguir ampliando estas «burbujas de seguridad» hasta que los talibanes sean expulsados de los centros de población.

Como cualquier guerra, este conflicto se decide en última instancia por la determinación, y América tiene una ventaja en Petraeus, una de las personas de voluntad más firme que cabe esperar conocer. Pero esta mentalidad de ganador no basta. La historia demuestra que son tres las variables imprescindibles a la hora de combatir a una insurgencia — un proceso real de reconciliación; nada de refugios para el enemigo; y una administración anfitriona competente. Ninguna de las tres cosas está presentes en Afganistán.

De manera que he aquí unas cuantas preguntas para que Petraeus reflexione al acabar el año. He ido recogiéndolas de estrategas dentro y fuera del gobierno que esperan tener éxito, pero temen que el plazo sea corto:

– ¿Cómo puede Estados Unidos crear más incentivos para que el gobierno afgano asuma el control? ¿Hay alguna forma de crear un «efecto variación» de forma que cada vez que los afganos reúnan otros 10.000 efectivos — y Estados Unidos desmovilice a una cifra similar de militares — se produzca un efecto positivo palpable que los afganos puedan intuir?

– ¿Cómo puede hacer Estados Unidos que «la reconciliación y la reintegración» avancen a mayor velocidad? ¿Quién puede impulsar el proceso con la pasión manipuladora de un Henry Kissinger? (En realidad Petraeus podría encajar en ese patrón). ¿Habría que alterar las precondiciones de la participación talibán?

– ¿Cómo se puede cuadrar la banda de Pakistán? ¿Podemos involucrar a los paquistaníes de forma más directa en los esfuerzos de reconciliación? ¿Debemos seguir su consejo y negociar con sus amigos de la red Haqqani? ¿Podemos desviar parte del presupuesto anual de Afganistán de 100.000 millones de dólares para comprar la paz en las zonas tribales?

– ¿Cómo se puede dar un mejor uso a la CIA? La Guerra de Afganistán empezó como acción paramilitar de la CIA. Puede que tal vez deba acabar también de esa forma. Las autoridades paquistaníes dicen que han permitido que la CIA abra una base nueva en Quetta. ¿Pueden iniciarse más operaciones encubiertas Estados Unidos-Pakistán en Baluchistán y en las zonas tribales?

– ¿Cómo puede negociar mejor Estados Unidos, entre bambalinas, con el rompecabezas del Presidente afgano Hamid Karzai? ¿Hay que presionarle? ¿Ignorarle? ¿Prescindir de él?

El plan de campaña de Petraeus, por utilizar una analogía sencilla, es el equivalente a reparar una vieja silla rota — pegar las piezas y mantenerlas en su lugar mediante una serie de sargentas. Pero nadie sabe decir cuánto tiempo aguantarán las «sargentas» estadounidenses, cuánto tiempo tardará en secarse «el pegamento» de la transición, ni lo carcomida que está la «madera» afgana. Son variables inciertas a las que Petraeus desde evitar exponerse, al mismo tiempo incluso que saca el éxito adelante.

David Ignatius

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