domingo, mayo 5, 2024
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Negocios con Rusia

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La visita del presidente Ruso Medvedev merecía primera plana en la edición digital del New York Times a media tarde de ayer. No era por la visita sino por las declaraciones del dirigente ruso, que marcan un pasito adicional en la estrategia de cooperación que ha abierto la Administración Obama. No es una novedad, en su día W. Bush miró el fondo de ojo de Putin (previo contraste en Quintos de Mora con el presidente español, José María Aznar, que empezaba a ganar sitio a la diestra del inquilino de la Casa Blanca). Aznar le dijo a Bush que Putin era de fiar.

Quien ha visitado España ha sido el sucesor, un viaje de Estado con el Rey como anfitrión y el presidente Zapatero como interlocutor. La reunión de negocios, que es lo procedente entre dos países tan asimétricos como España y Rusia, sin contenciosos incómodos y por oportunidades para compartir y obtener resultados.

Rusia puede ofrecer sobre todo energía, y España necesita esa energía y sobre todo diversificar las fuentes de suministro. No es nada nuevo, al final del franquismo, con Ramón Mendoza como intermediario avispado, el Ministerio de Comercio firmó contratos de abastecimiento de petróleo ruso (soviético entonces) que venían al pelo para asegurar las reservas.

Con perspectiva de futuro los acuerdos energéticos con Rusia tienen pleno sentido, se trata del primer exportador de energía del mundo, y si Europa hace los deberes las redes de gaseoductos deberían conectar Asia y África a través del Estrecho. Energía en red continental forma parte de la lista de soluciones a un problema de futuro: garantizar el suministro de energía en precio y cantidad.

Esos acuerdos implican a empresas del sector, públicas y privadas, pero también a los gobiernos, que no pueden permanecer ajenos al negocio porque forman parte del mismo. El debate que levantó la forzada venta de un paquete de Repsol a una compañía rusa como Lukoil (el que necesitaba vender Sacyr-Vallehermoso) armó una polémica política local de poco recorrido y bajas pasiones (con discurso proteccionista rancio por medio que escondía otros intereses) que ha entrado en otro carril tras la visita de Medvedev.

Los gobiernos español y ruso, y sus compañías energéticas, tienen intereses y oportunidades para compartir provechosamente. Los acuerdos de sociedades rusas con Repsol, Gas Natural, Iberdrola y otras empresas de construcción y de servicios tienen sentido y posibilidades de éxito recíproco si se plantean con rigor. Rusia tiene necesidades tecnológicas y productos que vender y España dispone de mercado, de necesidad y de oferta que proponer. Hace falta que las cosas no se enreden. A los europeos interesa que Rusia comercie y progrese y desde el otro extremo de esa Europa, desde España, viene bien que el gas ruso llegue al Atlántico, también a los vecinos portugueses.

Fernando González Urbaneja

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