jueves, mayo 2, 2024
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E lucevan le stelle

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E lucevan le stelle

Ed olezzava la terra

Entrava ella fragante

Mi cade fra le braccia

O! dolci baci, o languide carezze

Mentr’io fremente

Le belle forme disciogliea dai veli!

Svani per sempre il sogno mio d’amore

L’ora è fuggita…

E muoio disperato!

E muoio disperato!

E non ho amato tanto la vita!

Tanto la vita!

(«Y brillaban las estrellas y olía la tierra….entraba ella fragante , caía entre mis brazos !Oh, dulces besos!!Oh lánguidas caricias mientras yo tembloroso sus bellas formas desataba de sus velos! Se desvaneció para siempre mi sueño de amor…La hora ha pasado !Y muero desesperado! !Y jamás he amado tanto la vida! !Tanto la vida!»)

Esta trágica y deseperada escena de Tosca, sublimada con los compases inmortales de la música de Giacomo Puccini, es, sin duda, uno de los monumentos más amado y celebrado de la lírica italiana de todos los tiempos, junto al “brindis” de la Traviata o la “Marcha Triunfal” de Aida, “La donna è mobile” de Rigoletto, todas de Verdi, “Una furtiva lacrima” del Elixir de amor , de Donizetti y otras cuantas más del amplio repertorio operístico. En su estrofa final, con su do de pecho agudo y dramático, se han enfretado desde su primera representación en el Teatro Costanzi de Roma, el 1de enero del año 1900, las voces más timbradas que en el mundo han sido, incluídas las que hoy día se exhiben en los escenarios de los templos universales de la lírica, La Scala de Milán, el Covent Garden de Londres, el Metropolitan de Nueva York, el Regio de Parma, – la patria de Giuseppe Verdi – , la Fenice de Venecia, el San Carlo de Nápoles o el Liceo de Barcelona.

De lo que pocos se acuerdan, en este año del 2008, que hoy pasa la última página de su calendario, en el que se ha celebrado, en todos esos sagrarios de la lírica, con extraordinarias manifestaciones y conciertos, el 150 aniversario del nacimiento de Giacomo Puccini, es que, también, ha transcurrido, sin pena ni gloria, es más, en un desolador silencio, el 70 aniversario de la muerte, 29 de mayo de 1938, en La Coruña, no sólo del tenor español más grande de todos los tiempos, con unos registros de voz hasta ahora inigualables, sino el más magistral intérprete de Tosca, Miguel Fleta, – desgraciadamente nunca podremos compararlo con Julián Gayarre de cuya voz no se conoce ninguna grabación y cuya grandeza sólo nos es posible saber a través de la crónica periodística de su época, de cuando hacía pareja con Adelina Patti – , sino la voz más sublime que jamás haya entonado el fraseo drámatico de “E lucevan le stelle…”, cuando el pintor Caravadossi está a punto de ser fusilado, ..!e muoio disperato! !e non ho amato tanto la vita! Y poco antes de que Tosca se arroje, suicida, desde lo alto del romano Castel Sant’Angelo.

Tal es la belleza y los registros dramáticos de su voz que , Franz Lehar, el autor de La Viuda alegre, oyéndole cantar Tosca en el Volksoper de Viena, donde alcanza un éxito inenarrrable, llama al proprio Puccini para venga a escucharlo que, después de oir al tenor español y decirle que él no había compuesto esa música para ser cantada de la forma que lo hacía Fleta, cayó rendido ante lo que el compositor no hubiera nunca pensado, esto es, a qué altura de melodioso dramatismo hubieran podido llegar las notas de su partitura.

El gran Giacomo Lauri-Volpi, contemporáneo de Miguel Fleta, escuchándole y viéndole actuar declararía: “No he visto ni oído jamás un cataclisma igual en ningún teatro, ni he asistido a un triunfo de un artista tan emocionante”. Y otro grande de la lírica, el tenor Angelo Masini, 1844-1926, aquel del que el mismísimo Verdi diría: “Es la voz más divina que jamás haya oído, es como de terciopelo”, declararía, a propósito del tenor español: “Miguel Fleta es el mejor de cuantos tenores he oído en mi vida. Lo tenía todo”.

Allá por los últimos años 70, conocí y traté a Mario del Mónaco, – había nacido en Florencia el 27 de julio de 1915 y moriría en octubre de 1982 – , la gran voz de la lírica italiana y mundial de la segunda mitad del siglo XX, ya retirado de la escena, a causa de un grave accidente automovilístico que le tenía sujeto a diálisis en su villa de Lancenigo, cerca de Treviso; e incluso le grabé, una vez, un programa para la TVE que concluía sentado en el piano y entonando los primeros versos de “E lucevan le stelle…”. Mario del Mónaco, del que se afirma que ha sido el mejor Otelo de todos los tiempos, físico cinematográfico, amadísimo del público de todo el mundo que caía en delirio cada vez que interpretaba al moro de Venecia, y que tantas veces representó, también, el melodrama de Tosca, me confesó que, aunque nunca había oído cantar a Fleta e un teatro, conservaba toda una colección de antiguos discos, en 78 revoluciones, del tenor español y que, desde luego, jamás había escuchado una voz tan perfecta, ni la de él mismo, fraseando las notas del tercer acto de la obra de Puccini. Recordaba, de cuando muy joven y estudiante de música en Pésaro, que Miguel Fleta para todos aquellos que le habían oído cantar en los escenarios italianos, privilegiados testigos de sus triunfos, era el más grande de todos, por encima, incluso del mítico Enrico Caruso, su contemporáneo.

El decimocuarto hijo de una pobre familia rural, que había nacido el primero de noviembre de 1897 en Albalate de Cinca, un pueblecito de la provincia de Huesca, ya a los ocho años ayudaba a los suyos labrando la tierra y haciendo de pastor, – al igual que hiciera, muchos años antes Julián Gayarre. Después de recibir sus primeras lecciones de canto en Barcelona, en 1917, consigue una beca para estudiar en Italia y debuta en Trieste con el papel de Paolo, en Francesca de Rímini¸ el melodrama inspirado en la trágica historia de Paolo y Francesca, amantes adulterinos inmortalizados por Dante, que coloca a los dos desgraciados enamorados en el el segundo círculo de su Infierno, dando paso a los versos más inspirados de la “Divina Comedia”: “..Amor ch’a nullo amato amar perdona..(Infierno, Canto V).

Desde entonces es un triunfo continuo, de escenario en escenario, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Austria, Italia, España, Japón, donde le llaman “el tenor de la voz de rayo”…En 1927 sufre un violento ataque de larinrigitis y aunque, una vez repuesto, continua cantando, pierde la seguridad en si mismismo. En 1931 adhiere a la causa republicana y graba un disco con el Himno de Riego. Poco más tarde, y al parecer por intervención de José Antonio Primo de Rivera, se afilia a Falange Española e, incluso, graba un disco con el Cara al sol. Su última aparición en los escenarios, representado al “Don José”, de la Carmen, de Bizet, que había sido uno de los grandes éxitos de su carrera, es el 27 de abril de 1937, en Lisboa, cuando su patria española se debatía en la inmensidad del drama de la Guerra Civil. Un fulminante y agudo ataque de uremia acaba con su vida, el 29 de mayo de 1938, en La Coruña.

Conservo una vieja grabación con varias canciones interpretadas por Miguel Fleta que, también proceden de un viejo disco de baquelita, de 78 revoluciones, que conservo como oro en paño, El caserío,el duo de la Africana, el brindis de Marina…y E lucevan le stelle. Y aún no comprendo el porqué de este olvido ¿quizás meditado por su tardío falangismo y haber cantado el Cara al sol ?. No me atrevo a decir que si, pero tampoco a pensar que no. Porque el arte no pertenece a ningún partido, ni es de derecha, izquierda o centro y porque Miguel Fleta impuso el nombre de España en todos los países en que tocó tierra y que fueron los de medio mundo.

Hoy hay un tufillo maloliente en el mundillo artístico español. Primero los huéspedes habituales y reverenciales de la bodeguilla de Felipe Gónzalez, después los adictos aznarinos del señor del bigote, hoy afeitado, mela suelta y hombre de negocios, y actualmente los manifestantes monclovitas protegidos por el zapaterismo rampante que se creen con el deber de manifestarse, a cada paso, con proclamas rojeriles y firmas en pliegos de periódicos, esperpénticas antigüallas para conservar sus privilegios y, sobre todo, sus exhorbitantes cachés a costa de declararse enamorados tercermundistas y solidarios con la pobreza ajena, guardándose muy bien de aumentar su propia riqueza.

Y lo que menos comprendo todavía es como el mundo cantarín español celebra aniversarios, conmemora triunfos recientes, es un decir, de cuatro pedorras o pedorros, que de todo hay, que cantando en un aproximado inglés o en algunas de las múltiples dicciones nacionales, ritmos insulsos copiados de Madonna, o cosas así, mordiendo un micrófono para aumentar las poquedad de sus insignificantes voces, se creen haber conquistado el olimpo de la música ligera y se olvida del que fuera, a pecho abierto, de cara al público, sin ningún artilugio electrónico que sirviera de abrigo o proteccción a su portentosa voz.

De verdad que no lo comprendo o quizás si. Reina la ramplonería, el mal gusto, la falta de estilo, en un deslizarse imparable hacia el vacío.

Me declaro fletista, no he dejado de serlo desde que escuché la mejor voz que nunca tuvo la lírica española, de cuando adolescente, escuché en mi casa, en un viejo disco de baquelita, sobre un gramófono de cuerda “..E lucevan le stelle…”. Horas antes de que termine este desgraciado 2008, en el 70 aniversario de su muerte, me gustaría rendir el homenaje de estas letras a “la más grande voz de España”.

Javier Pérez Pellón

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