Los Demócratas norteamericanos suelen presumir en vísperas electorales. Por suerte o por pericia, los presidentes demócratas siempre han tenido un mejor desempeño económico que los republicanos: la media de crecimiento de PIB es 1.8 puntos porcentuales superior para los presidentes demócratas. La mayor tasa de crecimiento se produjo con Truman (demócrata) y la más baja fue con un republicano (George W. Bush).
Krugman, premio Nobel y liberal, demócrata casi hasta el activismo, ha declarado que ante una crisis financiera o económica, mejor Clinton. Los analistas demócratas americanos consideran que la insostenible senda de crecimiento chino o la mala ejecutoria del mercado del petróleo acabarán por producir una nueva crisis y, en eso momento, mejor la predecible gestión demócrata, opinan, que el imprevisible Trump.
Los republicanos suelen aducir la mala situación de la clase media blanca, trabajadores de los sectores tradicionales y, especialmente, el endeudamiento como expresión de los trucos demócratas para el crecimiento.
Cierto es que las recetas republicanas nunca dieron resultado histórico (ni las reducciones de impuestos producen mejoras en las recaudaciones ni los recortes del estado crecimiento) pero el electorado Trump no se anda con verdades estadísticas por el mundo electoral.
Impulso del crecimiento
Los demócratas han mantenido una política de recortes de impuestos a las clases medias y una orientación empresarial, de base tecnológica con economía pública de infraestructuras.
Esto que siempre fue así en el ideario demócrata, seguido por Clinton y Gore, ha sido siempre el mantra y Hillary lo sabe. Lo que ella añade es una conversión de las minorías en capital social y humano: ayuda a las mujeres, imposición del permiso maternal, rescate universitario, refinanciando deuda, garantía de matrículas escolares y universitarias.
Los demócratas se proponen aumentar el salario mínimo, ampliar las horas extraordinarias, y alentar a las empresas a compartir las ganancias con los empleados.
Los impuestos
Hillary se propone aumentar los impuestos sobre ganancias de capital a corto plazo para los que ganan 400 000 dólares o más al año, el 0,5% de los contribuyentes. Además, Clinton elevaría algunos impuestos sobre la renta, aumentando impuestos sobre la renta al 10% de los ingresos, los que ganan más de 5 millones al año.
Ella es del “establishment”, una elitista dicen en la ruidosa y enfadada ala de izquierdas de su partido pero, por si acaso, a algún banco se le ocurre enredar ha propuesto una tarifa de riesgos aplicable a todos los bancos con más de 50 mil millones en activos, altos niveles de deuda, o exceso de dependencia de la financiación a corto plazo.
La política exterior.
En el caso de los Estados Unidos, la política exterior es consustancial a la política económica. El trato de la inmigración y la relación con los países emergentes y el comercio y el endeudamiento, se ha convertido en una clave de la campaña de Trump.
Clinton se opone a la Asociación Trans-Pacífico. Su argumento es que debe irse más allá: producir nuevos empleos, aumentar los salarios, y proteger la seguridad nacional. Apoya los tratados de libre comercio, ante la sorprendente, por novedosa, oposición republicana.
Los norteamericanos y norteamericanas gustan mucho de las historias de conspiración. Es difícil creer, como los medios demócratas se han puesto a decir, que Trump sea un agente de Putin. No es tan difícil de creer, eso si, que enredados ambos en amistades con oligarcas sospechosos, el Presidente ruso crea que la economía de Trump pueda debilitar los acuerdos occidentales.
En ese entorno, Hillary se siente encantada siendo predecible. Solo necesita que los radicales hijos e hijas enfadados de la clase media no se sientan tentados por el populismo y mantengan el acuerdo social que los demócratas tienen establecido con las minorías sociales.
Miguel de la Balsa