martes, abril 30, 2024
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Así se las ponían a Felipe II, y al PP

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La primera vez que me acerqué a una mesa de billar comprobé que era -como casi todo- más difícil de lo que parecía. Enseguida comprobé también que tenía su propio lenguaje, desde la denominación de las bolas (“la roja”, “la blanca” y “la pinta”), hasta la carambola pasando por tres bandas, que daba nombre a un modo de juego habitual en los campeonatos. Aprendí, no sin sonrojo por mi ignorancia, una serie de frases hechas que completaban el argot: “picas más que un pollo en la basura”, “este no sabe ni coger el taco”, o la que hoy parafraseo “así se las ponían a Felipe II”, que al parecer consistía en que situaban dos bolas de manera que el monarca con empujar levemente la tercera conseguía inevitablemente la carambola.

Recordaba estos días la frase de marras al observar cómo se iniciaba la legislatura nacida de las elecciones del 20 de noviembre. Que un partido, el PP, tuviera mayoría absoluta, no es nuevo; le ocurrió, repetidamente, al PSOE con Felipe González, e incluso al PP en el segundo mandato de Aznar. Lo que marca la diferencia es lo que el grupo dominador tiene al otro lado de la cámara. Hagamos un leve zoom y veamos: un abarrotado grupo mixto en el que se integran, en complicada convivencia, regionalistas moderados de derechas, de izquierda, independentistas y hasta herederos  de abertzales ilegalizados; poco más allá, y con grupo propio, Unión Progreso y Democracia, encabezado por una líder que se marchó del PSOE tras perder estrepitosamente unas primarias, pero que mantiene una trayectoria y programa político muy definido, pero que nadie es capaz de descubrir entre frases hechas para buscar titulares de prensa. Continúa la presencia de vascos del PNV y catalanes de CIU, que nadie sabe sin son de izquierdas, de derechas, o de España, sino del sol que más caliente a sus intereses nacionalistas. Ha rebrotado con fuerza IU, que yo no digo que no sea Izquierda, pero sí afirmo que no es Unida. Tienen un cabeza de lista, férreo en sus afirmaciones, coherente en su discurso, pero que se torna posibilista y maleable cuando sus correligionarios deciden lo contrario a lo votado por la dirección y posibilitan gobiernos que para sí hubiera querido el Anguita inventor de la pinza.

Llegamos, por fin, al grupo mayoritario de la oposición, el PSOE, en el que ya no está el denostado Zapatero, y en que los que están aún no se sabe si representan a todo el partido, a la mitad del partido, o a casi nadie del partido. Rumian unos la pasada derrota electoral y hablan de futuro; otros hablan de refundar y renovar ideas que llevan alumbrando desde hace once años y todos afirman un vehemente deseo de abrir el PSOE para lograr apoyos que no terminan de tener claros entre la nomenclatura del partido. Ensimismados en el futuro a un mes visto, dejan a José Antonio Alonso la tarea de ejercer en el Congreso la oposición a nuevos ajustes, perdidas de derechos laborales y lo que Europa pida.

Con este panorama, el PP sube impuestos “por el elevado déficit que nos hemos encontrado”. Pero, ¿esos 16.500 millones que vamos a pagar no eran los previstos hace dos años para pasar del 6 por ciento al 4,4 que nos exigía Europa? Si hay más deuda tendrán que hacer más recortes ¿no? ¿O eso se deja para después de las elecciones en Andalucía? Mientras, a una semana vista van a aprobar una reforma laboral que los sindicatos no firmaran, pero que les impondrán por decreto, convenientemente validado después en las Cortes por su Mayoría absoluta y el pataleo inútil de una oposición sin discurso de tal. Por cierto, ¿alguien sabe que ha sido de aquel batallador 15-M?
Lo dicho: que al PP se las han puesto como a Felipe II.

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