jueves, mayo 2, 2024
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Si comemos mal somos más vulnerables al coronavirus  

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En estos días en los que el número de contagios de covid-19 aumenta continuamente y el temor a volver a un nuevo confinamiento es cada vez mayor, parece que la única solución reside en el desarrollo de una vacuna efectiva.

A pesar de que, evidentemente, esto ayudaría a hacer frente a la pandemia, los diferentes estudios que se han llevado a cabo hasta la fecha con pacientes de covid-19 han demostrado la enorme importancia que tiene el estado nutricional en la aparición de la enfermedad y su evolución.

En este sentido, se ha observado que la desnutrición (calórica y/o proteica) es un factor de riesgo para el covid-19, que afecta a distintos niveles.

Por un lado, el sistema inmune de pacientes con desnutrición no funciona correctamente, lo que aumenta la susceptibilidad a la enfermedad.

Por otro lado, se ha observado que la desnutrición puede producir cuadros más severos de la enfermedad, así como dificultar la recuperación de los pacientes.

Al respecto cabe destacar que las estancias hospitalarias prolongadas, donde la movilidad del paciente es reducida y/o se requiere de respiración asistida (como ocurre en pacientes con covid-19), producen una pérdida de masa muscular en los pacientes que puede agravar la desnutrición.

No hay que olvidar, además, que la desnutrición suele ser más frecuente en personas mayores, colectivo que ha sufrido especialmente los efectos de la pandemia. Por ello, cada vez son más los expertos que apuntan a la necesidad de protocolos nutricionales específicos para pacientes hospitalizados con covid-19.

Todo indica que una valoración temprana del estado nutricional del paciente permitiría diseñar un plan personalizado que ayudaría a cubrir sus necesidades de energía y nutrientes. Como consecuencia, se mejoraría la situación general del paciente covid-19 (cuadros clínicos de menor severidad) y se disminuiría el tiempo de hospitalización.

En el caso de personas no hospitalizadas, mantener una dieta equilibrada que asegure una ingesta adecuada de energía y nutrientes, así como mantener un estilo de vida activo y saludable es la mejor opción para evitar la desnutrición y los problemas derivados.

Parece indiscutible que diseñar e implantar intervenciones para evitar la desnutrición en colectivos concretos debería ser una estrategia a tener en cuenta, más aún si se aplica a colectivos considerados de riesgo (como el de las personas de edad avanzada).

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