jueves, mayo 2, 2024
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Los fantasmas y el cisne

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Hay libros cuyo nacimiento merece una doble celebración: por la calidad que los distingue y por la existencia misma de la obra que los sustenta. La aparición de Cisne en prácticas, de Gemma Serrano (Montalbo, Cuenca, 1973), bajo el sello de Ediciones Vitruvio, es motivo de regocijo para los lectores, efectivamente, tanto por la primera razón como por la segunda; en especial por la segunda, pues la calidad extraordinaria de esta obra se halla en directa relación con su existencia misma, y para ser más exactos, con la construcción del sujeto poético que la protagoniza de manera subyugante, partiendo de la premisa cervantina y quijotesca de “la razón de la sinrazón”.

En lo que supone su debut literario, tan fulgurante y vertiginoso como reflexivo, la autora forja y articula una voz que ha sabido sobreponerse al peor de los silencios: el de la negación o menosprecio del yo (“Porque soy tartamuda / me amordazo, me devoro el aliento / y no piso los charcos ni me mojo”).

La razón de la sinrazón de una voz vulnerada es la locura de su canto, de su poder para cantar, para dibujar el autorretrato femenino –“Soy mujer de palabras”- tan cabal y lleno de aristas como el que propone Cisne en prácticas. Vida y canto, vida y lenguaje, vida y poesía superan hipotecas del ayer (“Me alimentaron de final y mármol”) y, desde el hecho mismo de la escritura, y a pesar de que “algunas noches duerme la tristeza / en las cuatro esquinitas de mi cama, / y también se me inflaman sin motivo / los puntos cardinales”, la mujer “in black” de este libro aprende –cantando, diciendo, creando- a “vivir en diagonal”, que tal es el título de uno de los mejores poemas contenidos en el volumen: “Vivo de lado a lado, en diagonal / de rima sospechosa. / Algunos lunes cruzo hasta algún jueves / que incrédulo recibe / mi auténtica asonancia”.

Sin duda, uno de los rasgos que explican la potencia expresiva de la voz de Gemma Serrano es el uso inteligente de la ironía y del humor, como queda patente desde el propio título de la obra.

Las prácticas de ese cisne intensifican el patetismo, la desvalida ternura que recorre el libro entero, pero al mismo tiempo muestran la fortaleza íntima de la sonrisa y el revés de las sábanas de todos los fantasmas.

Precisamente los fantasmas –quizá muertos en vida, pero aquí más vivos que muertos- cobran una relevancia explícita en la tercera de las cinco secciones, “Mi razón enflaquece”. “Fantasma busca grupo de trabajo / con vasta experiencia en sustos de muerte”, leemos en el poema “Breve de espíritu”, y en otro titulado “Estilística espectral”: “Los fantasmas, / estoy empezando a creer, / somos todos poetas”.

La exhibición de ingenio se halla siempre al servicio de la fluidez del discurso, lo que otorga a Cisne en prácticas la carta de naturaleza de una tregua genuina en el dolor, ganada a fuerza de temple creativo: “La lluvia cesa hoy y alargo el plazo, / salvada de naufragios y tormentas”.

A ello hay que sumar un dominio del verso cifrado primordialmente en armonías clásicas, y con ocasionales guiños a la tradición en forma de rotundos sonetos y –lo que sorprende aún más- de emocionantes liras: “Me espera en el andén / llegar con mis heridas, siempre a solas. / Se va el último tren. / Mi padre, rompeolas, / es campo en primavera de amapolas”. Razones todas ellas sobradas y más que fundadas para afirmar, sin temor a errar el juicio, que, con la publicación de Cisne en prácticas de Gemma Serrano, estamos ante la ópera prima más notable del presente año poético en España.

Gemma Serrano: CISNE EN PRÁCTICAS. Ediciones Vitruvio, Colección “Baños del Carmen”, nº 650; Madrid, 2017; 100 páginas.

Antonio Daganzo

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