miércoles, mayo 1, 2024
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Piden un paso más hacia la profesionalización de los actores con discapacidad

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En declaraciones, tanto Eloísa Peña como la directora de esta compañía canaria vinculada a la ONCE, Blanca Rodríguez, coinciden al afirmar que el problema de ceguera es de la sociedad, que debe de superar la discapacidad que suponen los prejuicios en torno a las personas invidentes o con deficiencia visual grave.

Antígona, que junto al movimiento teatral ONCE recibió en 2013 el Premio Max de Teatro Aficionado, ha puesto en escena esta semana en el Templo de Diana de Mérida la comedia «Afrodita», inspirada en la famosa película de Woody Allen «Poderosa Afrodita», en la que el protagonista es un coro griego que ve peligrar su existencia cuando uno de sus actores, Orestes, cansado de su condición de actor pobre y sin expectativas de triunfo, decide abrirse camino en el cine.

Para Eloísa Peña, que se quedó ciega con 31 años y que también necesita audífonos, uno de sus sueños como actriz se ha cumplido, «estar aquí en Mérida»; pero, como a Orestes, le quedan otros por realizar, que «no me rechacen por tener una discapacidad y que esas puertas no se cierren», afirma tras relatar como se ha presentado a cástines en los que no la han tenido en cuenta por ser invidente.

«Yo creo que si somos capaces de hacer teatro, somos capaces también de estar en una película e interpretar el papel que nos propongan, pero no lo quieren ver», asegura, además de precisar que es muy curioso que incluso para interpretar a una persona ciega siempre cojan a actores que ven.

Tanto ella como Blanca Rodríguez reconocen que la sociedad va cambiando y que la película «Campeones», de Javier Fesser, supuso un paso en el reconocimiento de los actores con discapacidad, pero también inciden en que queda mucho camino por recorrer para la profesionalización de estos y especialmente de los actores y actrices ciegos.

Es más Rodríguez, que también es actriz profesional, va más allá y critica que esa «sociedad ciega y discapacitada» a la que ella continuamente se refiere «parece que está hecha solo para los perfectos y los jóvenes y no es así, porque los seres humanos no somos siempre jóvenes y perfectos».

La directora de Antígona en los últimos cuatro años reivindica precisamente la autenticidad de los actores invidentes aficionados con los que ella trabaja, ya que, a su juicio, son un «ejemplo de entrega total y absoluta» en la que la emoción es «mucho más pura y menos contaminada» que la de los profesionales.

Tanto Blanca Rodríguez como Eloísa Peña reivindican, por otra parte, el carácter terapéutico del teatro, ya que consideran que la actividad teatral hace a todos superar muchos miedos e inseguridades y ayuda especialmente a las personas con dificultad visual a mejorar su movilidad al tener que estudiar el espacio escénico y aprender a moverse por él.

Así, Eloísa reconoce que tiene un nombre teatral, pero aclara que ella, a diferencia de la protagonista de la obra de Jardiel Poncela, no está «debajo de un almendro», sino «tirando barreras, abriendo puertas y ventanas, saltando muros» para superarse a sí misma, porque tras su ceguera y su sordera, «sigue habiendo vida» y tiene que llenarla con su pasión, el teatro.

Por su parte, Blanca, que ve que a veces en las familias «hay un exceso de protección ante la discapacidad», anima a todos, independientemente de cuales sean sus capacidades, a «trabajar, luchar, levantarse y andar», algo que, según valora, le enseñan cada día sus actores.

 

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