sábado, mayo 4, 2024
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El caracol sobre la hoja de afeitar

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Voy a cumplir cincuenta y cinco años. He vivido más de diez vidas en una y presiento que mi tiempo sobre la faz de este mundo, está concluyendo. No solo por la edad, sino porque estoy penetrando en esa fase del tiempo en la cual, la naturaleza humana se torna frágil, las enfermedades agresivas y eres incapaz de reconocer la cara de aquel muchacho lleno de vitalidad que fuiste, al mirarte en el espejo.

Amé a las mujeres como son, sufrí todo lo que ellas desearon hacerme sufrir. Tuve hijos; sentí el ardor de la lucha en los músculos, la tristeza en mi alma, el frio de la dura tierra castellana y el reconfortante calor del estío sobre mi piel. Sentí mi patria como mía, a  la vez que recorrí países exóticos y lejanos. Intenté, como pude, hacer que este mundo fuera mejor y seguramente hice daño a alguien sin querer, por lo que pido humildemente perdón.

Me interesé por la política, la filosofía y, en general, por todo lo que significa conocimiento, la gran memoria de la humanidad y a la vez su futuro. Creí ver a los Reyes Magos en las noches de mi infancia. Quise ser torero, astronauta, bombero, soldado, padre y madre a la vez, para terminar siendo escritor, o al menos eso creo. No sé cuántas de esas metas logre, pero me esforcé cada día, al despertar cada mañana, en conseguir lo más difícil que se puede alcanzar en la vida: ser un hombre, ni más, ni  menos.

No miro hacia atrás con odio, ni rencor, ni miedo, ni ira, ni siquiera con nostalgia. Siempre subo un peldaño más, a sabiendas de que espera el último y postrer rellano que me sumirá en la oscuridad.

Serví durante muchos años a los demás, arriesgando la integridad y la propia existencia. Me olvidé en ocasiones de mí mismo, al igual que aquellos a los que salve o ayude se olvidaron de mí. Pero jamás lo tuve en cuenta. Hay personas que nacen para hacer felices a otros y personas que pasan su tiempo entre los vivos deseando verlos muertos. Yo soy de los primeros.

«Yo siempre me deslicé por la vida como un caracol sobre una hoja de afeitar: con el peligro de terminar cortado en dos»

Hice lo que quise, lo que deseé, siempre a mi manera. Pero aceptando la responsabilidad por los propios actos. Me debatí en la ardiente frontera que separa el deber y las convicciones personales. La mayoría de las veces venció lo primero y en pocas ocasiones lo segundo. Y aunque parezca que estas letras están cargadas de pesimismo, nada más lejos de la realidad.

Doy gracias a quien corresponda por haberme permitido, ejercer el libre albedrio. Doy gracias a quien corresponda por haberme permitido vivir en plenitud tanto años. Y sobre todo, doy gracias a quien corresponda, por haberme permitido sentir el viento del mar sobre mi rostro, la lluvia sobre mi cuerpo, las caricias de unas manos ajenas sobre mi piel y el dolor en mi corazón.

La gran mayoría de los hombres y mujeres, intentan escoger-por acomodo o pereza-, el camino fácil. Pocos son los que transitan por la senda tortuosa y difícil. Yo lo hice y no me arrepiento. Lo fácil, lo sencillo, es patrimonio de todos. Lo complicado, lo imposible, de unos pocos.

Muchos caminan sobre una gran escalera mecánica que les lleva a su destino, sin preguntarse siquiera donde van. Yo siempre me deslice por la vida como un caracol sobre una hoja de afeitar: con el peligro de terminar cortado en dos.

José Romero

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