domingo, abril 28, 2024
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Sálvese quien pueda

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Semanas apasionantes estas, las que estamos viviendo y las que faltan hasta el próximo 20 de diciembre cuando a medianoche sepamos en qué se concreta tanta agitación como la que hemos vivido a lo largo de esta legislatura y, especialmente, desde que las pasadas elecciones europeas empezaron a esbozar un tablero político distinto, más fragmentado, más incierto. Semanas apasionantes para todos, y de pasión para algunos.

Miren a Podemos

Hace un año planeaban en Vistalegre tomar los cielos no por consenso sino por asalto. Hoy son ellos los que se sienten asaltados. En un entorno tan lábil como el político, dan muestra de fatiga de materiales tras poco más de un año sometidos al escrutinio público.

Les ha perdido la soberbia y el mal de altura, una altura en la que nunca han estado pero en la que se creyeron cuando encuestas irreales les daban como primera fuerza de España y se dedicaron a actuar como si las urnas fueran un mero trámite ya pasado y no un desafío constante e inapelable. Lo advertimos en estas mismas páginas: un partido sin pasado no tiene voto oculto. Asombra pensar que llegó a pronosticársele un 28% a quien se le ha declarado un voto directo del 15% de media.

Porcentaje, por otro lado, nada desdeñable para quien, desde que ha aterrizado en el escenario político, nada ha ofrecido que no sea indefinición programática y disciplina interna militar, así como grandes dosis de resquemor contra un panorama mediático que le ha dado el mejor trato que ha recibido un político –partido o líder– en este país. Será que “la existencia de medios de comunicación privados ataca la libertad de expresión”…

O miren al PP

Tras el tremendo golpe de las elecciones europeas prefirió mirar para otro lado, regodeándose en una victoria pírrica sin atender ni entender el terremoto que se había producido bajo sus pies, al dejarle en la estacada casi la mitad de quienes le habían votado en las últimas generales, lo nunca visto en nuestro país en tan breve lapso de tiempo.

Lejos de reflexionar sobre lo sucedido, siguió adelante como si nada, ignorando el sufrimiento de una ciudadanía vapuleada por dosis letales de recortes sociales, pérdida de derechos laborales, recortes salariales y subidas de impuestos, mientras se les decía desde el Gobierno que había alegría en las calles. Tuvieron que suceder las debacles de Andalucía (20 puntos menos que en las generales) y de las municipales y autonómicas (18 puntos menos que en las generales) para que en Génova empezaran a darse cuenta de que la cosa iba en serio. Bueno, no mucho, en los días siguientes al desplome popular el presidente del Gobierno seguía echándole la culpa de todo al “martilleo constante de las televisiones” con los casos de corrupción de su partido. Como si la gente no sufriera en carne propia el crecimiento exacerbado de la desigualdad y el aumento desaforado de la pobreza.

No contento con ello, cometió el mayor de los errores estratégicos para el Partido Popular: convocar las generales tras las catalanas. Como aquí advertimos, Rajoy hizo a Ciudadanos el regalo de su vida al rendir a su partido en Cataluña y convertir al partido de Albert Rivera en el abanderado del freno al secesionismo catalán y en alternativa real a ojos del electorado conservador. Y todo por un reflejo de político viejo: por ganar tiempo para aprobar sus pirotécnicos Presupuestos Generales del Estado –los que le ha tirado abajo la semana pasada la Comisión Europea– y poder inaugurar algunas obras.

La debacle de Cataluña ha sido la constatación de que lo de Rajoy no era manejo de los tiempos sino dejar que los problemas se pudrieran con el tiempo. El gestor de la propiedad no quiso darse cuenta de que lejos de solventarse al dormir el sueño de los justos, las hemorragias acaban provocando gangrenas que se llevan por delante a los afectados. Se creía doctor y era el enfermo.

Aun así, con un partido incendiado y escindido en el que unos se acusan de avergonzarse de pertenecer al mismo, otros replican con el carácter iletrado de sus compañeros y otros se dedican a bailotear en programas de entretenimiento mientras otros hacen mutis por el foro, el presidente aún se permite dar lecciones a los demás sobre la unidad de su jaula de grillos o sobre la claridad de su proyecto. Se permite hablar de hechos quien tras cuatro años de mandato no deja otra cosa que un yermo: un país con el mayor endeudamiento económico, la mayor desigualdad social y la mayor fragmentación territorial de la democracia.

Eso sí, ellos en el cigarral y los demás en el erial, que para eso siempre ha habido clases.

José Blanco

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