domingo, mayo 5, 2024
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De compras con el placer

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Ir de compras nunca me ha apasionado, pero nunca me pude imaginar como podía cambiar mi opinión desde ese día. Eran finales de junio, quería ir antes de que llegaran las rebajas y se aglutinaran todos los centros comerciales. Vi un par de camisetas y unos vaqueros que podían valerme, necesitaba una talla más y me acerqué a la dependienta. Cuando se dio la vuelta, su mirada me dejó paralizado unos segundos, unos ojos enormes, verdes combinados con una boca perfecta, labios gordos, enrojecidos y brillantes, me sonrió y me cogió la camiseta para traerme mi talla. Se fue al almacén y no pude evitar fijarme en sus piernas, largas y contorneadas, gracias al calor pude gozar de una vista privilegiada, su falda apenas dejaba lugar a la imaginación. Me entregó la ropa y me fui al probador.

Las camisetas me quedaban un poco apretadas, dejaban notar mis pectorales, no tengo mal cuerpo, así que no me importó en exceso, los vaqueros me quedaban bien. Cuando me disponía a quitarme la ropa escuché una voz de fuera preguntándome si necesitaba algo, inmediatamente salí del vestuario esperando su aprobación, me recorrió con su mirada, hizo una pequeña pausa en mi paquete y subió hasta que se cruzó con mis ojos, «creo que te quedan un poco largos » me dijo, y sin esperar a escuchar mi opinión se arrodilló para cogerme el bajo del pantalón.

Es imposible evitar que tu cabeza te juegue una mala pasada al tener a esa preciosidad agachada, trataba de evitarlo pero no podían dejar de pasar diferentes ideas y a cual más morbosa. Poco a poco notaba cómo los pantalones me empezaban a apretar y cómo se abultaba mi entrepierna. Afortunadamente, no fui el único en notarlo, cuando se levantó, me rozó ligeramente el pene y me dijo «ahora están perfectos». Me metí al probador, me quité los pantalones y empecé a masturbarme, miré al espejo y vi como me estaba espiando entre un pequeño espacio de la cortinilla, me di la vuelta y la invité a entrar.

Nos fundimos en un apasionante beso, su lengua recorría mis labios mientras que apretaba su cuerpo contra el mío para notar lo que ya había visto antes. Mis manos recorrieron esas piernas que hace unos minutos fueron las causantes de todo, hasta llegar al culo y notar su tanga tan húmedo como debía estar mi ropa interior. Deslicé mis dedos por su vagina, a lo que ella respondió con un pequeño gemido que no hizo más que agravar mi erección, se quitó la camiseta y dejó al descubierto un pecho redondo y unos pezones rosados que empezaron a jugar con mi lengua mientras que le apartaba ese pequeño hilo mojado que me impedía jugar con su clítoris.

La excitación era plena, me agarró mi polla hinchada y firme y me susurró que la penetrara. En ese momento la agarré con fuerza, apoyándome en el espejo, levantó ese culo respingón, calzando unos zapatos de tacón y me dio la espalda. La primera embestida jadeó tan alto que me agarró la mano para que la tapara la boca, comencé lento, muy lento mientras que besaba su cuello, notaba como mi miembro se extendía y la invadía por dentro, hasta que llegó al fondo. Todo mi cuerpo gozaba de una dulce agonía mientras que me suplicaba que no parase, como si tuviera alguna intención de hacerlo. Bruscamente, se dio la vuelta, me empujó a la silla, es mi turno, ahora te follaré yo, me ordenó. Se sentó sobre mi erección soberana y empezó a cabalgar mientras que le mordisqueaba esos pezones que cada vez se desprendían más de su piel y lamía con absoluto deleite.

El calor era insoportable, las vistas inmejorables, se mordía el labio inferior mientras me arañaba la espalda, noté cómo subió la temperatura y nuestras ingles comenzaban a chapotear por la mezcla de nuestros fluidos, me mordió el hombro a la vez que se movía de una manera inhumana y un intenso orgasmo invadió nuestros cuerpos. Nuestra respiración se fue calmando mientras que los dos permanecíamos inmóviles temiendo que era el momento en que nuestros miembros se debían separar. Se levantó y comenzó a vestirse, cuando se agachó a recoger su ropa pude observar cómo su vagina continuaba húmeda y con un color más rosado que antes, ya estaba lista mientras que yo apenas me había inmutado, ver cómo se vestía me pareció tan erótico como cuando se desnudó, se acercó a mi mejilla, me dio un beso, «puedes venir el martes a recogerlos», se despidió.

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El Rincón Oscuro

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