El Duque de Palma olvida pasados pánicos y se viene arriba. El resultado es que emite un soberbio comunicado en el que sacude broncas a cualquiera que se meta con su familia política (nunca mejor dicho), así como que no admite comparaciones entre su esposa y la “santa” de su antiguo socio e incluso, en alarde cultural, reivindica palabras en desuso como “espurio”. Estos son hechos, no opiniones. Pero no me escondo: pensaba que últimamente estaba mejor asesorado; me equivoqué.
El señor Camps se ha recuperado de sus inquietudes y reivindica lo fantástica que ha sido su pasada gestión a través de una entrevista en la revista Telva, con fotos que para sí las quisiera la mismísima Isabel Pantoja cuando haya finalizado su próximo calvario personal. Otro hecho y por supuesto otra personal opinión: me parece que las declaraciones le han salido precipitadas y “pelín cursis”. Otra vez será.
La pareja del Empleo y los ERES de Andalucía (Director General y Conductor), van y aprovechan que están delante de la jueza para confesar algún delito más e inmolarse en público. Otra historia. Estos han roto el molde.
Estas tres reacciones después de pasar por un Juzgado indican una variedad de caracteres y maneras de vivir: unos por lucro, otros por ego y los últimos por ese concepto amplio que se llama “pasarlo bien”.
De todos ellos, los últimos son los más literarios: “Sexo, Drogas y Rumbitas”. Estos personajes sin la ética pero si con algo de la estética del Quijote y Sancho, no buscaron paraísos fiscales para esconder sus dineros. Ya lo conocían: su propio cuerpo. No tenían que viajar. Como mucho por sus bares preferidos. Su imagen en Suiza o Belice resultaría tan chocante como un Lazarillo lejos del Tormes.
Estoy convencido que al igual que se intuye cuando una juerga se acaba y luego llega inevitablemente la resaca o como algunos llaman a eso: “Los Dolores Del-pedal” (el chiste no es mío), estos personajes han recorrido su terrible peripecia con la esperanza de que alguien lo pusiera fin. Ellos ya no podían: solo pensarlo seguro que les daba la risa floja. El cuerpo ya no daba para más.
Supongo que en estos momentos están en rehabilitación o al borde de la sobredosis. Dicen que las cárceles pueden ser buenas para ambas cosas.
La verdad es que estos últimos deben ser los que más se han reído: lo han hecho de todos nosotros y además en interminables noches de juerga.
Hasta la próxima semana.
Paco Fochs – Estrella Digital
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