domingo, abril 28, 2024
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Atención y acción urgente

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En Egipto vuelve a producirse una situación en la que conviven el drama de la represión, el debilitamiento de la autoridad militar y el proceso revolucionario de la población civil reclamando una aceleración en la transición del poder del Consejo Supremo a un nuevo gobierno civil mediante el mantenimiento de las elecciones legislativas que comienzan el próximo día 28 y la celebración de elecciones presidenciales antes del mes de julio.

Ha caído el gobierno provisional mientras la plaza de Tahrir vive momentos que recuerdan muy vivamente aquellos otros que llevaron a la defenestración de Hosni Mubarak. La represión sobre los manifestantes se ha cobrado más de cuarenta muertos y la reacción popular ha provocado que el jefe de la junta militar, Tantaui, se dirigiera al pueblo invocando a la calma y a respetar un tránsito lento y plagado de obstáculos hasta concluir la reforma democrática.

Nada nuevo. La ofuscación militar y su continua intervención en la vida de los egipcios, usando recursos de la era Mubarak para crear el clima necesario que justifique su tutela de la situación política, recuerda a otros muchos comportamientos de quienes a lo largo de la historia han tratado de sacar partido de la crisis políticas abiertas contra dictaduras que se desmoronaban.

El interés de los militares egipcios no es abstracto ni se fundamenta en la clásica invocación al patriotismo o a la unidad nacional como emblemas de la usurpación del poder para asentarse, simplemente, en él. Más bien tiene que ver con la conservación de más del 25% del producto interior bruto que está en manos del conglomerado empresarial controlado por las fuerzas armadas.

La primavera árabe tiene visos de convertirse en una ensoñación y los egipcios han reaccionado conscientemente a ese riesgo buscando la materialización de la transición democrática en hechos con fechas concretas frente a los discursos huecos de los actuales dirigentes. Seguramente apremia también la urgencia de los Hermanos Musulmanes por alcanzar el poder, pero no es menos cierto que las elecciones libres aspiraciones del pueblo, sean estas las que sean.

La comunidad internacional que tan vivamente reaccionó contra el otrora amigo libio, permanece atenta y discretamente activa ante esta nueva crisis egipcia, y eso lejos de servir con perspectiva a un futuro de paz en la región, alienta los peores extremismos de quienes usarán la tibieza actual como argumento contra occidente, buscando con ello reproducir el clásico esquema tantas veces son la única forma para consagrar las legítimas repetido y que tantos desastres ha provocado.

La primavera árabe es y será una conquista democrática ciudadana pero también puede ser, hay que recordarlo una vez más, el inicio de un nuevo modelo de relaciones internacionales en el que las satrapías claudiquen en favor de la voluntad popular y ésta se exprese sin el también clásico rencor antioccidental. Valga este recordatorio básico para los sucesos que asolan Siria.

La pelota se juega en Tahrir, pero también en la Casa Blanca y en las capitales europeas. No sólo de deuda vive el mundo.

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Rafael García Rico

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