lunes, abril 29, 2024
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La penúltima tragedia

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Como si de una antigua tragedia griega se tratase, Antonis Samaras, el líder de Nueva Democracia, ha obligado a su antaño amigo Yorgos Papandreu a dimitir, de lo contrario se negaba a que su partido participara en un gobierno de coalición encargado de llevar adelante las exigencias de la Unión Europea o, mejor dicho, de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy.

Si miramos atrás nos encontramos que fue precisamente el partido de Samaras, o sea la derecha griega, la que falseó los números ocultando su enorme deuda. Pero a pesar de haber estado entre los protagonistas de la catástrofe que se ha ceñido sobre Grecia, la derecha griega ha echado un pulso a Papandreu obligándole a dimitir.

Por su parte, Papandreu ha ido perdiendo el favor de los suyos, de los ciudadanos que le votaron a él y a su partido, el Pasok, el Partido Socialista Griego, precisamente por haber tenido que actuar al dictado de Bruselas.

Perdonen que me repita, porque ya lo he escrito en alguna otra ocasión: alguien debería de explicar cómo es posible salir de una crisis despidiendo trabajadores y por tanto aumentando el número de desempleados. Hay que ahorrar dicen desde Bruselas, y sí, está bien el consejo, claro que hay que ahorrar, pero no despidiendo a la gente.

No sé ustedes, pero yo siento rabia, una rabia inmensa, cuando miro alrededor y veo cómo la crisis la estamos padeciendo y pagando los ciudadanos en vez de los responsables de provocarla. Y cada día que pasa pienso que nuestros políticos se equivocan más. Se están convirtiendo en esclavos de los mercados, en vez de tomar las riendas de la situación y cabalgar al tigre, es decir, embridar a los mercados y poner en marcha mecanismos para que nunca más los especuladores puedan hacer de las suyas provocando la tragedia que han provocado.

Y cuanto más miro a Grecia más me preocupan algunas de las últimas declaraciones del candidato del PP, Mariano Rajoy, anunciando que en la Administración sobra gente y que eso hay que remediarlo. Hay, sin duda, organismos que no tienen razón de ser, hay gente contratada a dedo, hay muchos asesores y altos cargos, sí, todo esto es verdad, pero también hay muchos trabajadores eventuales que están en el último peldaño del escalafón, y a esos, digo yo, no se les debería de tocar.

No, no es echando a la gente a la calle como se sale de la crisis. No sé, pero creo que un día de estos los ciudadanos no vamos a poder más, no vamos a soportar que los que han provocado el desastre nos continúen acogotando. Ahora hay todavía mucha gente encogida, convencida de que hay que obedecer ciegamente a lo que se nos dice desde Bruselas, pero resulta que desde Bruselas lo que se nos está diciendo es que desmontemos el Estado del bienestar, se nos está diciendo que todos los avances y derechos obtenidos en las últimas décadas van a convertirse en papel mojado, y ante eso, tarde o temprano, tendremos que reaccionar.

A veces pienso que nos están engañando, que no es creíble que los problemas de un pequeño país como Grecia estén poniendo en jaque mate a la Unión Europea, y creo que hay trampa, que alguien nos está haciendo una enorme trampa.

No sé si este es el penúltimo acto de la tragedia griega o queda más, lo que sí sé observando los rostros desesperados de los ciudadanos griegos es que un día de estos volverán a decir «oi», que significa «no» en griego, una manera de decir que basta ya.

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Julia Navarro

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