miércoles, mayo 1, 2024
- Publicidad -

Una transición árabe incierta

No te pierdas...

Los analistas del espionaje estadounidense, al igual que la mayor parte de los observadores norteamericanos, se han referido a menudo al proceso que se desarrolla en Oriente Próximo como «la primavera árabe», con su mensaje implícito de renacimiento y libertades democráticas. Pero se rumorea que ciertos analistas destacados han salido en defensa de un término más neutral, como «la transición árabe», que plasme la verdad esencial de que nadie puede predecir exactamente hacia dónde se dirige este levantamiento multitudinario.

La transición incierta resonaba la pasada semana en Siria: el control del Presidente Bashar al-Assad parecía debilitarse, con su ejército próximo a derrumbarse en un intento por controlar las protestas. El Presidente Obama, intuyendo evidentemente que el final está cerca, instaba el jueves a Assad a marcharse.

Siria ilustra la paradoja de la transición árabe. El valor del pueblo sirio al desafiar a los tanques de Assad es impresionante. Pero aun así se trata de un movimiento sin liderazgo claro ni programa más allá de derrocar a Assad. Podría decantarse en favor de los fundamentalistas sunitas inflexibles que han protagonizado los enfrentamientos callejeros de Daraa y Homs, o en favor de los sofisticados activistas pro-democracia de Damasco. La verdad es que nadie puede predecir el rostro de la Siria post-Assad.

La confrontación siria está evolucionando ya en una guerra regional de poderes. Irán ha acudido en ayuda de Assad a toda prisa, que es el principal aliado árabe de Teherán y principal línea de abastecimiento a la milicia Hizbulá en el Líbano. Para contener a los iraníes, una Arabia Saudí nuevamente animada viene inyectando fondos a los guerrilleros sunitas de Siria. Damasco es la falla de fractura, de las tensiones entre sunitas y chiítas, y de la confrontación entre Irán y Estados Unidos e Israel.

A pesar de estas incertidumbres, Obama hace bien en exigir que Assad se marche. Ciertos tertulianos han reprendido la cautela exagerada de la Casa Blanca. (Arabia Saudí, a duras penas modelo de cambio, denunciaba a Assad hace una semana). Pero me parece que Obama ha estado despierto al moverse cuidadosamente, y evitar la adhesión fácil a un movimiento rebelde cuya trayectoria es desconocida. El objetivo de América debería de ser una democracia incluyente que reconozca derechos a los guerrilleros sunitas de la calle, sí, pero que también proteja a los alauitas, los cristianos y los drusos, que se temen un baño de sangre.

Mientras la transición árabe pasa del verano al otoño, es buen momento para hacer balance, y recordarnos que no se va a producir ningún movimiento automático hacia la prosperidad y el estado de derecho de la noche a la mañana. La revuelta popular que comenzó en Túnez es desde luego una tendencia positiva, y en cualquier caso es imparable. Pero los analistas están ofreciendo ciertas advertencias importantes:

Los movimientos árabes hacia el cambio retrasarán probablemente el proceso de reforma económica que estaba en marcha en países como Egipto. El Presidente Hosni Mubarak era un líder arrogante, pero durante la última década sí alentó medidas de libre mercado que ayudaron a impulsar el ritmo de crecimiento de Egipto por encima del 5%. Dos artífices de esas políticas de libre mercado fueron el Primer Ministro Ahmed Nazif y el Ministro de Comercio Rachid Mohamed Rachid. A los dos se les imputan delitos de corrupción. La indignación popular es comprensible pero no va a ayudar a Egipto a recibir la inversión internacional tan necesaria.

La democracia va a decepcionar probablemente los manifestantes. Ellos salieron a la calle a exigir una vida mejor, empleo, libertad de la policía secreta, dignidad personal, y quieren estos derechos ya. Con suerte, la ciudadanía de Egipto, de Túnez, de Siria, de Yemen y del resto podrá votar dentro de poco a gobiernos democráticos. Pero las democracias en la cuerda floja no son a menudo muy buenas a la hora de satisfacer las demandas básicas surgidas de revoluciones. Asia antepone la reforma económica, con la reforma política gradualmente a la zaga. Los árabes han decidido ir en dirección diferente, con consecuencias inciertas.

La transición árabe ha de suscribir la tolerancia de las sociedades seculares en lugar de la intolerancia de la teocracia. Es una lección que esta generación podría aprender de los movimientos del «renacimiento árabe» del último siglo. El Partido Baaz y los nasseristas son rechazados ahora con razón, pero celebrando «el nacionalismo árabe» dieron a la ciudadanía una identidad que iba más allá de la religión, la secta o la tribu. Esa tónica de identidad incluyente será esencial para un futuro árabe feliz.

Siguiendo los acontecimientos del mundo árabe, el Presidente Obama ha hablado a menudo de «situarse en el bando correcto de la historia». Pero francamente, es un concepto incoherente. La historia no tiene bandos; no es una línea recta que avanza inexorablemente hacia el progreso. Los movimientos que arrancan exigiendo liberación a menudo dan lugar a lo contrario.

Lo que debería de orientar la política estadounidense en este momento de transición es situarse en el bando correcto de los propios intereses y valores de América. A veces los dos discreparán, exigiendo decisiones difíciles, pero coinciden contundentemente en la marcha del Presidente sirio Assad.  

Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.

David Ignatius

Relacionadas

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -

Últimas noticias

- Publicidad -