jueves, abril 25, 2024
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La sorpresa de un tercero/a

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«Es la política, estúpidos», clamaba al viento Rosa Díez en un acto político en Madrid, al envolverse en el reclamo talismán de Clinton -«Es la economía, estúpidos»- durante su campaña contra George Bush (padre), en 1992. Pero sabe la líder de UPyD que no hay proyecto a salvo de la subjetividad, la debilidad humana o la grandeza, y que sólo la irrenunciable lucha por la democracia nos acompaña hacia el futuro.

Decía en la presentación de Rosa Díez el periodista Santiago González que UPyD está en un «momento mágico», en el que «carece de las servidumbres de intendencia que están en el origen de los problemas que arrastran y nos plantean los grandes partidos». Pero también reconocía el columnista desde un sano escepticismo que «no sé si la actitud racional [que plantean] hacia el problema autonómico sería esperable en un partido como UPyD a partir del momento en que pisara moqueta en el gobierno de algunas autonomías».

Es parte de la magia desconocer lo que vendrá. Rosa Díez, que insistió en borrar el axioma de ser ella su partido, expuso el balance de los expertos de UPyD sobre viabilidad de un fastuoso ahorro del gasto público en España de 24.000 millones de euros anuales, mediante la eliminación de duplicidades del gasto por las administraciones (locales, autonómicas y estatales). También reiteró su apuesta de reformar la Constitución para fortalecer al Estado.

Pero lo relevante no es siquiera si estas u otras ideas que defiende (como su rechazo al blindaje del Concierto Económico Vasco) podrían ser hoy realizables en un partido que gobernara España. Lo revulsivo nace de una apuesta por la liberación de tabúes e inapelables asignaciones de las ideas hacia la izquierda o a la derecha. Defiende la legitimidad del proceso contra Garzón, considera «vergonzosas» actitudes «nostálgicas del antifranquismo» que se han manifestado en apoyo del magistrado y recuerda al PSOE que mantuvo las políticas laborales heredadas de los Gobiernos de Aznar.

Parte de su fuerza es su descaro, y sabe que en ello puede residir su próximo éxito electoral. Comparada con Nick Cleagg, la brillante revelación de la semana pasada en el debate electoral que mantuvo con Brown y Cameron, Rosa Díez paladea de antemano unas expectativas que le anuncian las encuestas. Instalada en ese confortable lugar del pequeño frente a los abusos de los grandes (reclama siempre la reforma de la Ley electoral, la despolitización de los órganos judiciales y la reforma del Código Penal para frenar la corrupción) airea su inconformismo. Ha intuido que hay nuevas generaciones que están libres de las grandes doctrinas. Y si llega la moqueta, ya se verá.

Chelo Aparicio

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