A estas horas no hay nadie, aficionado o no al fútbol, seguidor o no del Real Madrid, que no haya visto las escalofriantes imágenes de una agresión que ensombreció la épica victoria madridista sobre el Getafe. Una serie de patadas -no cabe discutir si impactaron o no en el cuerpo como incomprensiblemente aludió Juande Ramos en defensa de su futbolista- en la espalda de Casquero de la que, si éste hubiera tenido mala suerte en su giro sobre el césped, ahora podíamos estar hablando como de una verdadera desgracia.
La maquinaria mediática del Real Madrid entró en acción nada más concluir el partido del Bernabéu. En seguida tiró de ‘memoria histórica’ de nuestro fútbol para esgrimir como un ‘paño caliente’ a tan vergonzosa actitud que también otros futbolistas de nuestra Liga perdieron los nervios en alguna ocasión (Cortizo, Juanito, Maradona, Stoichkov, Ceballos, Acuña, César Láinez, por citar algunos de los que se le ‘fueron la olla’).
El objetivo del club blanco no es otro que intentar contrarrestar todo lo que se pueda la magnitud de la sanción que, a buen seguro, le impondrá, mañana viernes, el Comité de Competición al central portugués Pepe por su brutal agresión. En el club madridista se teme lo peor. Se cree que el jugador sufrirá una severa sanción -entre seis y doce partidos- que le impedirá jugar lo que resta de temporada. Y sobre todo, una notable baja para el clásico de dentro de dos jornadas frente al Barcelona que podría marcar el desenlace de la lucha por el título de Liga.
Se argumenta como atenuante que Pepe no tardó mucho tiempo en mostrar su arrepentimiento. Es cierto que lo hizo tras sofocar los nervios bajo la ducha después del choque, y que ayer también compareció durante todo el día ante los medios de comunicación para reiterar su remordimiento. Pero tampoco es menos cierto que lo hecho, hecho está. Y la gravedad de su desenfrenada violencia, también.
Antonio Cubero