viernes, mayo 3, 2024
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Los excesos del deporte

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El deporte -más el leído, oído y visto que el practicado- se extiende como una imparable mancha de aceite por toda la vida nacional. Tanto, que convendría preguntarse si no se desvía interesadamente la atención hacia ese mundo y sus aledaños, incluidas las peripecias amorosas de sus ídolos.

El pan y el vino hacen olvidar los apuros de fin de mes. Ya lo decían los romanos y además en latín, que suena mejor: panem et circenses. A más problemas, más deporte; y a más estrecheces económicas, más lotería nacional. Una vez será el hockey sobre hielo, otra el golf y una tercera la natación, dependiendo de dónde nos vaya mejor esa temporada, pero siempre con el fútbol, el baloncesto, el ciclismo y el tenis como apuestas fijas. Hasta las regatas son una constante en los medios de comunicación pese a su carácter elitista. Los yates no están al alcance del español medio ni del sólo medianamente rico. Aunque los disfruten también algunos personajes públicos a los que la declaración de la renta les sale negativa.

Por lo que uno ve, oye y lee, no se diría que los estadios de fútbol sean escuelas de deportividad al gusto del barón de Coubertin, sino más bien una válvula de escape para desahogo de los malos humores. Se puede insultar, por ejemplo, impunemente y en solidaria compañía. Y eso que hablamos del deporte rey. Los rumores de tongos y otros chanchullos aderezan el plato para mayor disfrute del aficionado.

Hace sólo unos días, el presidente del Gobierno prometió la creación de un Ministerio del Deporte en la próxima reordenación de su Gabinete. Habrá al menos, me digo yo, una Secretaría de Estado para el fútbol, otra para el baloncesto y otra para el tenis, amén de diversas direcciones generales para la hípica, el tiro al plato, el levantamiento de pesas y un largo etcétera. Y quizá también una Secretaría de Estado para combatir la corrupción y la evasión de impuestos. El deporte no sabe de crisis económica.

Y ahora el alcalde de Madrid felicita las Fiestas, o sea, la Navidad, con un texto del susodicho barón de Coubertin y una fotografía deportiva. Verdad es que España es un Estado laico o aconfesional -las opiniones varían- y que Madrid aspira a ser sede de los próximos Juegos Olímpicos, pero eso no autoriza a confundir el culo con las témporas, según bello decir de aplicación al caso. O con otras palabras: un no al deporte hasta en la sopa.

José Luis Manzanares

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