viernes, mayo 3, 2024
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De París a Praga

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Acaba la presidencia francesa de la UE y con el Año Nuevo empezará la de Chequia. Cambiando París por Praga, pasamos de la presidencia hiperactiva y euroentusiasta de un gran país fundador a la de un pequeño nuevo Estado miembro reputado por el euroescepticismo de sus dirigentes, en particular por el de su Presidente Klaus, abiertamente opuesto al Tratado de Lisboa y en conflicto abierto con su primer ministro.

Ahora podremos comprobar hasta qué punto tenía razón Monet cuando decía que «nada es posible sin las personas pero nada es duradero sin las instituciones». Mucho de lo que ha sido posible durante este agitado semestre se debe sin duda a la personalidad de N. Sarkozy. Y, con las actuales instituciones de la UE que obligan a cambios frecuentes de la presidencia del Consejo, veremos como se hace frente a la crisis institucional, a las relaciones con Rusia y a la crisis económica bajo la presidencia de un país que todavía no ha ratificado el Tratado, instala en su suelo radares antimisiles americanos y no es miembro de la zona euro.

En su comparecencia en Estrasburgo, Sarkozy repitió que todos los países de la UE tienen los mismos derechos pero que algunos tienen más responsabilidades que otros. Un mensaje que los checos no han apreciado en absoluto, recordando que puede que sean pequeños pero que en lo que se refiere a las relaciones con Rusia tienen más experiencia que otros…

Praga se prepara para una presidencia que aseguran será ejemplar. Pero lo que es seguro es que pocas presidencias han recibido tantos elogios en el Parlamento Europeo como la de Sarkozy. La izquierda le reconoció su voluntarismo y su reactividad ante las circunstancias excepcionales que ha vivido Europa y el mundo desde el verano. Un estilo iconoclasta pero eficaz con el que la política ha vuelto a practicarse en los acartonados moldes de los procedimientos europeos. Es ciertamente difícil mantener el mismo ritmo de la acción y la misma capacidad de influencia y de presión sobre sus socios y vecinos.

Se podrá discutir hasta la saciedad el contenido de los acuerdos que la presidencia francesa ha impulsado, y a veces arrancado, gracias a una intensa dinámica intergubernamental. Sobre el alto el fuego en Georgia, el acuerdo energía-clima o el plan de relanzamiento europeo, se puede ver la botella medio llena o medio vacía. Pero ante la crisis financiera, georgiana y climática Europa ha rehecho su unidad y superado los traumatismos del post 11 de septiembre 2001, cuando se dividió sobre la guerra de Irak y sobre el pacto de estabilidad.

Imaginemos lo que se habría dicho sin acuerdo sobre el objetivo de «los tres 20%», reducción de las emisiones, aumento de la eficiencia energética y participación de las energías renovables, y la situación en la que quedaba Europa ante las negociaciones del post-Kyoto. O cual hubiese sido la solidez de un acuerdo arrancado por mayoría que obligase a algunos países a aplicar medidas muy costosas con las que no estaban de acuerdo.

Se puede también pensar que el Sarkozy que acudió al Parlamento Europeo al principio de su mandato proclamando que era necesario abandonar la unanimidad porque la unanimidad mata la democracia, se contradice con el Sarkozy que defiende las concesiones que tuvo que hacer para conseguir la unanimidad. Pero en un tema con consecuencias económicas, y por derivaciones sociales, tan importantes, no era razonable dejar en la cuneta a algunos de los países menos desarrollados de la Unión sin que esa unión perdiera parte de su significado.

No ha sido fácil resolver dos problemas especialmente difíciles: el pago por las emisiones de Co2 y la ayuda para la renovación ecológica de los países más pobres de la UE. Alemania e Italia se oponían a medidas que podían comprometer el empleo y la competitividad, Londres rechazaba un fondo de solidaridad para ayudar a los países del Este y estos reclamaban mas tiempo y menos exigencias para reverdecer sus muy contaminantes centrales de carbón.

Las concesiones han debido ser muchas, sobre todo en lo que se refiere a los derechos de emisión. Para defender la competitividad de la industria europea y evitar deslocalizaciones, las cuotas de emisión seguirán siendo gratuitas hasta el 2020 para los sectores más contaminantes. Se reduce el esfuerzo de los nuevos Estados miembros en energías renovables y reducción de emisiones y se les asigna un poco mas, hasta el 12%, de los recursos generados por el pago de las emisiones, mientras sus centrales de carbón solo pagaran el 30% de sus cuotas en el 2013 para llegar progresivamente al 100% en el 2020.

En la práctica, ello implica reducir a 30.000 millones/año, a partir del 2013, los 50.000 que esperaba obtener la Comisión del sistema de subasta de los derechos de emisión.

Demasiadas concesiones para las ONG y los verdes, que denuncian un acuerdo de mínimos, pero suficiente para recibir el apoyo del responsable de las Naciones Unidas para el cambio climático. Los eurodiputados hemos votado muy mayoritariamente ese acuerdo porque el margen de maniobra que quedaba era muy estrecho y porque buena aparte de lo acordado por el Consejo estaba ya negociado previamente con el Parlamento.

Hay que recordar, para que se entienda cuan largo y complejos son los procedimientos legislativos de la UE, que el acuerdo de esta semana no hace sino dar forma operativa a un acuerdo de principio presentado por la Comisión en marzo del 2007.

Ante las dificultades para llegar a acuerdos que mantengan la unidad y no condenen a la UE al inmovilismo, hay que reconocer que esta presidencia francesa ha representado, para bien y para mal, un sobresalto para el anquilosado funcionamiento de las instituciones europeas.

Puede que en algunos aspectos sea pan para hoy y hambre para mañana, como al aceptar que cada país tenga su comisario para que los irlandeses vuelvan a votar el Tratado de Lisboa. Con ello se entierra un poco más la idea de que la Comisión sea un gobierno federal representante del interés general europeo sobredimensionada, con tantos comisarios como Estados, será cada vez mas un nuevo punto de equilibrio intergubernamental.

Las relaciones franco alemanas también salen dañadas del método Sarkozy, que ha intentado buscar apoyos en el Reino Unido y en el Este para sortear la oposición de Merkel a varios de su proyectos. Pero aún y así, la Europa que hereda Praga esta mas viva que la que recibió París. [email protected]

Josep Borrell

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