domingo, abril 28, 2024
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Primaveras árabes, coitus interruptus y marcha atrás

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El golpe de Estado militar dado en Egipto por las Fuerzas Armadas en contra del régimen islamista ganador de las Elecciones de 2012, ha sido posible gracias a las movilizaciones multitudinarias  hechas durante semanas en las que el oscuro movimiento autodenominado Tamarod ha jugado un papel esencial.

Tras su éxito en Egipto, inmerso desde el golpe en un proceso de enfrentamientos violentos preludio de una sangrienta guerra civil, Tamarod ha prendido en Tunicia y en Marruecos. Grupos de similares características han surgido en Túnez y en Rabat con el objetivo de derrocar a los gobiernos islamistas de los dos países, ambos elegidos democráticamente en las pasadas Elecciones. Tamarod se presenta en esencia como un movimiento opuesto al populismo islamista. Los dictadores derrocados por la llamada “primavera árabe”, los generales Hosni Mubarak en Egipto y Zine Ben Ali en Túnez, así como sus seguidores, ven en la situación generada por estas protestas sociales, la ocasión de volver al poder. El contagio se está extendiendo a otros países del norte de África.

Tamarod tiene como objetivo «poner fin al proceso de transición política actual»

Puede ser coincidencia o no, pero los grupos de activistas que han creado “Tamarod Túnez” y “Tamarod Marruecos”, pretenden copiar el ejemplo del derrocamiento de Mohamed Morsi en El Cairo, para acabar con Rachid Ghanuchi (verdadero artífice del poder en Túnez) y Abdelilah Benkiran, primer ministro marroquí perteneciente al islamista Partido de la Justicia y Desarrollo.

Un portavoz de “Tamarod Túnez”, Mohamed Bennour, estima que su movimiento es “independiente” y que tiene como objetivo “poner fin a los trabajos de la asamblea Constituyente y de la propia Constitución falsificada para fundar una nueva dictadura”. En otras palabras “poner fin al proceso de transición política actual”.  

Tamarod Túnez” se erige ni más ni menos que en Árbitro supremo del proceso en el país que se inició con el derrocamiento del general presidente Zine Ben Ali, y censura todo lo que el Gobierno islamista actual está haciendo junto a sus socios laicos, el Congreso por la República, cuyo líder Moncef Marzuky asume la Presidencia de la República, y el movimiento Ettakatol, de Mustafa Ben Yaafar que dirige la Asamblea Constituyente.

Tamarod Túnez” quiere conseguir una petición multitudinaria con dos millones de firmas, siguiendo el ejemplo egipcio, para poner fin a la “experiencia reformista” en curso en el país desde el 14 de enero de 2011. Es secundado por otro movimiento, similar al “30 de junio” en Egipto, llamado “El Badira el Wataniya” (Iniciativa nacional para un Frente unido de fuerzas civiles y democráticas), cuya finalidad es “impedir el acceso al poder de un Morsi tunecino a la cabeza del estado, y no dejar nuestro país caer bajo el yugo del Estado teocrático y despótico de Ennahda”.

La clave del éxito o fracaso del proceso involutivo en Túnez dependerá del Ejército, como fue el caso en Egipto. Mohamed Morsi no fue derrocado por los millones de egipcios que salieron a las calles en protesta por la deteriorada situación del país, sino por los generales del Estado Mayor. El objetivo oculto de “Tamarod Túnez” es empujar a las Fuerzas Armadas a erigirse como árbitro y deponer la troika dirigente. Lo que no parece fácil habida cuenta del talante democrático que ha penetrado en el Ejército tunecino desde la “Revolución del jazmín” de 2011.

“Tamarod Marruecos” pretende derrocar el gobierno de Benkiran y disolver el Parlamento

También en Marruecos se ha dejado sentir un movimiento Tamarod versión local, que en su primer comunicado le da al gobierno del islamista Abdelilah Benkiran un plazo de un mes para dar a conocer una “hoja de ruta” clara y firme que traduzca sobre el terreno las promesas hechas a la población marroquí por el actual Ejecutivo desde su triunfo electoral en 2012.

Enardecido por el golpe militar en Egipto, “Tamarod Marruecos” pretende según reza en su página Facebook, derrocar el gobierno de Benkiran y disolver el Parlamento. Sin embargo también aquí la diferencia con Egipto y Túnez salta a la vista. La caída del gobierno islamista marroquí solo puede ser debida a dos elementos: la crisis que atraviesa el Ejecutivo tras la dimisión firme de los ministros pertenecientes al Partido Isticlal, o la decisión del rey de disolver las Cámaras y convocar nuevas Elecciones anticipadas, incluso designando un Presidente de gobierno transitorio.

La cuestión que ya comienza a plantearse desde el Atlántico hasta el Golfo es saber si los movimientos sociales surgidos en los países inmersos en la “primavera árabe” son espontáneos o manipulados. Y si esto último fuese cierto, ¿quién tiene interés en desestabilizarlos abriendo la puerta a la vuelta de los antiguos regímenes, o hundirlos en un caos violento como el de Irak o Siria? A quién beneficia esto, es la cuestión.

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