Ciudad sin sueño
El día anterior, Jémez se había crucificado a la vera del camino que el Barça tiene construido en la liga Española. Murió feliz, como los creyentes o los bobos, mirando al sol, quedándose ciego y contándonos luego fantásticos mundos interiores que nadie más es capaz de ver. Bueno, quizás alguien más. El circo de payasos que merodean el mito. La estatua que erigieron Pep y Segurola, llena de ley y con un poquito de baba, repetida como dogma por un rebaño tan necesitado de pastores. El día anterior, hubo una goleada amorosa, de las de tiempo atrás, y la alegría se desparramaba por todo el reino. Pero hay lugares que son frontera y adonde ni la verdad alcanza. Getafe, la primera de las ciudades dormitorio, es uno de ellos. El fútbol, religión animista, necesita de espíritus que rellenen los huecos. Nada traspasa el hormigón que cerca la ciudad satélite. Sólo hay lo que ud. tiene delante. Sin poso. Sin fuera de campo.
El balón saltaba como un conejo de la luz a la sombra, cuando en el minuto cinco, Bale cazó un rebote y le dio sentido con un pase racional a Jesé. El canario se guió por el instinto del cazador. Un galope corto hacia un discreto claro en el área. La pausa sólo perceptible a cámara lenta. La caricia aprendida en el sur, la comba a media altura, y la pelota fácil, sin dramas, al fondo de la red. Cayó el telón del partido, y se desvaneció la tensión en los bares. A partir de ahí todo fue murmullo y detalles. Y una pesadilla para el Getafe, que tuvo 85 minutos para pensar la forma en la que debía caer en la última secuencia.
El juego era arrítmico, sin compás, con un triángulo móvil formado por la pareja de centrales y Xabi, devastando cualquier posibilidad del equipo rival, y los chicos de adelante pendientes de hacer su jugada que le diera sentido a una tarde de Domingo. De entre las curiosidades del mundo animal, sobresale la zancada salida de un cuento infantil de Pepe, que sólo se activa cuando comete un error. No se sabe cómo, pero los centrales se liaron y apareció un delantero que estaba escondido debajo de la cama. Corrió con una ventaja increíble, en pos de Diego López (Iiiiker susurraba la plebe); pero con miedo. No miraba hacia atrás, pero sentía que se acercaba el hombre con el hacha. Escorado, se dispuso a ejecutar el gesto sin ninguna convicción, lentísimo, suplicando que le alcanzasen y llegó Pepe, que le tapó el disparo limpiamente, rebajando un delantero a la categoría de pobre hombre, del que nada mas se supo.
El contraataque, -subgénero más divertido del fútbol- que deconstruyó minuciosamente Anchelotti, ha vuelto más ortodoxo, sin las niñas asesinas de Ozil, atado a cualquier mezcla entre la velocidad, la pausa, el desmarque y la ejecución que son capaces de hacer estos jugadores. Fue Jesé el que salió en estampida, con esa dualidad suya onda-corpúsculo, todo flow, adrenalítico y suave. Tuvo un detalle con Di María y le cedió el testigo en su zona más dulce; en tres cuartos, por la izquierda y con tiempo para levantar la cabeza, mirar el horizonte y todas esas cosas que hacen los herederos de la tradición del pase combado. Benzemá la paró con el pecho, la bajó con la mirada y la cruzó con el pensamiento, como si volviese a sus días felices, cuando nadie sabía que jugaba como si estuviera castrado.
La comba de Di María, banalizada en la derecha, más sabia y dañina en la izquierda, quizás sea el triunfo de Carlo. Queda por testar el automóvil en los choques laterales, traseros y cuando se despeñe por el abismo, que en el Madrid siempre llega. Pero da la impresión de que el argentino puede ser la llave de las grandes batallas. Atado a su banda querida, y en libertad vigilada. Arriba y abajo, agotando su energía contra el rival y no contra sus propios compañeros.
Un regate instantáneo de Karim, que algunos creían haber visto hace años en Youtube, abrió el campo para todas las posibilidades de Bale. Estuvo un rato perfilándose para su pierna buena y se le echaron encima el portero y el palo corto, porque el largo seguía en su sitio. Desperdició la ocasión de un modo lamentable, pero es inútil acordarse de Ozil, porque Ozil hubiera hecho lo mismo y con el mismo escorzo. El galés cuando se siente atrapado en su banda, migra a la zona central, donde no acaba de encontrar el acento justo. O le sobra un regate, o se enreda entre contrarios que saben que ahí sólo hay medio hombre, un zurdo inglés atrapado en un ascensor. Todo lo hace con elegancia y cuando limpia a un rival, suena la amenaza por lejos que esté del área, pero hay algo que lo atormenta y no acaba de expulsarlo fuera.
Di María se duele de un golpe, con esa fragilidad del zurdo, y la cámara enfoca a Illarra que comienza a calentar, algo amanerado. El realizador teje una historia a base de planos de uno y otro, pero no hay tal. El argentino está sano. Entremedias, el Madrid ejecutó una jugada ensayada, pero no lo suficiente. Hubo también contras llenas de suciedad, mordidas desde el inicio, con el balón atolondrado de tanto meneo, y que acababan llegando al área donde se quedaban sin gas.
Empezó la segunda parte con un festival de paredes del Madrid, que dentro del área se recrea en la suerte y la jugada se esfuma. Xabi da dos pasos, como acostumbra después de la reanudación y el Real domina todos los detalles de lo que sucede en el campo. El gol no llega porque no está el colmillo desatado. Las jugadas cogen ritmo y jerarquía, pero a dos pases del final, ya se esta pensando en dominar el rebote y volver a empezar el vaivén. El Getafe siente un poco de vergüenza y empuja a su manera, provocando varias faltas para que las saque su pequeña estrella, Pedro León, al que Mou arrojó a los acantilados, y ahí sigue, centrando el balón con temple como único truco conocido, en la estela de aquel Onésimo, feriante reconocido, que era capaz de ir dando toques al balón de Medina a Tordesillas, y además, cobraba por ello.
Era tal el aburrimiento en el bar, que surgió el nombre de Mou -al hilo del ¿quién es Pedro ... ?- y empezó el tumulto. Los partidarios a favor sacaron a relucir el Chelsea ignífugo que está acabando de pulir, y los contrarios, gritaron dinero, dinero y más dinero. Abramovich tiene un barco con sistema antimisiles, dijo alguien. Prueba definitiva de su riqueza y poder. El de más allá, tenía papeles que demostraban que en la práctica, el ruso estaba arruinado, y José con cuatro palos ya tenía preparada la trampa. Los hombres siguieron dándose voces como si fuera el entrenamiento para una guerra, cuando Modric los silenció. Surgió del caos y le metió un pase interior a Di María que se vio desde lo alto de la catedral. Esa no fue, porque el argentino se pisó el vestido, pero sí la siguiente. Una jugada normal, a la que Jesé dio cuerda, Marcelo seca la pelota y se la cede al croata, y Luka dispara desde lejos, ajustada al palo, tan sobrio y profesional que parecía un resumen de la Premier.
Fue el tercero de la tarde, aunque el partido había acabado mucho antes, concretamente en el minuto 5. Quedaban los minutos tétricos de Isco, el jugador agraviado de la quincena, que da demasiados pasos al correr, el doble que Jesé para ir la mitad de rápido. Actúa como falso nueve y se supone que tiene que marcar, aunque sea un gol de mentiras. No fue así y pasará triste la semana. Como anécdota, hablarles a ustedes, lo del cuento chino en los cambios del Madrid. Pequeños dramas sobreactuados por Carletto, que abraza ampuloso al que sale, haciéndole promesas al oído que nadie nunca sabrá. Prometiéndoles el oro y el moro y amor del bueno, del inagotable. Titulares para siempre. ¿Y quien no lo va a creer, si hasta Benzemá lo ha conseguido?
Ficha técnica
GETAFE, 0 - REAL MADRID, 3
Getafe: Moyá; Valera, Lisandro, Alexis, Vigarray; Borja (Lacen, m. 63), Juan Rodríguez; Pedro León (Sarabia, m. 71), Diego Castro, Gavilán; y Colunga (Lafita, m. 52).
Real Madrid: Diego López; Arbeloa, Pepe, Sergio Ramos, Marcelo; Modric (Illarramendi, m. 79), Xabi Alonso, Di María (Casemiro, m. 82); Bale, Benzema (Isco, m. 73) y Jesé.
Goles: 0-1. M. 5. Jesé. 0-1. M. 27. Benzema. 0-3. M. 66. Modric.
Árbitro: Pérez Montero. Amonestó a Juan Rodríguez, Alexis, Valera, Bale, Modric y Benzema.
Unos 12.000 espectadores en el Coliseum Alfonso Pérez.
Ángel del Riego