sábado, mayo 4, 2024
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Urnas y dimisiones

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Creo, sinceramente que el presidente del Gobierno es un hombre honrado. Ni me imagino a Mariano Rajoy haciendo trampas para escaquearse de pagar hacienda, ni tampoco cobrando, a sabiendas, dinero sucio de procedencia extraña. El sábado, el presidente del Gobierno empeñó su palabra para intentar convencer a los ciudadanos de que en el PP ni se ha cobrado ni se ha pagado con dinero negro. El problema es que no son buenos tiempos para creer en la palabra dada y son muy pocos quienes, cuando se les pide un acto de fe a ciegas, lo aceptan sin rechistar.

Hablar de conspiraciones de la nada sólo sirve para desviar la atención y echar un manto de silencio sobre las cosas que estamos viendo

La fe ciega no existe salvo para los muy religiosos, pero cuando hablamos de cosas terrenales necesitamos palpar, verificar y tocar. Dice Bárcenas que la famosa libreta de la vergüenza no es suya y afirma que detrás de este escándalo hay un intento de querer dañar al PP en general, y al presidente en particular. Lo que no dice el extesorero-chantajista es que quien más daño ha hecho, tanto al partido como al presidente, es él mismo, y por mucho que se desgañite y aunque fuera un maestro del arte del disimulo es muy difícil no ver en él o en su entorno la mano que ha movido la cuna de todo este tema.

Detrás que todos los escándalos políticos y de corrupción que ha habido en este país, en la historia de la democracia siempre ha habido alguien despechado bien personalmente, bien políticamente. Yo no creo en absoluto que el diario ‘El País’ o ‘El Mundo’ hayan propiciado una especie de complot, de conspiración con el objetivo de hacer caer el Gobierno, legítimamente elegido en las urnas.

Nunca he creído en ninguna teoría de la conspiración y, aunque pienso que la política ha conseguido aflorar lo peor de cada casa, hablar de conspiraciones de la nada sólo sirve para desviar la atención y echar un manto de silencio sobre las cosas que estamos viendo. El problema es que los ciudadanos ni han creído en el desmentido de Rajoy, ni le dan credibilidad alguna al líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, cuando pide que dimita. ¿Por qué? Pues porque su exigencia no ha sido la misma con los corruptos de sus propias filas ni con escándalos de muchos millones, como el de los ERE en Andalucía sin ir más lejos. Si uno no se aplica su propia medicina, tiene muy poca credibilidad y, desde luego, la mínima autoridad moral para solicitar que otros prediquen con el ejemplo.

La política española se ha convertido en un auténtico lodazal donde unos tienen muy poco que reprochar a otros. Y tal vez ahí esté el problema. No es tolerable en una democracia avanzada que se apele continuamente al «y tu más» para defenderse, como no lo es que aquí nadie dimita, salvo en contadísimas ocasiones y cuando ya se esta con el agua al cuello.

No creo que el caso Bárcenas deba sustanciales con la dimisión del presidente del Gobierno

El otro día leí que en Francia, durante el quinquenio de Nicolás Sarkozy, hasta cuatro miembros del Ejecutivo vieron sus carreras políticas cortadas de cuajo por casos de corrupción. Uno porque le encontraron facturas de 12.000 € que se había gastado en puros habanos y los coló como gastos oficiales. Otro porque alquiló un avión privado para un viaje oficial y consiguió, mediante influencias políticas, un permiso legal para ampliar su casa de campo. El tercero se vio implicado en el escándalo político-financiero ligado a la millonaria Liliane Bettencourt, heredera del imperio L’Oreal, y fue acusado de tráfico de influencias y financiación ilegal del partido; y el cuarto porque pasó unas polémicas vacaciones en Túnez y se relacionó con un hombre de negocios tunecino próximo al clan del dictador Ben Ali. Se podría decir que no ha sido ni mucho menos el único país donde hemos visto escándalos que han acabado en dimisiones: Alemania, el Reino Unido, EEUU, etc, se han visto sacudidos últimamente por casos de este tipo en mayor o menor medida pero ninguno de ellos ha arrastrado al presidente del Gobierno, aunque luego lo haya podido pagar en las urnas.

No creo que el caso Bárcenas deba sustanciales con la dimisión del presidente del Gobierno -que un momento de grave crisis económica como el que atravesamos solo empeoraría las cosas- aunque sí es preciso que se depuren responsabilidades políticas, tanto en el gobierno como en el partido, y se llegue hasta el final caiga quien caiga. Si este escandalazo queda en nada, las urnas darán su veredicto y la espalda a Mariano Rajoy.

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Esther Esteban

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