sábado, mayo 4, 2024
- Publicidad -

Declaración necesaria, declaración tardía

No te pierdas...

El Parlamento serbio ha aprobado una declaración condenando la matanza de más de ocho mil bosnios musulmanes atrapados en la ciudad de Srebrenica por el jefe militar de los serbobosnios, Ratko Mladic. La matanza, programada y ejecutada ante las tropas de Naciones Unidas integradas por militares holandeses, fue el acto criminal que más notoriedad tuvo durante la guerra que se libró en territorio bosnio desde 1992 hasta 1995.

El más notorio porque se trató de un acto genocida, aunque la declaración de los diputados serbios evite utilizar este concepto y que fue planificado en los últimos estertores de una guerra que los ejércitos de Karadcik estaban perdiendo en la mesa de negociaciones que auspiciaron los norteamericanos. Y, además, también fue notorio por la terrible impunidad con que el genocida Mladic dirigió la operación que contó, incluso, con las cámaras de su televisión.

El legislativo serbio busca con esta condena un reconocimiento de la Unión Europea que facilite su integración. Tiene un fin que ayudará a modernizar las estructuras económicas del país y, probablemente, a transformar una mentalidad nacionalista que aún subyace bajo la epidermis de su comunidad. Pero lo hace tarde. Lamentablemente han tenido que pasar más de quince años para que los partidos democráticos hayan decidido revisar su actuación durante el desastre de la descomposición yugoslava.

Por eso es un paso importante pero, al mismo tiempo, insuficiente. De ahí las palabras cuidadosamente seleccionadas para definir aquella barbarie que han utilizado los legisladores, que, seguramente, trataban tanto de agradar a los políticos europeos como de evitar molestar a los miles y miles de ciudadanos que aún sienten orgullo por su cruel y deplorable comportamiento durante la guerra.

A pensar así ayuda, sin duda, la existencia todavía de militares destacados que no han sido puestos en manos del Tribunal de La Haya, empezando por el autor material del genocidio de Srebrenica, el bravucón Mladic, aún en paradero desconocido. Cuesta creer, en consecuencia, la auténtica moralidad de este acto parlamentario. Mladic permanece huido y Karadcik fue apresado repentinamente tras muchos años de convivencia normal entre los suyos bajo un disfraz inconcebible. Hechos éstos que ponen bajo sospecha la acción de los servicios de inteligencia.

Resolver la tragedia bosnia pasa por actos más profundos que el realizado por el Parlamento serbio, aunque, insisto, este último haya dado un paso que hay que considerar. El fin es restablecer la justicia impidiendo que el necesario objetivo de mirar al futuro perpetúe las fosas de la vergüenza que todos, absolutamente todos, ayudamos a cavar con nuestra indiferencia y con nuestro distanciamiento.

Así como la ignorancia no es un eximente para los alemanes que asistieron impasibles al holocausto, el desconocimiento de las dimensiones de la barbarie serbia y croata en la guerra de los Balcanes de finales del siglo XX no nos libra a todos los que asistimos al horror por televisión de la responsabilidad que nos corresponde.

Europa dio, entonces, una muestra deplorable de la enanez ética de sus políticas internacionales, y los grandes líderes como Kohl o Mitterrand tienen una responsabilidad culpable difícil de ignorar. En este caso, los norteamericanos de la Administración Clinton recién llegados a la Casa Blanca, aun con su exceso de prudencia, actuaron con bastante más voluntad que sus homólogos europeos, que mientras la población civil era exterminada cruelmente debatían sus intereses particulares ajenos al drama humano.

Bienvenida la declaración serbia. Falta el arrepentimiento sincero de un pueblo que se cegó en el odio. Falta, además, una revisión de la actitud de los gobiernos europeos de entonces. Por no hablar de Naciones Unidas. Y, por supuesto, falta una detención inmediata de Ratko Mladic, sin cuyo apresamiento nada de lo que se proponga para el futuro tendrá credibilidad suficiente.

Y, por último, nos falta una responsabilidad que adecente a los europeos como usted o como yo que participamos con nuestro silencio en la destrucción de un pueblo. Terrible paradoja que, empeñados como están algunos en negar lo evidente del peor pasado europeo -el holocausto judío-, hayamos vuelto a hacer lo mismo y con la misma actitud ante la persecución de los musulmanes bosnios. Ésa es nuestra tarea individual.

En cualquier momento, el revisionismo ultra nos advertirá del peligro que representaban los musulmanes bosnios viviendo cómodamente en el corazón de Europa. Y entonces, entonces no habrá declaración que tape la vergüenza que habrá de inundarnos como continente, como naciones o como ciudadanos.

Rafael García Rico

Artículo anterior
Artículo siguiente

Relacionadas

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -

Últimas noticias

- Publicidad -