viernes, mayo 3, 2024
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65 horas… ¡Uf!

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Cuando en junio del año próximo se celebren elecciones europeas y alguno de los descreídos habituales niegue el sentido o la utilidad del Europarlamento, se les podrá recordar el 17 de diciembre del 2008 como el día en que los ciudadanos europeos vieron con mayor claridad las ventajas de que exista al menos una institución democrática en la Unión Europea.

Una mayoría aplastante de eurodiputados, compuesta de socialistas, verdes, liberales, conservadores y democristianos, ha rechazado la ampliación de la jornada laboral hasta 65 horas, en algunos casos quebrando incluso la disciplina de partido o votando frontalmente en contra de sus gobiernos, como muchos representantes laboristas. Es muy probable que la directiva ya no salga adelante, a no ser que se consiga pactar una nueva en tres meses. Para evitar que decayera definitivamente, tendrían sus defensores que emplearse muy a fondo, pero estando Gordon Brown tan ocupado como está salvando bancos, es muy probable que no tenga tiempo para fastidiar a los ciudadanos, al menos por una temporada.

El sonoro rechazo de los eurodiputados demuestra que, por encima de filiaciones nacionales o partidistas, eran conscientes de lo que la directiva significaba: una embestida al corazón del Derecho social y laboral europeo. No se trata de mantenerlo por tradición o por honrar la memoria de los trabajadores encarcelados en su día en defensa de la jornada de ocho horas.

La cuestión es que la jornada cotidiana de aquellos cuya vida gira en torno al sol del trabajo, como decía Marx -con perdón-, sigue consistiendo en ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho para la familia y el ocio. No ha cambiado mucho en los últimos cien años. La diferencia es que hoy lo llamamos «conciliación de la vida laboral y familiar», y los ciudadanos que quieren ponerla en práctica preferirían ahorrarse el engorro de la horca por el que ya pasaron los sindicalistas de Chicago un lejano 1º de mayo. Ah, por cierto, esto me recuerda que los sindicatos siguen existiendo, ¿o no? Lo cierto es que en los últimos meses no se les ha oído hacer campaña -que, en cambio, sí ha resultado ruidosa en la red-, pese a que el resultado de la votación no estaba nada claro. Estos días la radio daba noticia del congreso de unas tales comisiones obreras, con sus candidaturas enfrentadas y otros rifirrafes burocráticos, pero no supe distinguir si se refería a un sindicato o a un viejo aparato de poder.

Irene Lozano

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