sábado, mayo 4, 2024
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Luis Abril o cría cuervos. César Alierta en sus manos

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Hay que remontarse hasta el verano de 2001, cuando se produjo la fusión entre el Banco Santander y el Central Hispano, para encontrar grandes titulares referidos a Luis Abril, por aquel entonces director general del BSCH con responsabilidades directas sobre el área de comunicación. En la actualidad, Abril (Burgos, 1948) y según reza en la web oficial de Telefónica, es “Secretario General Técnico de la Presidencia de la Telefónica S.A. y miembro del Comité Ejecutivo.” Recientemente Alierta lo colocó como vicepresidente-no ejecutivo y Consejero de Canal+ DTS. En medios financieros y empresariales no se entienden los motivos por los que Alierta lleva depositando desde hace más de diez años toda su confianza en un hombre al que la fama de desleal le precede. Tanto es así, que su llegada a Telefónica se produjo apenas dos meses después de que Emilio Botín lo echara a la calle sin contemplaciones, precisamente, por deslealtad, como recogió la prensa en su momento.

Basta echar un vistazo a las crónicas periodísticas de la época para comprender el calado de la personalidad de Luis Abril, su capacidad de jugar en dos campos a la vez y sus dotes de seducción. Hasta que Botín le vio el plumero.

Alierta lleva una década hipnotizado y tragándose el anzuelo, pero Emilio Botín, mucho más listo, lo caló de inmediato en aquellos complicados momentos de la fusión del Santander y el BCH. Algunos llegaron a decir que Abril, por su incontinencia a la hora de acaparar poder, llegó a poner la operación en peligro. Sea así o no, lo cierto en aquella cruenta batalla que libraron Botín y Amusátegui, Abril se decantó por el segundo, eso sí, sin dar la cara y haciéndole la “guerra sucia” a quien le pagaba.

Una información titulada “Enfrentamientos en la cúpula” y publicada en “El Mundo Financiero” relataba el malestar reinante en aquellos duros momentos y que derivó con que el 23 de julio de 2001 se produjera “el cese del director general y responsable de comunicación, Luis Abril, durante la reunión del consejo de administración. Abril fue sustituido a instancias de Botín por Juan Manuel Cendoya, un hombre procedente de Bankinter.”

Según esta información, “algunas fuentes apuntan que el cese se debe al acuerdo alcanzado hace un mes entre el presidente Emilio Botín y Corcóstegui, por las discrepancias que Abril mantuvo con los ejecutivos procedentes del Santander, que le culpan de las filtraciones sobre las diferencias entre presidente y consejero delegado.”

De esta información genérica, que no profundizaba demasiado en el origen de la discordia, Casimiro García-Abadillo ofrecía días más tarde en El Mundo toda una serie de datos que no hacían más que retratar la figura y la conducta de Abril con quien le daba de comer. Escribía el periodista el 29 de julio de 2001 que Botín había recibido “un informe según el cual el Departamento de Comunicación del banco realizaba pagos a empresas de periodistas muy críticas con su persona.”

Su información era tan detallada que contaba como “algunos consejeros habían advertido ya a Botín de que el Departamento de Comunicación del banco (dirigido por Luis Abril) no estaba cumpliendo con su misión y se había convertido, de hecho, en una fuente inagotable de munición contra su persona.”

“A principios de julio de 2001 –seguía relatando García-Abadillo- el copresidente del BSCH, a la sazón Emilio Botín- recibió en su despacho a un conocido abogado acompañado por un asesor externo que llevaba bajo el brazo un detallado informe. En él se ponía de manifiesto que el departamento de comunicación del BSCH estaba pagando enormes sumas de dinero a empresas ligadas a periodistas, al margen de un sustancioso abono de casi 80 millones al año a un conocido asesor de imagen. Curiosamente, todos los periodistas cuyas empresas tenían contratos con el banco eran críticos con Botín. Es decir, que el banco estaba financiando una sofisticada campaña de prensa contra su propio presidente.”

O sea, Botín estaba siendo traicionado desde el despacho de al lado por un señor que cobraba de su empresa. Entre alguna escaramuza previa a la destitución del jefe de comunicación y en el último consejo de administración del BSCH en el que sentó Luis Abril, cuenta García-Abadillo que  “Emilio Botín tomó la palabra y propuso la destitución de Abril por su abierta deslealtad como primer punto del orden del día. Corcóstegui manifestó su contrariedad, aunque reconoció que si aquél había perdido la confianza del presidente, era lógico que se planteara su destitución. (…) El consejero Felipe Benjumea (procedente del BCH) propuso que la decisión se presentara como dimisión y no como destitución, para dar una salida más honorable a Abril, argumento que fue contestado por Rodrigo Echenique (BS) y por Jaime Botín, quienes resaltaron que lo importante de la cuestión no era en sí mismo la salida de Abril, sino dar ejemplo de que la entidad no va a perdonar la falta de lealtad a ninguno de sus altos ejecutivos.”

Este episodio también es retratado el 29 de julio de 2001 por Jesús Cacho, uno de los periodistas con mejores fuentes y conocimientos del mundo financiero español. Escribía Cacho que “fue en el turno de ruegos y preguntas cuando Botín Padre destapó la caja de los truenos pidiendo abruptamente la cabeza de Luis Abril “por haber perdido mi confianza”. Matar al mensajero. Los hijos del cántabro saltaron al ruedo del voto, para apoyar la propuesta. Inmediatamente lo hizo Rodrigo Echenique, ideólogo y valet de chambre, quien declamó, además, en torno al efecto “ejemplificador” que, cara al futuro, debía tener para todos los ejecutivos de la casa este asesinato al atardecer. Amusátegui, en rápido recuento de fuerzas, paró en seco la sangría, proponiendo aceptar el sacrificio del Cordero por unanimidad.”

El “Cordero”, en efecto, no era otro que Luis Abril.

La licencia metafórica de Cacho, sin ánimo de corregirlo, era equivocada. Probablemente habría sido más acertado hablar de un “lobo con piel de cordero”.

O cría cuervos.

¿Podrá estar tranquilo César Alierta?

Más tarde más temprano, se la jugará. Al tiempo.

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