Regreso al infierno
Los habitantes del campo de refugiados Huai Nam Khao han constatado cómo en los últimos meses los soldados tailandeses han impuesto medidas cada vez más restrictivas. Desde controles militares hasta detenciones arbitrarias de líderes influyentes con el único objetivo de que los hmong abandonen su refugio.
Médicos Sin Fronteras (MSF), la única organización que trabaja en Huai Nam Khao, asegura que desde mediados de abril de este año el ejército tailandés obliga a los hmong a pasar por un control antes de acceder a la clínica médica de la ONG. Esto ha provocado una reducción del 50% de los hombres que usaban este servicio por temor a ser arrestados.
El personal de MSF también ha sido víctima de continuos interrogatorios y controles. "No podemos trabajar en un campo en el que los militares utilizan el encarcelamiento de líderes influyentes para ejercer presión sobre los refugiados y hacer que regresen de forma 'voluntaria' a Laos, y en el que se obliga a nuestros pacientes a pasar por controles militares para acceder a nuestra clínica de salud" asegura Gilles Isard, Jefe de Misión de MSF en Tailandia.
El contacto diario con los soldados armados, los controles militares y el miedo a ser detenidos recuerdan a los refugiados constantemente el horror del que escaparon dejando a amigos y familiares en el camino. Estas acciones militares impiden a los refugiados curar sus cicatrices psicológicas.
Estas medidas de presión aumentan el estrés y la ansiedad de los refugiados hasta tal punto que la desesperación ante la posibilidad de volver a Laos y la indefensión que sienten ha llevado a algunos refugiados a suicidarse, automutilarse o incendiar viviendas para llamar la atención sobre su situación. Frases como "Moriría en este campo antes de volver a Laos", "No regresaré a donde muchos miembros de mi familia fueron asesinados" o "Si me fuerzan a regresar yo mismo mataré a mi familia con un cuchillo y después me colgaré" son cada vez más comunes en las consultas psicológicas de MSF.
A pesar de esto, las repatriaciones han aumentado en 200 personas al mes desde diciembre del año pasado y en abril se alcanzó la cifra récord de 500. Estos retornos incumplen las leyes internacionales, ya que no se puede obligar o presionar a un refugiado a volver por miedo a sufrir represalias y además cualquier repatriación debe garantizar la seguridad del individuo. Ninguna de estas condiciones se cumple en el caso de los hmong de Tailandia.
Las reiteradas peticiones de acceso al campo por parte del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) solo han recibido el silencio de las autoridades tailandesas. El personal de ACNUR no puede entregar el estatus de refugiados a los hmong y como consecuencia no puede protegerles.
La maldición de los hmong
La Guerra de Vietnam cambió el destino de este grupo étnico provocando la dramática situación actual de los hmong. Su pecado fue que algunos de sus miembros fueron reclutados por la CIA para ayudar a los norteamericanos frente a Vietnam del Norte. Los llamados "aliados olvidados" fueron abandonados por los EEUU cuando fueron derrotados.
Al llegar al poder el Partido Comunista de Laos en 1975 los consideró una amenaza anticomunista. Casi 300.000 personas, la mayor parte hmong, se vieron obligados a huir de la violencia a Tailandia buscando el estatus de refugiado. Otra gran parte emigró a otros países, principalmente a EEUU que recibió unos 250.000 laosianos entre 1975 y 1996, de ellos más de la mitad eran hmong.
Cientos de personas que no pudieron escapar se vieron obligados a esconderse en la jungla con sus familias y aún hoy en día siguen sobreviviendo allí siendo objeto de persecuciones, matanzas y ataques por parte del ejército laosiano. Muchos de los refugiados del campamento Huai Nam Khao cuentan a MSF cómo tuvieron que huir de la jungla cuando sus amigos y familiares fueron cazados como animales y enseñan sus cicatrices de la metralla y las balas como señal del infierno del que escaparon.
A finales del 2004 unos 5.000 hmong se instalaron en Huai Nam Khao y en el 2006 llegaron otros 2.000 buscando una nueva vida, encerrados pero sanos y seguros. Sin embargo, el ejército tailandés se ha ocupado de arruinar las condiciones de los refugiados con el único objetivo de que vuelvan a su tierra.
El secuestro de los niños
El caso que conmocionó a los habitantes del campamento fue el arresto en diciembre del 2005 de 27 menores hmong, 22 chicas y cinco niños, por parte de la policía tailandesa para obligarles a regresar a Laos. Doce de las chicas pudieron regresar al campamento en 2007 y contaron su pesadilla al personal de MSF. Las menores explicaron que durante días fueron víctimas de violaciones múltiples, torturas, interrogatorios, palizas y demás abusos para obligarles a declararse culpables de los actos que les imputaban.
"Ellos golpearon mi cabeza contra el suelo, me pegaron puñetazos en el estómago y después uno de ellos me violó. Lo hicieron todo el día uno detrás de otro. Cada día recibíamos el mismo trato", cuenta una de las jóvenes, P.K.Y. de tan solo 16 años.
Situaciones como esta tienen lugar mientras Naciones Unidas y grandes potencias como EEUU o Francia son incapaces de dar un paso concreto para asegurar la protección de los casi 5.000 hmong confinados en el campo de refugiados de Huai Nam Khao y los Gobiernos de Laos y Tailandia impiden que MSF y ACNUR desarrollen su labor humanitaria y empujan a los refugiados a firmar una sentencia de muerte segura en territorio laosiano.