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El despegue de la nueva Alitalia no supone el fin de los problemas de la compañía

Las asambleas de trabajadores que se celebraron en los aeropuertos milaneses de Malpensa y Linate propiciaron varios retrasos y cancelaciones de unos vuelos de los que, según los medios de comunicación italianos, sólo se habían vendido parte de sus asientos disponibles.

En Linate, lo que en un principio eran retrasos en la salida de los vuelos terminó convirtiéndose en cancelaciones de una decena de servicios aéreos con salida y destino en el aeródromo milanés, cuyos responsables han peleado estos días porque fuera incluido dentro de los centros de conexión de vuelos de la nueva compañía.

En Malpensa, el personal de tierra de la compañía y de la SEA, la sociedad gestora de los aeropuertos milaneses, se reunió en torno al área de facturación, impidiendo su normal funcionamiento con la intención de pedir que los aeródromos de Milán no queden en desventaja con respecto al romano de Fiumicino.

Todas estas protestas no impidieron que despegara a las 05.10 GMT el primer vuelo desde Malpensa, el AZ676, con destino a la ciudad brasileña de Sao Paulo y en el que viajaban, según los medios de comunicación locales, poco más de sesenta personas, cuando su capacidad era de unas trescientas.

En el aeropuerto romano de Fiumicino, en el que se registraron menos complicaciones por manifestaciones convocadas por algunos sindicatos minoritarios, un vuelo procedente de la ciudad siciliana de Palermo fue el primero en aterrizar poco después de las 06.00 GMT.

Sea como fuere, este martes comenzó para Alitalia una nueva era, después de que una sociedad de unos veinte empresarios italianos que adoptó el nombre de Compañía Aérea Italiana, CAI, se hiciera cargo de ella, acompañada ahora de la francesa Air France-KLM.

Todo el proceso de salvación de la aerolínea, que el 29 de agosto del 2008 se declaró en estado de insolvencia y pidió pasar a una administración extraordinaria, degeneró en una auténtica agonía para la compañía, que vio cómo en sus últimas semanas de vida se sucedían las protestas de los empleados y las cancelaciones de vuelos.

Todo esto parecía haber terminado después de que los sindicatos mayoritarios y algún que otro minoritario se adhiriera a la oferta de salvación de la CAI, pero lo que los trabajadores de Alitalia demostraron ayer es que persiste el desacuerdo ante las intenciones de los nuevos dueños.

"Los pilotos vienen de un periodo durísimo y no están motivados. Creo que el futuro dependerá de la medida en la que la compañía sea capaz de motivar al personal", dijo el presidente del sindicato minoritario ANPAC, Fabio Berti, en una entrevista que publicaba el diario italiano Il Giornale.

Después de que el problema del Expediente de Regulación de Empleo pareciera solucionado, surgió el asunto de la disputa entre los aeropuertos de Milán y Roma por ser el principal punto de partida y llegada de los servicios de la nueva compañía, asunto en el que la entrada del nuevo socio extranjero tenía mucho que ver.

Desde el norte del país, en el que se sitúa Milán, se pedía que fuera la alemana Lufthansa, con una filial que opera desde Malpensa, el nuevo socio, mientras que en Roma apostaban por Air France-KLM, la que finalmente ha entrado en el 25% del accionariado de Alitalia.

Las intenciones de Lufthansa eran las de llegar a una "fusión enmascarada" con la italiana, según aseguró el consejero delegado de la CAI, Rocco Sabelli, en una entrevista que publicaba ayer el diario local La Stampa.

Según responsables de la nueva Alitalia, Lufthansa les envió el lunes "in extremis" una carta en la que pedían que frenaran la oferta de Air France-KLM de 322 millones de euros por su entrada en la compañía, algo que finalmente no se hizo.

Por el momento parece que el cambio en Alitalia sólo ha sido de propietarios, pues los problemas siguen afectando a una compañía que nació el 16 de septiembre de 1945 en Roma y que operó su primer vuelo intercontinental en 1948 desde la capital italiana hasta Buenos Aires.

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