Directo desde Roma: el cardenal Prevost, el nuevo papa que guiará los designios de la Iglesia Católica
A las 19:12h de este jueves 8 de mayo las cortinas del balcón central del Vaticano se han ladeado, ante la presencia de miles de fieles, para dar paso a la presencia del cardenal protodiácono, Dominique Mamberti, que ha pronunciado las palabras que anuncian el nombramiento del nuevo sumo pontífice de la Iglesia Católica: "Habemus Papam".
Y ha anunciado que el cardenal estadounidense Robert Francis Prevost será el sucesor del papa Francisco, sucesor de Pedro, y quien gobernará la Iglesia bajo el nombre de León XIV.

Prevost, de origen estadounidense y miembro de la Orden de San Agustín, ha desempeñado diversos roles dentro de la Iglesia, incluyendo su labor como prefecto del Dicasterio para los Obispos. Su elección marca un momento significativo en la historia de la Iglesia, al ser el primer papa estadounidense.
La elección del nuevo papa se ha producido en la tarde de este jueves 8 de mayo, unos minutos después de las 18:00h. Tras la cuarta votación del cónclave, que comenzó ayer, 7 de mayo, la fumata blanca que ha salido por la chimenea de la Capilla Sixtina ha anunciado que los 133 cardenales que votaban en el cónclave (entre ellos 6 españoles) había alcanzado la mayoría necesaria para el nombramiento del sucesor de Francisco.
¿Qué hace el nuevo papa antes de asomarse al balcón del Vaticano?
Tras ser elegido en la Capilla Sixtina, el nuevo pontífice es conducido a la conocida 'Sala de las Lágrimas', una estancia contigua donde permanece unos minutos a solas. Según detalla el Ordo Rituum Conclavis, el ritual que regula el cónclave, este espacio está reservado para que el papa se revista por primera vez con la sotana blanca, preparada en tres tallas por la Casa Pontificia.
El nombre de la sala no es casual: evoca la carga espiritual del momento, donde confluyen emoción, recogimiento y responsabilidad. Durante el cónclave de 2013, el entonces portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, describió este instante como “profundamente íntimo y acompañado por un gran silencio”.
Desde allí, el nuevo papa vuelve a la Capilla Sixtina y, ante los cardenales, acepta formalmente su elección con la palabra “Accepto”. Después, recibe el saludo y la obediencia de cada uno de los purpurados. A continuación, es conducido hacia la logia central de la Basílica de San Pedro, el lugar desde el que será presentado al mundo.
El ceremonial, según confirmó la Oficina de Prensa de la Santa Sede, no incluye ningún discurso preestablecido: el papa puede rezar unos instantes antes de aparecer y dirigir unas palabras espontáneas a los fieles. Todo lo que sucede en ese histórico balcón (desde la fórmula “Habemus Papam” hasta la primera bendición Urbi et Orbi) nace del instante y del impacto de saberse ya cabeza visible de la Iglesia universal.
¿Por qué los papas cambian de nombre al ser elegidos?
Adoptar un nuevo nombre al ser elegido pontífice es una tradición que se consolidó en el siglo X, aunque no fue una práctica universal en los primeros siglos del cristianismo. En aquella época, algunos obispos de Roma optaban por modificar sus nombres originales, especialmente cuando estos tenían origen pagano.
Sin embargo, no fue hasta el año 955, con la elección de Juan XII, cuando esta costumbre comenzó a extenderse de forma continuada, hasta convertirse en norma no escrita de los cónclaves posteriores.
Desde entonces, la gran mayoría de pontífices ha elegido un nuevo nombre como símbolo de misión, homenaje o inspiración espiritual. No obstante, no todos los papas han seguido esta tradición: de los 266 pontífices anteriores, sólo 129 adoptaron un nuevo nombre.