'Partes de guerra', ¿la novela 'definitiva' sobre la Guerra Civil?
Partes de guerra (RBA) es una gran novela colectiva sobre nuestra tragedia, un acontecimiento histórico que, de una manera u otra, sigue muy presente en nuestros días. Pero, si algo queda claro con la lectura de esta obra, es que la Guerra Civil no es un acontecimiento exclusivo de España.
Muchos autores y artistas extranjeros se asomaron al abismo en el que se convirtió España en el 36 y, tras verlo con sus propios ojos, decidieron comunicarlo al mundo. Libros como La esperanza de Malraux, Por quién doblan las campanas de Hemingway, o el testimonio fotográfico de Robert Capa y Gerda Taro son ejemplos de los sentimientos que genera una guerra y demuestran que la contienda traspasó las fronteras españolas.
Precisamente, el criterio que ha seguido Martínez de Pisón para editar este libro ha sido el de "la decencia" de todos los relatos, unido a su calidad y al hecho de que estuvieran escritos en castellano, catalán, gallego y euskera.
En la obra, hay relatos casi para todos los gustos: desde aquellos protagonizados por testigos directos de la guerra - como Ayala-; de los que apoyaron a los vencedores -Edgar Neville y Rafael García Serrano-; de los que escribían sobre los republicanos -Arturo Barea o María Teresa León-, y textos popularizados por el cine -La lengua de las mariposas, de Manuel Rivas-. Se echa en falta un relato de Alberto Méndez, autor del fantástico libro de relatos Los girasoles ciegos, recientemente llevado al cine.
La intencionalidad de la palabra
Los relatos de Partes de guerra no están exentos de intencionalidad: el lector se encuentra con textos concebidos desde el compromiso explícito con uno u otro bando, y es que no hay que olvidar que muchos de los escritores que protagonizan esta obra participaron activamente en la contienda. Con sus relatos pretendían, en la mayoría de las ocasiones, contribuir a la victoria, aunque fuera a través de la modesta aportación de su pluma. En tiempos de guerra, la palabra era un arma con tantas posibilidades como el fusil.
Es el lector el que juzga si lo que lee es literatura o propaganda, o si acaso ambas caminan de la mano obligadas por la coyuntura histórica.
no es una antología en el sentido estricto de la palabra, porque no se limita a reunir los textos de un grupo de autores que vivieron la contienda, sino que amplía el círculo, y le da tanto valor a los relatos de los que presenciaron la lucha como a los de la "generación de los niños asombrados", a los que la guerra truncó su infancia. A ese grupo pertenece, por ejemplo, Ana María Matute, quien reflejó en Los Abel la atmósfera española inmediatamente posterior a la contienda civil desde el punto de vista de los más pequeños.
es, en cambio, una obra global, porque relata los tres años de la guerra, porque contiene textos sobre el bando nacional y sobre el republicano, porque busca respuestas a la guerra que no necesariamente tengan que ver con el ajuste de cuentas o la venganza y, sobre todo, porque aborda el problema en su complejidad a través de historias que admiten muchas interpretaciones. Porque las guerras nunca pueden tener una única interpretación.
Y quizás, a lo único a lo que no pueda aspirar la novela es a ser "la definitiva". Porque los años pasarán, y otras generaciones vendrán, pero en todas ellas seguirán perdurando los ecos de la guerra.