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Un centro de menores de Madrid encierra a los chavales hasta 72 horas en salas de castigo

Según el texto, que analiza 27 de los 58 centros existentes en todo el país, algunos tienen salas de contención o aislamiento, donde los chavales deberían permanecer unos minutos para garantizar la seguridad e integridad física del personal y de los ingresados en una situación de tensión.

Sin embargo, en el centro de Picón de Jarama, los menores explicaron al Defensor del Pueblo que "la estancia puede prolongarse hasta 72 horas, con salidas de una hora al patio cada 24 horas", a pesar de que el máximo admitido por la dirección del centro es de un día de reclusión.

Además, y aunque los expertos del Defensor no pudieron constatarlo visualmente, los chavales les hablaron de la existencia de una "sala de tiempo fuera", de reducido tamaño, con las paredes cubiertas de goma negra y sin ventanas, donde llegan a permanecer en ocasiones hasta una hora.

Denuncias

En este mismo centro un menor presentó una denuncia el pasado 10 de julio manifestando que, tras una discusión con una compañera, los vigilantes del centro lo habían llevado a su habitación y lo habían "reducido a la fuerza", metiéndolo en un cuarto de castigo en el que "los vigilantes y un tutor se abalanzaron sobre el menor para que no pudiera escapar, dejándole sin respiración y llegando casi a ahogarlo".

Dos meses más tarde, el Instituto Madrileño del Menor y la Familia recibió otra queja de un menor que decía haber sido atacado por un empleado de la seguridad, que le asestó "dos golpes en la cabeza con la plaqueta mecánica utilizada para detectar metales en los cacheos", lo que le ocasionó una brecha con diagnóstico de traumatismo encefalocraneal. "No sólo no llevaron al niño al médico, sino que se le dejó toda la noche aislado y sin supervisión médica", continúa la queja.

El caso más sangrante en la Comunidad de Madrid es el del centro Tetuán, gestionado por la Fundación Internacional O'Belén y ya cerrado por el Defensor ante las múltiples irregularidades que presentaba. Entre otras cosas, en estas instalaciones se cerraban las puertas blindadas de las habitaciones durante las horas de descanso nocturno.

En una ocasión, una menor encerrada sufrió un ataque de pánico y solicitó salir pero, al no ser escuchada, comenzó a dar patadas contra la puerta y, presa del terror, la joven empezó a "cortarse los brazos con la cuchilla de un sacapuntas", siendo finalmente reducida "de forma contundente", retorciéndosele el brazo y pisándole el cuello y la cabeza contra el suelo. Finalmente hubieron de intervenir tanto los bomberos como la policía, y se produjo un motín con diversas fugas.

Casos de suicidio

Las puertas también quedan bloqueadas en el centro Picón de Jarama, donde un niño intentó ahorcarse con una sábana, y donde otro protagonizó varios intentos de suicidio tragándose un lapicero y unas llaves.

El caso más lamentable es el de un menor marroquí de 13 años que, el 2 de diciembre del 2008, falleció en circunstancias aún poco claras mientras estaba en el mismo alojamiento. De hecho, este suceso fue el que motivó que el Defensor del Pueblo ampliara su investigación de las regiones de Madrid, Castilla-La Mancha, Aragón y Valencia a todo el territorio nacional.

Las rejas en las ventanas son otro de los habituales en los centros de atención a menores con trastorno de conducta. En concreto, de las instalaciones de la Comunidad de Madrid al menos dos, La Berzosa y Sirio I, las tienen. De hecho, en el segundo "las ventanas tienen barrotes y las puertas carecen de picaportes, de modo que sólo pueden abrirlas los educadores", según relata el informe.

Además, en el centro de Picón de Jarama "los educadores hacen habitualmente uso de lo que llaman "collejas educativas", y hay contratado personal de seguridad para que controlen a los chavales cuando se produce alguna crisis. "Les damos la razón a los educadores para sobrevivir y que nos dejen en paz. No nos enseñan valores y principios útiles para la vida", critican los menores.

Falta de recursos

Otro problema de este tipo de instalaciones es la falta de recursos frente al incremento de menores ingresados. Así, los profesionales señalan que "hay un gran número de menores que circulan de centro en centro y no acaban de encontrar una respuesta acertada a sus necesidades".

Esto provoca retrasos en la aplicación de los programas, por lo que los chavales acaban pasando más tiempo del recomendado teóricamente en estos centros. Por ejemplo, mientras la media efectiva de permanencia se sitúa entre el año y los dos años en la mayoría de los centros, algún chaval ha llegado a estar hasta cinco años en Sirio I.

Llaman también la atención algunos métodos de control de los niños. Por ejemplo, en el centro Santa Lucía de Madrid, pese a ser el mejor valorado, se suministra a los jóvenes diez cigarros diarios, canjeables por dinero. La dirección alega que, dada la adicción que muchos tienen a otras sustancias, no se ve aconsejable prohibirles el tabaco, aunque se les motiva para que dejen de fumar.

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