Un zombi montado en una gaviota
"No hay amigo del amigo,
Ni los deudos son ya deudos,
Ni hay hermano para hermano
Si anda la ambición por medio"
(José de Echegaray *)
El oficio de domador de gaviotas es nuevo en el mundo del espectáculo. Todos hemos visto alguna vez, látigo en mano, a un valiente enfrentado a una docena de leones o, más difícil todavía, de tigres de Bengala. Los niños admiran sus actuaciones, las mujeres se emocionan contemplándoles y los hombres sentimos una envidia que nos empuja la imaginación a otros tiempos y lugares. Hay domadores de elefantes, de focas, de caimanes, de loros, de perritos pequineses... y hasta de pulgas; pero lo nunca visto, lo insólito y novedoso, es el número que ofrece Mariano Rajoy en la pista central del circo del PP. Los Barnum y los Ringling, máximos empresarios del espectáculo, le hubieran presentado gustosos bajo sus carpas, y Taras Bulba o Ángel Cristo, los domadores españoles de mayor leyenda, empalidecen si se les compara con el gallego, que ha hecho de la siesta y la indecisión grandes herramientas políticas con las que disimula su falta de entusiasmo y/o su desorientación.
En el I Foro abierto de Militantes -algo menos que un congreso, algo más que una asamblea y, en cualquier caso, algo difuso, confuso y profuso-, uno de esos guateques que organizan los partidos para que sus militantes tengan conciencia de su propia existencia, Rajoy ha presentado su número de gaviotas. Memorable. Ha elevado su voz sobre el desafinado coro de graznidos, los de cada una de las familias e intereses contrapuestos, que son la esencia de la formación, para garantizar, con toda la seriedad del mundo, con la gravedad de quien cree en lo que dice y está dispuesto a pelear por ello, "la cohesión y la unidad" del PP "pase lo que pase".
Garantizar "cohesión" y "unidad" en donde no hay ni de lo uno ni de lo otro exigiría, de no haberle perdido el respeto a la razón, el compromiso de alcanzarlas para, después, mantenerlas; pero aquí, por lo que se ve, vale todo.
Con gran precisión y oportunidad dijo Rajoy, el líder que espera que la crisis se solucione con patriotismo, que "resulta dudoso que pueda operar un Gobierno que teme a la verdad, que falsea la realidad, que no toma ni una sola medida acertada, que ha arruinado la confianza de todo el mundo y bloquea toda posibilidad de recuperación". De no ser por la referencia a las medidas desacertadas, que sabido es que él no las toma nunca de ningún tipo, el texto podría pasar por autobiográfico. Es, en sí mismo, una radiografía en la que puede verse, sin forzar el ojo clínico, la patología que afecta y anula al partido que, debiendo ser alternativa a un PSOE que no funciona, pierde el tiempo y la fuerza en escaramuzas fratricidas.
En el marco de ese I Foro para Militantes, a mitad de camino entre el teatro del absurdo y la comedia de enredo, no pueden pasarse por alto las carantoñas que se prodigaron entre sí Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón. Algo políticamente obsceno que conlleva desprecio para quienes, sin ninguna tentación de izquierdas, no tienen más opciones de participación nacional que las que promueve el PP. Entre La espía que me amó y Harry Potter, la presidenta y el alcalde compusieron un programa doble ya demasiado visto. ¿A quién querrán engañar?
El domador de gaviotas tendrá que gastar muchas sardinas para encelar a las que vuelan y graznan en su entorno; pero para eso hay levantarse temprano, tener ganas, asumir el riesgo y obrar con diligencia. El imposible metafísico para Mariano Rajoy.
* Así le dice, en la primera escena del primer acto de En el seno de la muerte, Roger de Perelada a Berenguel de Las Panizas en la leyenda trágica de José de Echegaray. Además de recibir el Premio Nobel de Literatura y ser considerado como el más importante matemático español de su tiempo, Echegaray -a la izquierda de Sagasta- fue, y con brillo, ministro de Fomento y de Hacienda. A él debemos la actual estructura del Banco de España. Los versos que se citan en el penacho de esta columna, quizás fruto de su experiencia política, forman parte de una historia que transcurre en Aragón, en 1285, y, para nuestra desgracia, tienen plena vigencia en la España del siglo XXI.