sábado, mayo 4, 2024
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La luz de los iluminados

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Que vivimos tiempos convulsos es algo que comprobamos fácilmente con tan solo ojear el periódico, ver un informativo, observar a nuestro alrededor o, más sencillo aun, hablar con nuestros amigos y compañeros. Lo cierto, no obstante, y sin pretender con ello buscar consuelo, es que una mirada al pasado nos haría comprender que los tiempos de plenitud y de paz a lo largo de los siglos han sido breves y exiguos, y cuando dichos periodos se han dado, en la mayoría de los casos, éstos han respondido más a una ficción política o histórica que a una realidad social efectiva.

Pues bien, cuando en la Sala Pequeña del Teatro Español de Madrid aun resuenan los ecos de la soberbia «Anarquista» de Mamet, ahora le toca el turno a una obra cuyo argumento, por lo referido anteriormente, está de plena actualidad, se trata de LOS ILUMINADOS, que nos llega de la mano de su director, Fuentes Reta.

El preciso análisis de la sociedad y especialmente del segmento juvenil efectuado por su autor, el estadounidense Derek Ahonen, así como la visceralidad de sus protagonistas, hace de dicho drama, escrito en 2008, una visión cuasi profética, al adelantar muchas de las cuestiones que nos acechan e inquietan en nuestros días. Pero más importante que todo ello, resulta la capacidad de Ahonen para abrir una serie de interrogantes ajenos al habitual y manido enfrentamiento entre el sistema actual y las utopías existentes al otro lado del capitalismo. Y es que, desde mi punto de vista, uno de los principales logros de LOS ILUMINADOS es la facultad para hablar y confrontar ideas, sentimientos y pensamientos, por ello el público, lejos de cualquier tópico, no queda indiferente.

Con ser fundamental todo lo hasta aquí expuesto, dicho discurso podría perderse como agua entre las manos, a semejanza de cualquier otro ejercicio dialéctico, si no fuera por la esencial aportación de sus protagonistas. David, Amor, Velarde, Juan, Amanecer y Joaquín, interpretados respectivamente por Jorge Muriel, Mónica Dorta, Ángel Roca, Mariano Estudillo, Marina Cruz y Javier Albalá, son capaces de encarnar de manera individual, incluso hasta el extremo, todos los valores que bien pueden definir y reconstruir nuestro propio mundo, nuestra propia complejidad, nuestro ego más auténtico, un yo no exento de contradicciones.

La capacidad interpretativa de este tan joven como experto elenco, esfuerzo físico incluido, brilla con luz propia para poner en escena el relativismo moral de la cotidianidad, así como la pérdida y trasmutación de una serie valores cuyas principales víctimas son los jóvenes, quienes asimismo también simbolizarán la esperanza.

Es precisamente en esta paradoja donde reside el milagro que contemplamos en LOS ILUMINADOS, pues cada uno de los actores logra tal grado de identificación con sus personajes, que alcanzan nuestra comprensión, respeto y admiración, porque todos ellos descubren algo de nosotros. Así, de manera casi imperceptible, este proceso se decantará hacia un sugerente final que, evidentemente no desvelaré, pero me atrevería a calificar, teniendo esos tiempos referidos al inicio del presente artículo, de absolutamente revolucionario.

Entre todos estos destellos que emanan de esa luz de LOS ILUMINADOS, solo queda preguntarme, o preguntarles mejor dicho, si éste sería un artículo digno de la pluma de Juan (quien se acerque hasta la Sala Pequeña del Español sabrá qué quiero decir.)

Javier García-Luengo

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