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'Tierra de lobos' fue 'Tierra de bobos'

Uno creía que después de haber visto finales de series como Los Serrano o El barco, y superado la terapia posterior para no desear que todos los guionistas españoles fueran víctimas de los zombis de The Walking Dead, ya ningún último capítulo de una serie podría perturbar su paz interior. Pero no. El hombre no es sólo el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, sino diez, doce, quinientas...

Esta vez mira que los de Tierra de lobos lo tenían fácil: matar a los malos, hacer felices a los de tan tristón pueblo, convertir en matrimonios de los de comieron perdices al menos a dos de las parejas protagonistas y, como mucho, pues terminar con la vida de alguno de los buenos, por aquello de que esta ficción no ha sido comedia en ninguno de sus 42 capítulos.

Pues ni por esas. En lo único que siguieron con lo establecido fue para colmo en lo de matar al "bueno", a ese César Bravo que desde que volvió a la serie parecía realmente que había estado en un penal durante su larga ausencia. Como no daba crédito a lo que había pasado, a lo que en teoría habían visto mis ojitos, una serie de acción en la que no muere ni uno de los "malos", lo achaqué a que me había quedado traspuesto en algún momento y cuando salieron los créditos me metí en internet para ver los últimos quince minutos otra vez. Pero aquello fue como esperar que en Bambi resucitara la madre o que Chus Lampreave ganase un concurso de belleza.

Ni se había aclarado qué había pasado con el alcalde, ni mucho menos si había aceptado la propuesta de matrimonio de Nieves, ni si ésta había dicho sí a la de casarse con Aníbal, ni dónde había ido a parar el posadero, ni si habían ajusticiado al compañero de la madre del posadero, ni si Álvaro iba a cuidar de por vida a la "niña del exorcista" que era la pequeña Lobo, ni dónde estaba la hermana lesbiana de aquella, que no apareció en los últimos 15 minutos como si se hubiera ido antes de tiempo a su casa el día del rodaje de ese capítulo, ni, ya por pedir, dónde se marchaba Elena con su hijo medio tetrapléjico.

Uno no recordaba tantas tramas abiertas al acabar una serie desde el final de Perdidos. ¿Estarían cabreados los guionistas con el final de la serie? ¿Se habrían querio reír de la audiencia? ¿Querrían emular a sus colegas de Los Serrano o El barco, para no ser menos?

Mientras no salga una ley que garantice que todas las series españolas van a cerrar todas sus tramas en su último capítulo, y sin desvaríos de por medio, so pena de cadena perpetua para los guionistas, que no cuenten conmigo para seguir ninguna otra. Que se rían de sus padres.
 

La mosca