¿Por San Blas la cigüeña verás?

Pero hace tiempo ya que algunos refranes, especialmente algunos que tienen que ver con los ciclos de la Naturaleza, con la meteorología, etc., no se cumplen. Expresión acaso de las alteraciones que el hombre ha introducido en unos esquemas naturales antes menos variables.
Antes era un hecho que las cigüeñas desaparecían de España en el invierno. Se iban en masa a África y aquí no se las veía hasta estas fechas. Pero las cosas han cambiado. Hoy en día son grandes los contingentes de estas aves que no realizan ese fantástico viaje al sur. La cosa parece que comenzó con fuerza desde los años 80, aunque ya desde antes se veía que había cada vez más cigüeñas que se quedaban, por ejemplo, en el sur de España durante la estación fría. A mediados de los 90 ya permanecían en España, a lo mejor, unas 7.500. Y en 2004 eran unas 30.000.
También hay cigüeñas de otros países europeos que optan por quedarse en España y no cruzar el Estrecho de Gibraltar (el lugar por el que tantas aves planeadoras dan el salto de un continente a otro).
Las lleva desde las torres de las iglesias de tantos pueblos españoles hasta lugares como las sabanas al sur del desierto del Sáhara
Las causas que se barajan para explicar estos cambios de comportamiento son varias. El que los inviernos sean cada vez más cortos y benignos. La garantía de comida disponible en marismas, arrozales, vertederos... E incluso ahorrarse el esfuerzo y los riesgos que supone la migración.
En cualquier caso, claro está, muchísimas cigüeñas, la mayor parte de ellas, siguen viajando a África cada año. Un alucinante periplo que las lleva desde las torres de las iglesias de tantos pueblos españoles hasta lugares como las sabanas al sur del desierto del Sáhara, afrontando incontables peligros.
Una aventura de la vida salvaje. Porque toda vida salvaje es aventura y no como la vida de tantos seres humanos, que creyendo domesticar la Naturaleza acabaron domesticándose, ante todo, a sí mismos. Una aventura que en tiempos era un misterio, pero que hoy cada vez lo es menos gracias a los estudios que realizan los ornitólogos.
Algún momento bonito y entrañable de mi juventud transcurrió subido a nidos de cigüeñas. Viendo desde allí arriba los tejaditos de las casas de los pueblos. Era anillador de aves. Íbamos a pueblos de Extremadura donde había grandes colonias de estas aves (Fuente de Cantos, Alcántara, Mata de Alcántara...) y subíamos a las torres de las iglesias, o a veces a difíciles espadañas, o incluso a peñascos a la orilla de algún embalse donde también había alguna colonia de cigüeñas. No sin peligro en ocasiones. Y ahí nos veíamos, en los templados días de la primavera, acompañando a los pollos de cigüeña, en aquellos nidos llenos de cosas y con un olor tan característico. Poníamos en sus patas unas grandes anillas de aluminio que tenían unos números y letras y enviábamos esos datos a la Sociedad Española de Ornitología, de la que por entonces era socio.
Así, como esa raza humana que son los amantes de los pájaros se halla distribuida por todo el globo, un día, a lo mejor tres o cuatro años después, llegaba la noticia de que ese pollo de cigüeña que yo tuve en mis manos en aquel nido del convento de Alcántara, resulta que a lo mejor había sido abatido en Níger, Senegal o Mali, en el sahel africano. Y lo sabíamos porque los que habían encontrado su cadáver en la sabana habían tomado nota de los datos de la anilla, informando del hallazgo. De ese modo, los datos recogidos por infinidad de ornitólogos iban permitiendo trazar los mapas de los desplazamientos de muchas aves viajeras.
Hoy las cosas se han modernizado algo. Bastante. Incluso hay algunas cigüeñas que son seguidas por satélite y podemos ver en qué punto de su viaje de retorno se encuentran en tiempo real. Por ejemplo, a través del programa Migra de Seo/Birdlife que permite a cualquiera seguir esos viajes a través de una página web (www.migraciondeaves.org)
Hay algunas cigüeñas que son seguidas por satélite y podemos ver en qué punto de su viaje de retorno se encuentran
Este año en concreto hay unas 30 aves a las que se sigue de este modo, con un detalle inimaginable para los ornitólogos de antaño. Y así se ve como hay cigüeñas que pueden haberse ido a más de 3.000 kilómetros y otras que apenas se han movido de donde estaban. Muchas pasan el invierno al sur del desierto del Sahara, pero hay algunas pocas que pueden ir mucho más allá. Pero, además de eso, que ya podía saberse con las anillas, ahora puede saberse además qué rutas escogen, en qué lugares concretos se detienen durante los viajes, qué movimientos hacen durante el inverno en la sabana del continente negro... Todo gracias a las últimas tecnologías en sistemas de geo-localización y seguimiento remoto. Que, también hay que decirlo, rompen algo del hermoso misterio que siempre ha envuelto esas cosas de la Naturaleza que siempre parecía que nunca iban a saberse con detalle.
En cualquier caso, aun conociendo cada vez más secretos de ella, la Naturaleza sigue fascinándonos siempre. Y, por estas fechas, en muchas zonas del país, por San Blas, sigue esperándose a las cigüeñas, si es que se fueron, o si es que no han vuelto ya, en el caso de las grandes viajeras.
Cada año, muchas cigüeñas, vengan de lejos o de menos lejos (las que no se han quedado) retornan movidas por la fuerza de instintos milenarios. Renuevan así el pacto que debieron sellar con los agricultores desde el Neolítico, acaso cuando comían los animales que descubrían los arados y los hombres vieron en estas aves, que se alimentaban de animales que podían ser perjudiciales, unos aliados. Y las dejaron establecerse en sus poblados. Dejando anidar la Naturaleza en el corazón de las villas.
Desde entonces, a lo largo de los milenios, por estas fechas, se ha venido produciendo el feliz espectáculo del retorno de las cigüeñas a los pueblos europeos. Al parecer, al menos esto es lo que se ha dicho, machos y hembras llevan vidas independientes durante la invernada y la migración. Los machos llegarían normalmente antes y luego, lo harían las hembras.
Uno casi podría imaginar poéticamente, la espera del macho en el campanario, esperando día tras día. Oteando el horizonte. Y, humanizando un poco la cosa, literariamente, quien sabe si preguntándose si le habrá pasado algo a su consorte. Si habrá chocado contra un cable, si se habrá envenenado en un vertedero, si habrá acabado en la cazuela de algún africano. Hasta que un día, allá en la lejanía, ve acercarse un ave, ¿será ella? ¿Será otra cigüeña? ¡Sí! ¡Es ella!
A lo largo de los milenios, por estas fechas, se ha venido produciendo el feliz espectáculo del retorno de las cigüeñas a los pueblos europeos
Y cuando se reencuentran en lo alto de los campanarios se escucha una de las más hermosas manifestaciones de la Naturaleza española. Sí, de la Naturaleza, pero en el corazón mismo de los pueblos. Hablo del crotoreo de las cigüeñas, ese característico castañeteo que hacen con sus picos, cuyo sonido jubiloso llenas las calles. Una especie de flor del almendro sonora que nos anuncia prematuramente la próxima primavera.
Estas aves, que suelen unirse de por vida, tendrán su celo hacia marzo. Los de 3 a 5 pollos que suelen tener nacerán hacia mayo-junio. Y, como dice otro refrán, "por San Juan las cigüeñas a volar". Las jóvenes cigüeñas se incorporarán a una población que parece haber crecido en las últimas décadas. El último censo del que tengo datos habla de más de 30.000 parejas reproductoras.
Carlos de Prada