Por los que vienen de fuera
No soy seguidora de Tarantino, aunque reconozco su talento, así es que en principio lo que escucho de la propuesta no me atrae en exceso, pero hace muchos años que no veía el trabajo de la compañía gallega Chévere y, su paso por el teatro Valle Inclán, es una oportunidad que no he querido desaprovechar. La farsa teatral como lupa con la que observar la crisis económica, utilizando como referencia la película Reservoir dogs y presentando a los líderes europeos como una pandilla de gangster sin escrúpulo, tiene gracia, además está muy bien encajada en la película. La puesta en escena es interesante y el transcurso de la función entretenido, a ratos divertido e, incluso, catártico (los espectadores pueden permitirse licencias insólitas en el teatro y, por supuesto, inaceptables en la vida, que no voy a desvelar para que los interesados acudan a ver la función a la menor oportunidad). La compañía ha elegido desarrollar un discurso político y ahí, la función se me queda corta, superficial. El discurso no pasa del nivel de una conversación de café entre amigos, un poco simplista y maniqueo. Sin embargo, me alegro de haber ido a verlos y, sobre todo, de haber tenido la oportunidad de hacerlo. La oportunidad de poder disfrutar este tipo de teatro y ver compañías como ésta en el Centro Dramático Nacional. Si uno de los males que aqueja al teatro en España es un exceso de proteccionismo de las comunidades autónomas hacia su producción propia, también es un error la falta de consideración que ha exhibido hacia la producción "periférica" el INAEM, demostrando poco (en ocasiones ningún) interés por aquello que se cuece fuera de su propio ombligo. Bravo por Ernesto Caballero y su proyecto para el CDN que contempla estas y otras cuestiones tan estimulantes como necesarias, pero, sobre todo, por desarrollar un proyecto. En los estertores de la anterior legislatura, se renovó toda la dirección de los centros de producción nacional, contratando a sus directores mediante la aprobación de un contrato programa seleccionado por un comité. El objetivo de esta fórmula es, que podamos contar con que dichos centros desarrollen un programa, más allá de veleidades políticas y ocurrencias geniales, o al menos paliar dichas amenazas, en la medida de lo posible.
No hay que perderse tampoco otro sugerente proyecto, en este caso de la compañía valenciana L`om imprebís, que se puede ver desde el día veintisiete en los Teatros del Canal. El Decamerón negro es una propuesta original y sensual, en la que cinco intérpretes excepcionales que provienen de tres continentes, cuentan, bailan y cantan, ritmos e historias que nos trasladan a otras tierras y nos acercan a pueblos diferentes.
Las propuestas de ambas compañías poco o nada tienen que ver entre sí en sus resultados, pero sin embargo, poseen algo en común. Lo que las ha hecho fuertes y resistentes a tantos años de recorrido fructífero en el difícil camino de las artes escénicas: un proyecto artístico y cultural. Algo tan sencillo y, sin embargo, desgraciadamente tan inusual. Algunos de los proyectos teatrales más interesantes de los últimos veinte años se han gestado en compañías con proyectos de este calado en todos los puntos de la geografía española y mejor sería para el presente y el futuro de las artes escénicas, que el apoyo a estos proyectos fuera una prioridad en la política cultural de las diferentes administraciones públicas. Muchos espectadores y espectadoras los han disfrutado en la programación de teatros municipales de toda España y en las salas alternativas, pero está bien que los pobres espectadores de los grandes teatros de la capital, tengan también la oportunidad de conocerlas.
La dama boba