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Leguineche, "el periodista"

Ni Kapuscinski, ni la madre que parió a Kapunscinski. El reportero de guerra por excelencia ha sido un hombretón de Arrazua (Vizcaya) que obedecía al nombre de Manu Leguineche. Es más, si ha habido un periodista que hace honor a todas las letras de esa palabra en el pasado siglo ese ha sido él (en el siglo actual su enfermedad ya le había convertido en mortal).

Era vasco-granadino-alcarreño. Lo primero porque era fiel a su tierra y a su Athletic, aunque, como me confesara más de una vez, "qué lejos quedan los tiempos de las Copas del Generalísimo, ahora lo único que hacemos es sufrir". Lo segundo porque cada vez que el vino o la euforia le animaba a cantar la primera melodía de su repertorio era siempre la "Granada" de Agustín Lara. Lo de menos era el tono. Lo tercero porque allí quiso vivir la última etapa de su vida.

Tuve la suerte de conocerle primero en la Agencia LID (Línea Independiente de Diarios) y más tarde en FAX PRESS, y jamás conocí a nadie que dominara la profesión como él. Sabía siempre dónde estaba la noticia y, sobre todo, cómo enfocarla para que resultara atractiva para el público.

Siempre serio, pero simpático, con cara de aburrirse pero con un gran sentido del humor, amigo de sus amigos y hasta de sus enemigos, por muy "cabrones" que fueran algunos, como decía mientras esbozaba una sonrisa.

Lo que peor le sentaba no eran los golpes de la vida sino el perder una partida de mus. Nunca encajaba bien una derrota a las cartas, sobre todo si era con gente conocida. Cañizar, un pequeño pueblo de Guadalajara, entró para mí en el mapa de España cuando la alcaldesa creó el primer Torneo de Mus Manu Leguineche. Nunca lo ganó, por supuesto, porque, como buen vasco, se le calentaba la boca más de lo necesario, por mucha calma que pidiera siempre a su pareja.

Daba igual, lo de menos con él era perder una partida, que te negara una subida salarial o te recriminara el enfoque de un artículo. Enseguida todo se solucionaba con "otra ronda". Su lamento era que "los periodistas de ahora ya no beben como los de antes".

Ese no privarse de nada, con o sin moderación, quizás fuera lo que terminó minando su salud, sobre todo porque si aborrecía una profesión esa era la de médico. Sólo acudió a ellos cuando ya no tuvo más remedio, y quizás fuera ya demasiado tarde.

Una lástima. Periodistas como él, de esos que dicen que nacen, no se hacen, quedan muy pocos. Personas como él, de esas que te ofrecen todo lo que tienen sin pedirte nada a cambio, menos aún. Seguro que ya está echando una partidita de mus con San Pedro, o cuando menos rogándole porque su Athletic vuelva a ganar un título.

 

La mosca