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La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria y el bisfenol A. Una de cal y otra de arena para seguir jugando con nuestra salud

Seguro que al leer el titular de que la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) propone rebajar diez veces el nivel de exposición humana a una sustancia contaminante que podría causar estragos en la salud humana muchos pensarán que el sistema funciona. Que los organismos públicos velan por nosotros y protegen escrupulosamente nuestra salud frente a cualquier amenaza. Pero, lamentablemente, la realidad no es tan sencilla.

Lo sabe cualquiera que conozca un poco como funcionan, desde hace décadas,  los organismos competentes en estos temas. Especialmente, cuando el agente que puede causar estragos en la salud pública no es un microbio sino, por ejemplo, una sustancia química (que, claro, tiene abogados). Se ha visto hasta la saciedad con diferentes agentes que podían causar daños como, entre otros, el plomo o el amianto. A pesar de existir infinidad de estudios que indiquen que una sustancia puede causar daños, nunca parece haber pruebas suficientes, aunque se acumulen los enfermos y muertos. Y la toma de medidas se demora a veces durante décadas. En buena medida porque es la propia industria la que por los más diversos procedimientos ha dictado las normas que supuestamente sirven para "controlarla", tales como los niveles "seguros" de exposición a las sustancias que, demasiadas veces, no hacen más que "legalizar" la contaminación que padecemos.

La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), organismo público europeo teóricamente encargado de velar por nuestra salud, es una entidad muy desacreditada ante un sector importante de la comunidad científica. Entre otras cosas, precisamente, por su conducta en temas como este affaire del bisfenol A. Una sustancia que todos los occidentales tenemos en el cuerpo porque resulta que entre otras cosas se desprende desde las resinas sintéticas que recubren el interior de muchas latas de comida contaminando los alimentos.

Una sustancia química que, lejos de ser una mera sustancia contaminante de tantas, ha sido objeto de uno de los mayores despliegues de investigación científica de la Historia en estos asuntos. Más de un millar de estudios que, a un nivel u otro, han hecho que, año a año, estudio a estudio, fuese aumentando la certeza científica acerca de sus  riesgos.

Lamentablemente, mostrando un desprecio inaudito hacia tanto trabajo realizado en ocasiones por las mayores autoridades mundiales en la materia y publicado en las revistas científicas más serias del orbe, la EFSA ha seguido como si oyera llover, haciendo caso a unos pocos estudios hechos por la propia industria interesada. Y en ésas sigue, aún cuando naciones del potencial científico en temas sanitarios de Francia han decidido ya eliminar el bisfenol A en cualquier clase de material que esté en contacto con alimentos y bebidas.

La propuesta de la EFSA de reducir el límite "seguro" de exposición al bisfenol A (todo hay que decirlo, de forma temporal), por exigente que parezca, es algo más de cara a la galería que otra cosa. Contentará probablemente a quienes no sepan de estos temas, aparentando que la EFSA "escucha" la voz de la Ciencia. Pero, en realidad, y lo saben bien los entendidos, esto no es más que una nueva burla siniestra.

Es inaudito que, viendo las toneladas de estudios científicos que indiquen en un sentido, la EFSA se obstine en mirar hacia otro lado. Ello, no cabe duda, llena de regocijo a ciertas industrias químicas que, como Bayer, se ven beneficiadas por la situación. Pero llena de frustración a una infinidad de científicos que ven el divorcio existente entre los riesgos  que muestran sus investigaciones  y las medidas que adopta la EFSA para "proteger" a los consumidores.

La propuesta que la EFSA acaba de presentar, para que sea debatida (un borrador de su opinión sobre el bisfenol A), es francamente decepcionante. Para hacerla la agencia se ha tomado su tiempo (ya se sabe, ganar tiempo es algo crucial en muchas batallas), y dice haber revisado unos 450 estudios científicos realizados en los últimos años. Sin embargo, lo anunciado por esta entidad está lejos en realidad de tener en cuenta adecuadamente lo que dicen buena parte de ésas investigaciones que dice haber consultado. Y que habría obligado, por ejemplo, como poco, a proponer la eliminación del bisfenol A en los materiales en contacto con alimentos, que son la principal vía de exposición humana a la sustancia.

De manera tibia y lacónica, dice la EFSA "que la exposición al bisfenol A es probable que afecte adversamente el riñón y el hígado, así como que cause efectos sobre las glándulas mamarias". Y, tratando injustificadamente de quitar hierro a la cosa, se permite expresar, en un sentido contrario a lo que han manifestado infinidad de expertos de talla mundial, que hay más dudas que las que realmente hay sobre los  "posibles efectos sobre los sistemas reproductivo, nervioso, inmune, metabólico y cardiovascular, así como en el desarrollo del cáncer" .

Pese a todo, y reconociendo con ello veladamente que la evidencia es mayor de lo que esta agencia reconoce, la EFSA propone dividir por diez lo que hasta ahora se tenía por "seguro". En concreto, los expertos de esta agencia recomiendan ahora que la llamada Ingesta Tolerable Diaria (TDI) de bisfenol A se rebaje desde los actuales 50 microgramos por kilo de peso corporal al día a los 5 microgramos.

Este tipo de cosas deberían ya, por sí mismas, incitar a la reflexión acerca del modo en el que se "protege" a los ciudadanos de los riesgos que pueden entrañar las sustancias químicas tóxicas. Porque si ahora resulta que la EFSA cree que el nivel seguro es diez veces más bajo que el actualmente vigente, ello implica que hasta ahora, y durante años, se ha estado teniendo como seguro un nivel diez veces más alto con todo lo que ello puede haber implicado de cara a la exposición a esta sustancia de millones de personas.

En cualquier caso, conviene tener presente que lo que infinidad de estudios están mostrando es que los niveles a los que este tipo de contaminantes de acción hormonal pueden causar efectos son mucho más bajos que los establecidos por ésa división por diez. Hasta el punto de que se duda de que realmente se pueda establecer nivel seguro alguno de exposición a este tipo de contaminantes por lo que se sabe acerca de su modo de acción.

Cierta clase de toxicología que aplican algunas agencias reguladoras establece niveles aparentemente "seguros" con una base científica harto discutible. En realidad, extraordinariamente caprichosa. Prueba de ello es como una serie de sustancias han visto como su nivel "seguro" iba bajando una y otra vez, hasta miles de veces. Y mientras iban pasando los años, más por maniobras dilatorias de la industria en complicidad con las agencias "reguladoras" que por falta de evidencias científicas.

Más de 200 investigaciones publicadas en las revistas científicas más prestigiosas del planeta asocian la exposición a niveles bajísimos de concentración del bisfenol A a  los más diversos posibles problemas sanitarios que van desde problemas en el desarrollo del cerebro o el aparato reproductor a diabetes, obesidad o problemas cardiovasculares. Y hay otros centenares de estudios que asocian esta sustancia a problemas a otros niveles de concentración.

Pero la EFSA, engañosamente, dice que con esa rebaja propuesta en el límite "legal" es más que "suficiente" . Que "el riesgo para la salud para todos los grupos de población es bajo" permitiéndose afirmar que lo es no solo para los adultos o los jóvenes sino también para los niños o los fetos. Porque, dice, "las más altas exposiciones estimadas para  el bisfenol A son 3 a 5 veces más bajas" que el nivel propuesto. Y que, en el caso de la exposición oral, estas serían más de 5 veces más bajas. Lo que sucede es que, en realidad, los límites que hasta ahora ha habido, basados ante todo en unos pocos estudios pagados por las propias industrias químicas, y hechos a veces por gente de las mismas industrias, eran tan altos que hay un margen para seguir jugando a rebajarlos. Aparentando que algo cambia sin que cambie demasiado.

 Algo que, desde luego, no está en consonancia con lo que dice una enorme cantidad de estudios publicados, cuyo peso de evidencia llevó a que en 2012 la Asamblea Nacional francesa, por 348 votos contra solo 2, aprobase una Ley para eliminar el bisfenol A  en todos los materiales que pudiesen estar en contacto con alimentos. Francia, un país con un alto nivel científico, se adelantaba así a una decisión seria de la EFSA que llevaba ya demorándose mucho tiempo y que, por lo que se ve, habrá que seguir esperando.

La EFSA, de algún modo, está mareando la perdiz, jugando al ratón y al gato, como si fuese algo divertido, con la salud de los ciudadanos. Y mientras el tiempo pasa.

En realidad, la conducta de la EFSA en esta cuestión ha sido escandalosa, haciendo oídos sordos , como se ha dicho, a centenares de investigaciones científicas muy serias, mientras prestaba oídos a unos pocos estudios muy cuestionados por la comunidad científica pero, éso sí, pagados por la industria química interesada e incluso realizados por personas que trabajan para ésa industria.

Incluso se han denunciado los conflictos de interés existentes en personas que han participado en la elaboración de documentos sobre la “seguridad” de la exposición actual al bisfenol A . Según el Corporate Europe Observatory “muchos de los miembros del panel sobre aditivos alimentarios (ANS) de la EFSA que han escrito sobre el bisfenol A tienen vínculos con la industria  (como Sandro Grilli o Fernando Aguilar) y con ILSI"  - International Life Sciences Institute- una entidad que actúa como lobby para que las regulaciones favorezcan a la industria y al que habrían aparecido ligadas personas como "Iona Pratt, John Christian Larsen, Susan Barlow, Riccardo Crebelli, Ivonne Rietjens o Jean-Charles Leblanc”.

Resulta curioso que la EFSA, en su propia nota de presentación de la propuesta cite las declaraciones de una de estas personas aludidas y que destaca entre las que lista Corporate Europe Observatory: Iona Pratt que es nada menos que presidenta del  panel de la EFSA sobre materiales en contacto con alimentos (CEF), la cual afirma que "hay un nivel seguro estimado de exposición al bisfenol A -conocido como TDI- pero se ha reducido de forma temporal porque sigue habiendo incertidumbres sobre el riesgo existente. Sin embargo, afirmamos que el riesgo para la salud humana es bajo porque la exposición de los consumidores al bisfenol A está por debajo del TDI temporal propuesto"

En 2012 el Tribunal Europeo de Auditores publicó un informe muy interesante sobre la lamentable gestión de los conflictos de interés en una serie de agencias de la UE , como la EFSA, la Agencia Europea de Sustancias y Preparados Químicos (ECHA) o la Agencia Europea de Medicamentos (EMA). El informe era particularmente explícito acerca de cosas como las que podían comprometer la seriedad de algunas decisiones aparentemente científicas (por ejemplo por la dependencia de estas agencias respecto a los informes  que proporcionaba la propia industria).

Estas son las personas al albur de cuyos "caprichos", ignorando deliberadamente lo que dicen centenares de investigaciones científicas, se establece lo que les parece "seguro" o no (como los TDI famosos), qué estudio hay que tener en cuenta y qué estudio no, etc.

Hasta ahora, lo único que se ha prohibido en la UE es la presencia del bisfenol A en los biberones infantiles, desde 2011. Pero resulta inexplicable que no se haya adoptado ninguna medida a nivel comunitario para proteger, por ejemplo, a los fetos que se desarrollan dentro de las mujeres embarazadas, mucho más sensibles aún que los niños a los efectos de los contaminantes hormonales. Y cualquier mujer en edad fértil está expuesta a estos contaminantes a través, por ejemplo, de muchas latas de comida o bebida donde el bisfenol A puede estar presente.

¿Por qué España no demuestra su nivel científico adoptando una decisión como la de Francia? ¿Por qué tiene que estar esperando, como si no tuviésemos investigadores del máximo nivel, a que sea la EFSA la que haga algo? ¿España, como un país de tercera, solo puede ir a remolque, como hace, de modo tan triste, nuestra Agencia de Seguridad Alimentaria (AESAN) que, a diferencia de la francesa, parece solo capaz de hacer seguidismo de lo dictado por la europea?. Probablemente, poco podemos esperar de una AESAN cuya dirección ejecutiva fue asumida por Ángela López de Sá, que estuvo al frente del área científica y de asuntos normativos de Coca-Cola Iberia, empresa que, entre otras cosas, ha venido defendiendo como "seguro" el uso de bisfenol A en sus latas (y empresa, además, de la que parece que la citada señora no se ha desvinculado al pedir solo la excedencia).

Una propuesta para la eliminación del bisfenol A en los materiales que puedan estar en contacto con alimentos fue entregada hace no mucho a las mayores fuerzas políticas del Parlamento español, como el PSOE y el PP. El primero presentó una proposición no de Ley que es probable que en breve pueda debatirse en Comisión, el segundo está evaluando qué hacer. Sería bueno que, al menos  en estas cosas de defensa de la Salud Pública, Gobierno y oposición dejasen a un lado sus diferencias y adoptasen una medida contundente en favor de la eliminación del bisfenol A en los materiales en contacto con alimentos y bebidas. Como en Francia donde todos, a izquierda y derecha, lo hicieron. Pero ya veremos qué es lo que impera.

Veremos también qué pasa, a nivel europeo, con el borrador presentado por la EFSA y al que han de hacer críticas ahora, hasta el 13 de marzo, científicos, industrias, organizaciones,... Las espadas están en alto.

Carlos de Prada