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Gallardón, la gran decepción de la izquierda

A finales de 2011, ciertos ambientes de la izquierda entraron en un gran frenesí porque dos tertulianos de una radio acababan de ser designados por Rajoy, recién elegido presidente del Gobierno, para formar parte de su gabinete. Dado el carácter progresista atribuido a ese medio de comunicación radiofónico parecía, al menos a aquellos de sus más ingenuos oyentes, que Rajoy estaba dispuesto a formar un Gobierno en el que las voces centristas o, al menos, más sensatas, de la derecha tendrían relevancia.

Luego Fernández Díaz y Wert se convirtieron en una gran desilusión para esos oyentes y votantes de la izquierda. Ambos asomaron su oreja derechista con rapidez pero consiguieron superarse a sí mismos recientemente con dos leyes que los sectores progresistas del espectro político han considerado retrógradas.

La de Seguridad Ciudadana de Fernández Díaz, por estimar que es una ley diseñada para cercenar la libertad de expresión y de manifestación en la calle. Refleja sin duda el temor de la derecha a que las "turbas" se apoderen de las calles y propicien no se sabe qué tipo de revolución. ¿Será que la derecha la consideraría justificada? La de Educación porque en un nuevo bandazo educativo la derechona, la derecha, el PP y el Gobierno, que son un todo compacto y coherente, han optado de nuevo por favorecer la educación católica en la escuela siguiendo las presiones de la jerarquía católica. Jerarquía a la que también preocupa un orden público bien amarrado sin opción a quemar iglesias (¿pero quién quiere quemarlas hoy en día?) por lo que también habrán brindado a la hora de cenar por la Ley de Seguridad Ciudadana. ¿La creerán también justificada?

La mayor decepción de la izquierda ha sido la causada por Gallardón y su abortazo

Pero, sin ninguna duda, la mayor decepción de la izquierda ha sido la causada por Gallardón y su abortazo.  Durante muchos años Gallardón ha sido cuidado por los medios de comunicación (prensa y radio) que menos simpatía tenían por el Partido Popular presentándole como un miembro del PP dialogante y abierto a las concesiones necesarias para lograr consensos y convivencia. A su favor jugaba su lucha política con Esperanza Aguirre y otros sectores más a la derecha del PP y el que en su aparente aislamiento interno en el seno del Partido Popular le hubiera acogido Rajoy bajo su ala protectora. Los huérfanos siempre mueven a la simpatía y compasión. Parecía una voz "centrista" en la marea ideológica conservadora del PP, probablemente por ser una persona educada en sus formas de expresión, lo que es una gran virtud. Parecía casi que ser educado era ser centrista.

Con su Ley sobre el aborto Gallardón ha dado rienda totalmente suelta a sus convicciones conservadoras y a su sumisión a la jerarquía eclesiástica española. Quizás busca reconciliarse con los sectores más rancios de su partido para obtener así un respaldo amplio en su seno y que hasta ahora se le ha escapado. Gallardón ha progresado en el Partido Popular merced a beneficiarse, aparentemente, de la protección de la propia jerarquía del partido porque, aunque no muy querido por el conjunto del aparato y buena parte de las bases, conseguía importantes cuotas de votos en las elecciones madrileñas y consecuentemente victorias electorales a las que quizás también haya contribuido el relativo atractivo de sus adversarios políticos.

Pero con la nueva ley del aborto la máscara centrista que le habían atribuido se ha desvanecido total y definitivamente y quizás también su propio antifaz de ser persona educada. ¿Se puede seguir considerando a una persona educada cuando es desconsiderada con las mujeres? Claro que esto es opinable. Habrá quien considere que negar a las mujeres el derecho de abortar es compatible con una exquisita educación y consideración para con ellas. ¿Por qué no? En todo caso, con esta ley Rajoy y Gallardón podrán presumir de cumplir al menos una de las promesas del programa electoral del Partido Popular.

Habrá quien considere que negar a las mujeres el derecho de abortar es compatible con una exquisita educación y consideración para con ellas

La moraleja de este cuento no es que Gallardón no sea centrista o haya dejado de serlo. No lo es y nunca lo fue. Y tiene derecho a no serlo y nunca lo ha escondido. Bastaba con escucharle atentamente. No hay, además porque reprochárselo. Si no se está de acuerdo con él basta con disentir. La moraleja es otra: que no conviene etiquetar equivocadamente los productos que están en oferta en las estanterías de los supermercados. No conviene, por ejemplo, ponerle a una lata que contiene un producto amargo una etiqueta que diga “Dulce”. Así nadie se llama a engaño. Claro, que también hay el sabor agridulce...

Carlos Miranda es embajador de España

Carlos Miranda