España vs Cataluña. Las mentiras comerciales no van al cielo
Si uno quiere un pedazo de realidad nacional catalana, que se pegue una vuelta por el Raval de Barcelona. Sin ánimo de ofender, es lo más parecido al Lavapiés de Madrid que uno ha visto nunca. Allí, en una charcutería llevada por una señora que me pareció de Vic, con zapatillas de felpa y mandil blanco, llegó esta gloriosa frase, fenicia como solo un puerto mediterráneo puede serlo: “Mi padre me enseñó que las mentiras comerciales no van al cielo”. La señora justificaba que le había endosado cuarto y mitad de chóped a unos pakistaníes musulmanes jurándoles –en catalán– que aquello tan apetitoso no tenía nada que ver con el cerdo.
La mentira en que se basa el congreso histórico “España contra Cataluña” es tan gruesa que los catalanes que uno conoce deben estar en el sonrojo. Yo creo que hasta a Mas, con ese gesto de airado que se ha puesto (quizá sea solo para sujetarse las gafas), debería darle pudor semejante mentira.
Hasta a Mas, con ese gesto de airado que se ha puesto, debería darle pudor semejante mentira
Recomiendo a los mentores del mismo un paseo por el resto de España, ese país colonizador y chupasangres. Que sepan cómo heroicamente los manchegos, los extremeños, los leoneses, andaluces, han salido adelante en medio de una penuria histórica de infraestructuras lacerante. Que vengan a enterarse, ellos que se han destetado con autopistas (aunque de peaje), puertos industriales y múltiples canales de TV autonómica.
Hace años la historia era distinta. Los catalanes miraban por encima del hombro a los demás, atrasados en comparación con su tierra. En esas llegó Barcelona 92 y todo el país echó el resto y sufragó lo que hubiera que sufragar. Entonces los demás éramos una rémora. En mi pueblo recuerdan el paso de aquel expreso que iba a Sevilla a la final de la Copa de Europa del 86, la que jugaría el Barça con el Steaua. Al paso por la estación los Boixos Nois sacaron una pancarta en la que decía: “Catalunya saluda a África”. Por eso dio tanta risa que les ganara el Steaua.
Ahora es al revés. Resulta que el país ha crecido y ha recuperado su déficit injusto e histórico de infraestructuras y Cataluña, con la mayor cota de autogobierno de la historia, se ha parado. Los catalanes se sienten atrasados con el resto del país. Solución, va a ser que los otros se han gastado su pasta.
Pues vale.
A todo esto, si es un territorio reprimido, lo será por medio de algo. O alguien. Pues vale.
Miremos a quien puede reprimirlos: el Ejército. Y ya que hablamos de historia, echemos un vistazo.
Ese Ejército que reprime se las ha visto y deseado todo este tiempo. Uno de los peores momentos los vivió en África, precisamente. En aquella época, años 20 del siglo pasado. Entonces había un regimiento de infantería que llevaba años basado en Cataluña, el Arapiles, uno de los que estuvieron guerreando en las luchas carlistas. El regimiento pasó un momento chungo en los años 20, cuando el desastre de Annual. Entonces las filas las llenaban los chavales manchegos pobres como ratas, porque los que debían ir de Cataluña podían pagar para no ir a la guerra. Yo conocí a uno de esos soldados, achaparrados, secos como un sarmiento, de ojos entrecerrados, que se comieron tres años de África calzados con unas alpargatas. Es de los que fueron a la guerra en lugar de un chaval catalán. Y la sobrevivió. Y juro que no tenía cara de represor.
Al paso por la estación los Boixos Nois sacaron una pancarta en la que decía: “Catalunya saluda a África”
Los cañones sobre Montjuic han sido una amenaza sobre Barcelona, temerosa al parecer de ser bombardeada por las hordas de caqui. Sobre estas hordas habría que recordar que muchos hablan catalán. Uno de los que hablaban, general, presidente del Gobierno, Juan Prim, guerreó aquí, allí y fue un líder del resto de España hasta que le dio matarile un fanático, no de derechas, sino anarquista.
Estoy convencido de que en este simposio científico se hablará del general Prim y se tratará también un curioso fenómeno que sucede el Ejército represor. De los últimos cinco comandantes en jefe del mismo (los JEMEs), dos hablaban catalán, uno era vasco (otro pueblo oprimido que ata los perros con longanizas) y el último habla valenciano, que según las academias es lo mismo que el catalán. Y puedo garantizar que, de lo que no tenían cara, era de cipayos.
Aunque también es verdad que uno de ellos se quedaba de piedra cuando oía a un madrileño decir su apellido, Coll, en perfecto catalán, y no mentaba a la madre de todas las verduras malolientes.
Pero, afortunadamente para los ponentes, las mentiras comerciales no van al cielo.
Joaquín Vidal