El órdago de Camps en Valencia
Las explicaciones sobre el fondo de armario del presidente de Valencia tienen en un sinvivir al Partido Popular. Es uno de esos asuntos que se complican y que convierten una fisura en un boquete que amenaza ruina.
Es difícil entender que las explicaciones debidas sólo pueden darse ante un juez con el cartel de imputado. Llegar tan lejos obliga a someter al sistema a una prueba de esfuerzo extraordinario. Camps ha echado un órdago apostando por el carpetazo judicial de un asunto que no debía haber llegado tan lejos. Mucha confianza debe tener en los magistrados para llegar a este punto.
Se ha trasladado a los tribunales una responsabilidad que debía haberse sustanciado antes en el ámbito político, y que convierte un asunto, en principio menor, en un caso mayor.
La figura penal del cohecho o el tráfico de influencias y lo que sea no requiere cuantía elevada, sirve cualquier desviación. En este caso, lo procesal y la apreciación de pruebas y testimonios va a determinar el destino del expediente. Pero ha llegado ya demasiado lejos y ha colocado al presidente valenciano en el dique seco, por más homenajes y aplausos que le dediquen los suyos. Camps va a ser, al menos, un pato cojo lo que le reste de carrera política.
La seguridad, aparente, con la que se expresan él mismo y sus compañeros traslada la sensación de que va a salir bien librado de los tribunales, al menos en esta primera fase de imputación. Si el caso se eleva a vista oral, a juicio, la posición del político valenciano será imposible de mantener, incluso antes de la sentencia que en cualquier caso será menor.
En el peor de los casos estamos ante lo que los mexicanos dirían una pendejada, más que ante un caso grueso de corrupción.
Con lo que conocemos acerca de las prácticas de los diputados británicos y sus cuentas de gastos pagadas por el Tesoro, lo de Camps y sus amigos parece de menos cuantía. Pero tanto ha insistido en su inocencia y limpieza que la menor mancha va a padecer un pecado mortal.
En este caso, como en tantos otros, el problema son las compañías. En este caso no eran buenas y las consecuencias son evidentes. Peor lo tiene el tesorero del PP, el senador Bárcenas, cuya relación con la panda es cada día que pasa más inquietante para él y para su partido.
Fernando González Urbaneja