Última hora

Del exilio al Cerro de los Ángeles

Estos días se han cumplido 90 años de la consagración de España, por el Rey Alfonso XIII, al Sagrado Corazón de Jesús ante el monumento erigido en el Cerro de Los Ángeles, centro geográfico de la península ibérica. Asistió toda la familia real, así como el Gobierno presidido por don Antonio Maura.

Veintinueve años después, un niño de diez años, que venía del exilio, todavía con las legañas en los ojos, descendía en la estación de Villaverde, próxima a Madrid, tras quince horas de viaje, las que tardaba el Lusitania Express en recorrer la distancia desde Lisboa. Esperando a aquel príncipe de cuento de hadas "tan joven y tan rubio", un grupo de sesudos y reverenciosos caballeros vestidos todos de oscuro (Julio Danvila, el conde de Fontanar, el marqués de Casa Oriol y un sacerdote, ¡cómo no!, don Ventura Rodríguez). Sólo faltaba la pareja de la Guardia Civil, que posiblemente estaba, para que en aquella recepción, en una mañana triste y fría, estuviese representada toda la España de entonces.

Quienes acompañaban al niño en aquel viaje desde la capital portuguesa, cuatro hombres (el conde Orgaz, tan triste como su antepasado retratado por El Greco; el duque de Sotomayor, haciendo honor a su apellido; un tal Aguinaga y el vizconde Rocamora) y una mujer (Mercedes Solano), tampoco eran de su edad ni, desde luego, eran unas castañuelas. Todos representaban, muy serios, su papel como miembros del séquito del príncipe Juan Carlos, conscientes del momento histórico que les había tocado vivir.

Para que Su Alteza se fuera enterando, a alguna mente deformada por un nacional catolicismo apostólico y romano no se le ocurrió otra cosa que llevar a aquel niño y a aquellas horas directamente del tren al Cerro de Los Ángeles. Allí, como primer desayuno: misa, comunión y ofrenda al Sagrado Corazón.

Resulta curioso recordar que el primer papel que el futuro rey se viera obligado a leer, tiritando de frío y arrodillado ante el grupo escultórico, fuera así: "En memoria de mi augusto abuelo, Su Majestad el Rey Alfonso XIII, por su mandato y como adelantado de mi augusto padre, vengo, ante el Sagrado Corazón de Jesús, a repetir el acto de consagración a España que, ante este mismo lugar, pronunció en 1919". (Lo de "adelantado" quedará siempre como un cruel sarcasmo).

Y, con voz temblorosa y apenas audible, mal leyó las 31 líneas que veintinueve años antes había leído su abuelo, el Rey. Era el primer misterio del doloroso vía crucis que a lo largo de 27 años tendría que padecer hasta convertirse en el Rey de todos los españoles que es hoy.

Jaime Peñafiel