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Coto a la corrupción

Habrá que decir que más vale tarde que nunca pero bienvenidos sean los esfuerzos e iniciativas para intentar poner coto a la perversión que encierra la corrupción en la vida pública. Hemos tenido que vivir acontecimientos bochornosos que, en momentos de crisis, provocan especial indignación entre los ciudadanos y constatar la creciente desafección ciudadana hacia sus representantes políticos para que, por fin, la democracia española pueda verse dotada de los instrumentos necesarios para poner coto a la corrupción.

No son las siglas, bien políticas o sindicales, las que delinquen, las que se apropian de lo que no es suyo, ni las que malgastan los dineros que tanto cuestan conseguir a los ciudadanos. No. Quienes delinquen, quienes se apropian de lo que no les pertenece son personas concretas que forman parte de grandes engranajes, sean partidos, sindicatos, patronales, etc...que, normalmente, bajo apariencia de honorabilidad e incluso de eficacia, se burlan de la confianza depositada en ellos y logran crear en su entorno más próximo una malla de seguridad que les hace sentirse impunes.

La gestión de lo publico está en manos de hombres y mujeres, no de siglas, de ahí que la primera condición necesaria para evitar la corrupción es que la honradez de estas personas sea una honradez fuera de toda duda. Es imposible tener certezas absolutas y más con carácter previo, de ahí que todo lo que sea eliminar posibilidades de impunidad o de falta de controles, lo tenemos que dar por bueno. La experiencia nos dice hasta qué punto se hace necesario el rendimiento de cuentas y la transparencia. Los corruptos nunca parece que lo son.

Dicho todo esto habrá que decir una y mil veces  que la inmensa mayoría de nuestros políticos, de nuestros sindicalistas, son gentes honradas. Esta afirmación no está bien vista por muchos, pero hay que insistir en ella. España no es una cueva de ladrones. Hay ladrones, corruptos, inmorales y amorales, !claro que los hay! Y los habrá siempre pero no caigamos en el error, no nos inflijamos más castigo del que nos merecemos. No hay que perdonar ni una, empezando por no consentir facturas sin IVA. Ha habido mucha laxitud, tanta que la corrupción nunca ha merecido un especial castigo en las urnas. Ahora lo que esta generando es que los ciudadanos den la espalda a los políticos y a la política pero bueno sería poner las cosas en sus justos términos, reflexionar un momento, mantener el nivel de exigencia necesario para el prestigio de la propia democracia, pero no echemos los pies por alto, porque sin políticos ni política la alternativa es la selva. Bienvenidas sean todas las medidas que nuestros parlamentarios adopten y mejor, mucho mejor, que cuando estén definitivamente aprobadas se apliquen sin trampa ni cartón.

 
Charo Zarzalejos